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General: El Masón que se encontró con la Madre Oscuridad
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 15/11/2012 21:33

 El Masón que se encontró con la Madre Oscuridad
Habíamos terminado ya tarde de la Tenida, está se había efectuado a campo abierto. No es que nuestra tradición en mi logia era el hacer tenidas rusticas masónicas, pero en aquel momento alguien del cuadro el Hermano Mario nos había sugerido efectuar la tenida masónica a campo abierto en un lugar bien determinado, era suficiente hacerlo de noche, y bajo el manto del cielo de junio, no había aquella noche nubes, y la escasa l

uz de unas velas no opacaba el cielo majestuoso, y así fue que había transcurrido aquella noche masónica. El campo donde se había efectuado la tenida está situado sobre una colina y desde ahí se observa un extenso bosque, propio de la Sierra Madre Oriental. Una carretera angosta y abandonada nos llevó hasta ahí, pasado por delante de un puente es que llegamos hasta ahí, que nunca he visto un lugar así, más bien me pareció sombrío, pero no me pareció que no fuera propio para una tenida masónica, al contrario me pareció excelente: el lugar era propio de un rancho mexicano en su foso nadan los patos entre algunos mezquites. Vivimos tiempos difíciles, y la guerra, la delincuencia, hacen complicadas las cosas, para hacer tenidas lejos de la ciudad, aún así, sentí que algo nos protegía, a la vez que algo nos asechaba desde las sombras, algo que había sentido desde que habíamos llegado a ese punto geométrico, muy próximo a ese bosque cercano a la sierra madre. Recordaba años atrás en un lugar muy próximo donde estábamos para la Tenida, había mucha actividad ovni, algo común y a lo que ya muchos estábamos acostumbrados en ese lugar de México. Delante de donde estábamos se extiende el atrayente bosque; a la derecha, la carretera abandonada discurre a lo largo de un puente dañado por los Huracanes. He dicho que es un lugar muy solitario, y más ahora que pocos de la ciudad visitamos el campo, por cuestiones de la Guerra contra el Narcotráfico, ya habíamos encendido el fuego y todos cooperábamos para hacer nuestros guisos propios del Noreste de México, teníamos cerveza y ahí acamparíamos, poco a poco, comenzó la rica y picosa charla masónica, esa propia después de la Tenida, algunos contaban chistes y otros se disponían sólo a reír, así comenzamos a relajarnos y a disfrutar de la cena y de los cantos de los hermanos masones. Juzgad por vosotros mismos si digo la vedad, así son las cosas en Masonería. Mirando desde donde estábamos hacia la carretera poco transitada, se veía nos observaban, uno de los hermanos nos dice, no hay problema es Don Jacinto, le dije le haríamos una señal cuando termináramos, para que nos acompañara a cenar. De cuando en cuando escuchábamos las detonaciones de las metralletas en medio del silencio de la noche, todos sabíamos era la Marina Armada de México, abatiendo narcotraficantes. El pueblo habitado más próximo está en esa última dirección, a una distancia aproximada de siete u ocho kilómetros. El rancho más cercano y de cierta notoriedad estaba aún más lejos, a unos veinte Kilómetros a la derecha. La familia Don Jacinto nos explicó un hermano poseía antaño el desolado rancho las Colmenas, antes un prospero rancho fabricante de ladrillos cocidos a leña. Hay una leyenda que explica por qué fue abandonado por sus habitantes este extraño paraje; nos comentó Don Jacinto cuando se acerco con nosotros a cenar y beber cerveza. Pero ya hablaré de ella, nos dijo Don Jacinto, nuestro hermano nos dijo en ese momento que Don Jacinto era un viejo chaman un brujo descendiente de una famosa bruja mexicana, a lo que Don Jacinto afirmaba con la Cabeza, yo desde niño convivía con Brujos de la región, a lo que eso no me pareció nada extraño. El número de habitantes de nuestro rancho era muy pequeño dijo Don Jacinto. Excluyendo a los criados y a los habitantes de los ranchos anexos, estábamos solamente mi abuela, y mi abuelo el hombre más amable del mundo pero de edad bastante avanzada, y yo, que en la época en que ocurrieron los hechos que voy a narrar tenía solamente trece años- dijo Don Jacinto. Mi Abuela y Abuelo y yo constituíamos toda la familia. Mi Abuela, de una familia noble familia Judía, murió cuando yo era aún joven. Sin embargo, tuve una inmejorable instructora a Doña Camila, la que me terminó de instruir en estas cuestiones de Chamanismo… Me dijo Mario, Mario refiriéndose a nuestro hermano masón, que esta noche venderían masones. Fue que entonces comprendí, cuando menos yo, que todo era parte de un plan de nuestro Hermano masón Mario, para conocer a Don Jacinto el Chaman. Don Jacinto no parecía alguien inculto, seguramente su familia le había proporcionado una educación académica, pues su forma de comentar las cosas parecía tener conocimientos universitarios, a la vez de tener conocimientos que sobre pasaban a su instrucción académica, me dio la impresión incluso que la Masonería no le parecía ajena a Don Jacinto, y fue más evidente cuando extendió su mano derecha cuando pasó ante nuestra improvisada Ara, y obvio la extendió hacia ella, algo que para muchos pasó desapercibido, pero ese fue sólo el primer gesto evidente que Don Jacinto era Masón.