“DIOS (III)”
“Jehová Dios formo al hombre del polvo de la tierra, y soplo en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).
“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Co. 3:16).
Moisés como San Pablo hablan con conocimiento profundo, de tal modo que algunas de sus palabras son difíciles de comprender por su alegorismo esotérico; Lo anterior nos hace ver la dualidad humana, un cuerpo que es hechura de de las manos de Dios, como lo expresa San Juan en el primer capítulo de su evangelio, y el mismo San Pablo en Efesios 2:10, y una alma que es emanación directa de Dios al insuflarle en su nariz “Aliento de vida y fue el hombre un alma viviente” como lo dice Moisés en el Génesis y San Pablo lo repite en diferente forma en la Biblia.
La Biblia es insostenible si se lee en forma literal, es obvio que debe leerse bajo otra óptica o luz, una de ellas es el simbolismo alegórico, donde aparentemente al hablar de arcas, tabernáculos, templos y más cosas, solo lo hacen alegóricamente de la formación del hombre, de su cuerpo físico como el tabernáculo, templo y grial que es el contenedor del alma del hombre, que es una parte o chispa emanada de Dios a través de su aliento en la nariz de Adán.
Dios existe como poder y mente a un nivel superior al del universo, al cual es inmanente y trascendente a la vez; Se “dice” que cuando la Biblia menciona a Dios con “D” mayúscula, se refiere al Dios primero y único, y cuando lo hace con minúscula como dios, se refiere a dioses menores como el hombre.
El alma del hombre, su esencia y ser, es dios dentro de su propio universo personal, su cuerpo físico; Él es el director y arquitecto de su destino, y realidad que percibe y comprende de todo cuanto le rodea y es en su interior… La esencia del hombre es consciencia y es en ella que todo toma realidad para el ser.
“¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?, Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra, Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies” (Sal.8:4-6).
El hombre posee libre albedrio y posee la facultad de ser director y creador sobre las obras de Dios, circunscrito y condicionado por las leyes cósmicas que forman parte de naturaleza del mismo Dios.
El hombre posee libertad de acción, pero está sujeto a la ley del karma (2), la cual dice: “cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros de la misma manera. Lo que sembramos es lo que cosechamos. El karma es la eterna afirmación de la libertad humana. Nuestros pensamientos, nuestras palabras y actos son los hilos de la red que arrojamos sobre nosotros mismos” (Swami Vivekananda).
La acción lleva implícito el karma o Darma (2), y lejos de ser una ley de castigo o recompensa, es una ley que nos permite comprender y corregir el error en nuestro modo de sentir, pensar y actuar, dado que su acción es fundamental en la formación de nuestro destino… El hombre es dios dentro de su universo personal y responsable de sus actos y consecuencias.
Las leyes cósmicas de algún modo forman parte de la naturaleza de Dios, pero él no está directamente administrando cuanto fenómeno sucede en el universo ni en la tierra, sino que el universo tiene presencia y se desarrolla de acuerdo a estas leyes; El hombre forma parte del universo y por lo tanto está sujeto a estas leyes también, sin embargo su libre albedrio le da libertad de acción y decisión con sus efectos correspondientes modelando su destino, ésta es la respuesta a las guerras, conflictos y dificultades justas o injustas que se suceden dentro de la humanidad y que la gente clama ¿Por qué Dios permite esto?
Según la Cábala Hebrea el hombre es un microcosmos dentro de un macrocosmos, es un célula cuya especialización lo ubica alegóricamente formando parte de un órgano dentro de un cuerpo mayor que es el Adam Kadmón (1), así según su grado de especialización o consciencia, lo puede llevar a la parte más alta y especializada de ese macro ser, como el cerebro o mente.
Adán inicio el descenso como una chispa de luz partiendo desde una luz mayor en busca de consciencia, el ascenso es el retorno y reintegración de los seres al padre de donde partió, esto está representado alegóricamente en la Biblia con la parábola de los hijos que regresan al padre y le dan cuenta de la administración y utilidad obtenida con los denarios que recibieron al partir.
