EL HOMBRE ASTUTO Y EL DEMONIO
Sucedió en un ignoto país, en fecha desconocida, que un hombre astuto paseaba frente a un café cuando se encontró con un demonio. Éste estaba muy maltrecho, famélico y sediento, por lo que el hombre astuto le introdujo en el local, pidió un café y le interrogó sobre cuál era su problema. El demonio le dijo que no había trabajo. En los viejos tiempos acostumbraba vender almas y quemarlas al carbón, porque, cuando la gente moría, tenia almas gordísimas que él podía llevar al infierno, y todos los demonios estaban contentos. Pero ahora todas las fogatas del infierno estaban apagadas, porque no había almas cuando la gente moría. Entonces el hombre astuto le sugirió que, juntos, podrían celebrar algunos negocios. —Enséñame —le dijo— cómo fabricar almas, y te daré una señal que te muestre cuáles son las personas que yo fabriqué. El hombre astuto pidió más café. Y el demonio le explicó que debía enseñar a la gente a recordarse, a no identificarse, etc., y que luego, después de algún tiempo, aquélla desarrollaría almas. El hombre astuto se puso a trabajar, organizó grupos y enseñó a la gente a recordarse. Algunos empezaron a trabajar seriamente y trataron de poner en práctica lo que se les enseñara. Luego murieron, y cuando llegaron a los portales del cielo, allí estaba San Pedro con sus llaves de un lado y el diablo del otro. Cuando San Pedro se aprestaba a abrir las puertas, el demonio le dijo: —¿Puedo formularte tan sólo una pregunta? ¿Te recordaste? —Sí, ciertamente —replicó el hombre. Entonces, el demonio expresó; —Discúlpame, esta alma es mía. Esto siguió así durante largo tiempo hasta que, de algún modo, se ingeniaron para comunicar a la Tierra lo que estaba sucediendo en los portales del cielo. Al oír esto, las personas a las cuales enseñaba, acudieron al hombre astuto y le manifestaron: —¿Por qué nos enseñas a recordarnos si, cuando decimos que nos hemos recordado, el demonio nos lleva? El hombre astuto interrogó: —¿Yo les enseñé a decir que se recuerdan? Yo les enseñé a no hablar. Las personas le dijeron: —¡Pero se trataba de San Pedro y el demonio! Y el hombre astuto les expresó: —¿Pero han visto en grupos a San Pedro y al demonio? Por tanto, no hablen. Algunas personas no hablaron y consiguieron llegar al cielo. Yo no sólo hice un convenio con el demonio; también hice un plan para engañar con él al demonio.