- Fue entonces cuando Don Jacinto el Chaman comenzó a contarnos: El primer suceso que me produjo una terrible impresión y que aún ahora sigue grabado en mi alma , es al propio tiempo uno de los primeros sucesos de mi vida que puedo yo recordar – dijo Don Jacinto, fue cuando me enfrente a lo desconocido, ya para entonces obvio escuchábamos a Don Jacinto solamente Mario, otro masón y yo, los clásicos interesados y sin temores a lo desconocido, los demás hermanos habían prácticamente Huido de la conversación de Don Jacinto, no sé si solo era el hecho de haber dicho era Chaman, o más bien Don Jacinto era digamos alguien con cierto aire siniestro. Don Jacinto prosiguió con su relato: La Hacienda las Colmenas , como la llamábamos, aunque era sólo para mí, estaba en una habitación grandiosa del último piso de la casa central, y tenía el techo inclinado de teja roja . Tendría yo unos trece años cuando una noche, despertándome de pronto, miré a mi alrededor y no vi a nadie. Creí que estaba solo, pero había un sonido extraño como el de Avispas. No es que tuviera turbación o miedo ... Pues era una de aquellas afortunados jovencitos a quienes se había instruido en todo tipo enseñanzas de brujería, y por lo tanto estaba acostumbrado a no tener miedo, y los cuentos religiosos que Dios castiga enviando al Diablo a mortificarnos, y cosa , que vuelven a los niños temerosos ante una puerta que cruje o ante la sombra danzante que produce sobre la pared cercana la luz incierta de una veladora no le causaba temor. Si me eché a alejarme de esa presencia extraña y oscura fue porque me sentí amenazado por algo que no comprendía; pero, con gran maravilla, cuando aclare mi mente y pude encender el quinqué de petróleo vi al lado de mi cama un femenino rostro bellísimo que me contemplaba con aire seductor. Era una joven que estaba ahí arrodillada y tenía sus manos bajo mi colcha, pensé soñaría, pero no, estaba bien despierto. La observé con una especie de placentero aturdimiento, y cesé en mi temor hacia eso que creía maligno. La muchacha se acercó, se echó en mi cama, invitándome a acostarme con ella, lo hice y me abrazó fuerte, y me acariciaba, sonriendo. De repente, me sentí tranquilo y muy contento, y caí en su tentación, con una increíble sensación de placer sexual. En todo eso, nunca me paré a pensar si esa muchacha era un ser humano o una jovencita salida del infierno, o del cielo, pero lo que nunca dude era que fuera producto de mi imaginación, la jovencita era más que real, y sus placeres demasiado placenteros. De pronto vino a mi mente, y era de que en mi Hacienda y en los lugares cercanos, nunca la había visto antes, eso no me importó, pensé sería alguna nieta de Doña Carmen la nueva Cocinera. De pronto, me incorporé con la escalofriante sensación de que dos dagas me atravesaban el pecho profundamente. Proferí un potente grito. A pesar de mis trece años yo era fuerte, todo un caporal un jovencito hecho a la Brava del Campo, pero ella parecía incluso ser más fuerte que yo mucho, mucho mas fuerte, pues no podía quitármela de encima. En eso la jovencita dio un salto hacia atrás, cayendo al suelo, pues había puesto mi pierna entre los dos y fue la forma de quitármela de encima y me pareció que se escondía debajo de mi propia cama. Por primera vez, sentí miedo y me puse a gritar con todas mis fuerzas. La Cocinera, mi Abuelo y otros más acudieron precipitadamente, pero cuando les conté lo que me había ocurrido estallaron en risas – dijeron soñaba, a la vez que trataban de abrazarme. Aunque yo era un jovencito, recuerdo sus rostros palidecidos y su angustia pesimamente disimulada, mientras veían mi pecho herido y sangrante, mi abuelo gritaba te has herido con un machete o qué pasó. Las vi buscar debajo de la cama, por todos los rincones de la habitación, en el armario y oí susurrar a Doña Camila : -¡Mira! Alguien se ha echado en el rincón del cuarto, junto a la niña aún está ahí, es una bruja es una bruja. Recuerdo que Doña Camila comenzó a rezar me acarició y que las tres mujeres examinaron mi pecho, en el punto donde yo les dije que había sentido la punzada. Me aseguraron que no se veía como algo que pusiera en riesgo mi vida. Al día siguiente lo pasé en un continuo estado extraña serenidad: no podía quedarme a la luz del Sol, ni siquiera al amanecer. Recuerdo a mi Abuelo junto a mi cama, hablándome en tono serio, así como preguntando a Doña Camila y buscando de sus respuestas. A lo que Doña Camila le dice a mi Abuelo y a mí, lo visto la diablesa Lilith, no lo mato porque no quiso, ella volverá, y mirándome a mi me dice ahora que venga de nuevo sométela hijo, yo te diré como lo hagas como lo hagas. – Así terminó Don Jacinto su relato, pero y alcance a preguntarle bueno Don Jacinto y ¿volvió? Contesto Don Jacinto sí que volvió – contestó. y ¿cómo le hizo para someterla? , Don Jacinto soltó una carcajada diciéndome lo hice casándome con ella, yo le dije pues no mas así Don Jacinto, me respondió Don Jacinto ya viste que si me entendiste. Cuando se despidió de mi, mi lo hizo con el saludo correspondiente a como nos reconocemos los masones entre sí. 


Fraternalmente Vicente Alcoseri  



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