Dios está presente en cada partícula subatómica como en las grandes estructuras cósmicas, siendo el cuerpo y consciencia más desarrollada la que lo representa y manifiesta en mejor y mayor proporción en cada uno de los planos, de tal modo que el hombre puede considerarse “como” dios sobre la tierra, dado que es la representación y manifestación más cercana a Dios dentro de lo reinos mineral, vegetal, y animal.
Conclusión.
El presente es la última parte de una trilogía de tratados de un tema tan amplio y profundo como etéreo y abstracto como lo es Dios. Mis palabras están lejos de ser afirmaciones absolutas o infalibles, sino solo son reflexiones y meditaciones personales en un esfuerzo por comprender algo de lo que Dios pudiese quizás ser.
Dios está más allá del tiempo y el espacio por ser perfecto, absoluto e infinito, al menos es lo que “dicen” muchos escritores, pero esto no nos impide tratar de comprender lo que es Dios.
Todo escrito siempre será inconcluso, porque siempre habrá algo más que quedo en la mente de quien escribe, conceptos, formas o ideas arquetípicas que no pudieron concretizarse en palabras que le lo expresaran.
Todo hombre incluyendo al ateo, porta oculto en diferente grado y forma en su mente a un Dios personal y secreto, mismo que se va manifestando poco a poco en diferente forma y concepción; En algunas personas este Dios permanece en forma arquetípica en la oscuridad o penumbra de su psique por toda su vida, en otras cobra tal manifestación que es incomprensible para el resto de la humanidad; Dios forma parte de la naturaleza de la psique de todo hombre, porque él mismo se identifica con este Dios, y se ve de alguna manera reflejado en esa Deidad personal, de ahí la importancia que el hombre descubra esa parte de sí mismo, como una necesidad para llegar conocerse en una forma más amplia y profunda; Dios como el Universo forman uno solo en la comprensión del hombre, todo es uno, y ese uno es el hombre, porque para él la realidad inicia y termina en él mismo; Dios no necesariamente debe tener una connotación religiosa, las religiones no pueden existir sin un Dios, pero Dios no requiere de ninguna religión para existir.
En varias tradiciones de esoterismo místico, contemplan en alguna iniciación de sus grados, el drama alegórico de la muerte y resurrección, ésta es la representación de la caída y el regreso al padre por Adán.
El alma pierde consciencia de su identidad original al encarnarse, perdiéndose en los embustes del ego, la sociedad, y sus propias fuerzas instintivas, siendo esta última la piedra bruta que ha de pulir el obrero cantero hasta convertirla en piedra cubica, piedra fundamental y angular sobre la cual ha de elevarse el templo dedicado a Jehová Dios, el alma del hombre; El retorno alegórico de Adán al padre, inicia al recobrar el hombre consciencia de su propia esencia o ser, la identidad perdida del “Yo soy Yo”.
El paso del alma por el plano material es necesario para su evolución y ampliación de consciencia y facultades a través del conocimiento de uno mismo.
El hombre evoluciona al experimentar en el mismo el universo y los fenómenos que ahí se suceden; Sin embargo, tal experimentación en la mayoría de los humanos, tiene como punto y propósito conocer el objeto, no al observador, y en realidad se trata de experimentar a nuestro propio ser interior en el fenómeno de la experimentación, y descubrir en este proceso ¿Quién o que soy?... Obsérvate en lo observado, experimenta el cómo y el porqué experimentas en tal o cual forma, descubre al engañador, al pensador, al observador y al testigo… ¿Quién o que eres?
El retorno del hombre a los mundos divinos es interior, es a través de nuestro propio ser, el Cristo interior y personal de todo hombre, el ser, alma y esencia de todo humano, él es la luz del mundo que dice: “Yo soy la Resurrección y la Vida y el que cree en mi aunque este Muerto Vivirá”, “Yo soy el Camino La Verdad y La Vida; Nadie Viene al Padre si no es por Mi”.
Concluyo sin terminar, porque creo que la búsqueda, aparentemente será eterna.
“Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos hijos del altísimo; Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis. Levántate oh Dios, juzga la tierra; Porque tú heredaras todas las naciones” (Sal.82: 6-8)
Pax Vobiscum.
Lázaharo Hael.
Nota:
El presente son reflexiones y meditaciones personales, no necesariamente representan la opinión de la orden.
No escribo para todos, sin embargo, todo son invitados a leer.
Escrito el 10 de diciembre del 2012.
Glosario:
(1).-Adam Kadmón (Hebreo).- El Hombre arquetipo; la Humanidad. El "Hombre celeste" no caído en el pecado. Los cabalistas lo relacionan con los diez Sephiroth en el plano de la percepción humana. (W.W.W.) - [Es el Sephirah bisexual de los cabalistas] - En la Kabalah, Adam Kadmón es el Logos manifestado correspondiente a nuestro tercer Logos. El Inmanifestado es el primer ejemplar Hombre ideal, y simboliza el Universo in abscondito, o en su "privación" en el sentido aristotélico. El primer Logos es la "Luz del Mundo"; el segundo y el tercero son sus sombras gradualmente más densas.
(2).-Karma [o Karman] (Sánscrito).- Físicamente, acción; metafísicamente, la LEY DE RETRIBUCION, la Ley de causa y efecto o de Causación ética. Némesis, sólo en el sentido de mal Karma. Es el undécimo Nidna [o causa de existencia] en el encadenamiento de causas y efectos, en el Budismo ortodoxo; más aun, es el poder que gobierna todas las cosas, la resultante de la acción moral, el samskra metafísico, o el efecto moral de un acto sometido para el logro de algo que satisfaga un deseo personal. Hay Karma de mérito y Karma de demérito. El Karma no castiga ni recompensa; es simplemente la Ley única, universal, que dirige infaliblemente, y por decirlo así, ciegamente, todas las demás leyes productoras de ciertos efectos a lo largo de los surcos de sus causaciones respectivas. Cuando el budismo enseña que “el Karma es aquel núcleo moral (de todo ser), lo único que sobrevive a la muerte y continúa en la transmigración” o reencarnación, quiere decir simplemente que después de cada personalidad no quedan más que las causas que ésta ha producido; causas que son imperecederas, esto es, que no pueden ser eliminadas del universo hasta que sean reemplazadas por sus verdaderos efectos, y destruidas por ellos, por decirlo así, y tales causas –a no ser que sean compensadas con efectos adecuados, durante la vida de la persona que las produjo-, seguirán al Ego reencarnado, y le alcanzarán en su reencarnación subsiguiente hasta quedar del todo restablecida la armonía entre los efectos y las causas. Ninguna “personalidad” –mero conjunto de átomos materiales y de peculiaridades instintivas y mentales- puede continuar naturalmente como tal en el mundo del Espíritu puro. Sólo aquello que es inmortal en su misma naturaleza y divino en su esencia, esto es, el Ego, puede existir para siempre. Y siendo el Ego el que elige la personalidad que va a animar, después de cada Devachán, y el que recibe por medio de dichas personalidades los efectos de las causas Kármicas producidas, de ahí que el Ego, el Yo que es el “núcleo moral” de que se ha hecho mención, y Karma encarnado, sea “lo único que sobrevive a la muerte”. [Esta ley existe desde la eternidad, y en ella, porque es la Eternidad misma, y como tal, puesto que ningún acto puede ser coigual con la Eternidad, no puede decirse que obra, porque es la Acción misma. No es la ola la que ahoga al hombre, sino la acción personal del desdichado que marcha deliberadamente y se coloca bajo la acción impersonal de las leyes que gobiernan el movimiento del océano. El Karma no crea ni designa nada. El hombre es quien traza y crea las causas, y la ley kármica ajusta los efectos, y este ajustamiento no es un acto, sino la armonía universal que tiende siempre a recobrar su posición primitiva, como una rama de árbol, que si se dobla con violencia, rebota con la fuerza correspondiente.- Glosario Teosófico Helena P. Blavatzky.