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General: HISTORIA DE LA ORDEN DEL TEMPLE
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 05/04/2013 23:30
HISTORIA DE LA ORDEN DEL TEMPLE El comienzo de la Orden del Temple se sitúa históricamente en 1118, exactamente el día 13 de Enero, en Troyes, ciudad en la que tuvo lugar un importante concilio en el que participó San Bernardo, (Bernard, Abad de Clairvaux). El Papa Honorio n dio allí las reglas que regirían la Orden. Sin embargo, antes de su nacimiento oficial, fue necesario un periodo de gestación; así, veintidós años antes, en 1096, nueve caballeros, entre los que estaba Hugo de Payens, «decidían» ir a los Santos Lugares, para proteger y ayudar a los peregrinos. ¿Que podían hacer nueve caballeros con voto de pobreza y de castidad? Lo que la historia oficial no precisa es que esos nueve caballeros eran todos grandes iniciados, que cumplían órdenes de aquellos que la tradición universal llama «Los Superiores Desconocidos». Su misión era el crear una orden caballeresca y religiosa que, además del compromiso oficial de defender los Santos Lugares y la fe cristiana, debía permitir al Círculo Interior de la Orden establecer contactos ocultos con los iniciados musulmanes, mongoles, cabalistas y africanos, con la finalidad de reunir a todos los pueblos en una República Universal, donde reinaría la Hermandad y se volvería a los Misterios Iniciáticos transmitidos por una religión depurada de todo dogmatismo sectario. Esta «reconciliación Universal» debería concretarse en el plano físico con una República Democrática Mundial. El plan previsto estaba listo para materializarse. Fue entonces cuando los citados nueve caballeros consiguieron el apoyo de las autoridades eclesiásticas, principalmente el de ese gran iniciado que fue San Bernardo, para obtener una regla y ser así los primeros miembros de una Orden Caballeresca reconocida. El hecho de que los nueve caballeros viviesen en el lugar del Templo de Salomón, fue lo que llevó al Papa y al Concilio de 1118 a crear la Orden del Temple. Sin embargo, de una manera más oculta ese Templo simboliza también el alma humana, caída y encerrada en el mundo tridimensional que el Caballero debe reconquistar en una guerra santa. Cuando sabemos que el Templo se encuentra al nivel del Tercer Ojo, y que el caballero debe subir recorriendo todos los Chakras, desde el MuIhadhara-Chakra donde tienen su sede la Serpiente y la Diosa Kundalini, nos imaginamos ya la extrema dureza de esta Guerra Santa, en la que cada paso puede conducir a la muerte o a la locura. El comprometerse en esta lid, imposibilita el poder volverse atrás. El sendero es tan estrecho como el filo de una navaja y sólo un indomable valor puede permitir la llegada al tesoro del Templo Interior. Volvamos ahora a la Orden del Temple oficial. Como toda orden legítima y reconocida, recibe una regla, esto es, unos estatutos. Esta regla comprendía 72 artículos, algunos de los cuales serían revisados y mejorados posteriormente, sobre todo en lo referente a la jerarquía. 1) La Jerarquía de la Orden. Su jerarquía es rigurosa y muy bien elaborada. Estos son los diferentes cuerpos o «Grados» de la Orden: Los Hermanos Caballeros del Temple Los Hermanos Escuderos Los Hermanos Capellanes Los Hermanos Sargentos Los Criados y los Artesanos (reunidos en cofradías). Nadie podía llegar a Escudero y luego a Caballero, si no era noble. Posteriormente esta regla de nobleza se amplió a ciertos Hermanos Sargentos que hubiesen llevado a cabo actos heroicos. Aparte de esto, el Círculo interno Secreto incluía a no-nobles y a mujeres, ya que lo que importaba era el valor interno de los Hermanos y Hermanas, lo que, con frecuencia no tiene nada que ver con haber nacido o no en familia noble. Es ese Círculo Interno, el más poderoso que haya existido jamás, quien en nuestros días continúa llevando a cabo su trabajo de Luz, bajo la dirección del Gran Maestre real del Temple. En la Edad Media fue el Gran Maestre quien dirigía la pirámide total de la Orden. Su poder era considerable. Disponía de cuatro caballos para su uso personal. Su mano derecha mantenía el cetro o bastón de mando llamado «Ábaco» ante el cual todo Templario debía inclinarse. El Ábaco era un verdadero Cetro o Vara Mágica, debidamente cargado mediante una ceremonia secreta. Era un cetro de poder y un verdadero talismán, guiado por el círculo secreto del templo oculto quien lo dirigía psíquicamente. El Gran Maestre era también el guardián del estandarte de la Orden, el famoso Bauceant que no fue encontrado nunca, con su cruz templaría y la divisa de la Orden: «Non Nobis, Domine, non Nobis, Sed Nomini tuo DA GLORIAM» El segundo alto dignatario de la Orden era el Gran Senescal, quien la dirigía en ausencia del Gran Maestre. El tercer alto dignatario era el Gran Mariscal, quien reemplazaba a los anteriores en caso de ausencia de ambos. El Gran Mariscal era el principal responsable de las huestes del Temple. Podemos decir que de alguna forma, era el ministro del ejército. Existían otros altos dignatarios, por ejemplo los dirigentes de las encomiendas, llamados comendadores, cuyos poderes estaban limitados al territorio que les era confiado. Por otro lado los capellanes detentaban un gran poder religioso y eran los únicos que podían confesar a los caballeros. 2) La Disciplina en la Orden. Era una disciplina férrea, combinación de la disciplina militar y el espíritu religioso y monástico. Una palabra clave debía ser siempre recordada, era la Dignidad. En todos los casos, el Templario, y principalmente el Caballero, debía comportarse con dignidad. Así, las injurias y las palabras malsonantes eran siempre castigadas. Quien juzgaba y aplicaba las sanciones era el Capítulo, tras votación de todos los hermanos presentes y con el acuerdo del Comendador. También se practicaba la confesión pública, como en tiempos de los primeros cristianos. No nos extenderemos mucho sobre estos particulares, que han sido ya tratados ampliamente en otro lugar y no abordan más que el aspecto exterior, exotérico de la Orden del Temple. Tampoco nos detendremos en el aspecto litúrgico y religioso, abundante en una orden monástica y que todavía es practicado en nuestra época en abadías y conventos, principalmente en los de la Orden Benedictina. 3) La Recepción y la Iniciación a los Misterios. La Recepción en la Orden era una ceremonia magnífica, calcada de los misterios antiguos y que creaba en el futuro Caballero del Temple una impresión inolvidable y una notable elevación espiritual. Aunque ha sido ampliamente descrita en ciertas obras de divulgación, es necesario que comprendamos bien esta emotiva recepción, para poder tratar en los capítulos siguientes, los rituales secretos, claves de la iniciación medieval, continuadora de los antiguos Misterios de Tebas, Menfis, Eleusis, Delfos, Mitra, etc. Cuando el largo periodo probatorio concluía, el futuro Caballero del Temple, debía sufrir las pruebas de purificación, de notable dificultad y cuya duración era de tres meses. Al aspirante se le asignaban los trabajos domésticos, (ayudar en la cocina, en la limpieza, alimentar y cuidar a los caballos, mulos y camellos, etc.). Estas labores humildes debían ser efectuadas de buen grado, junto a los criados de la encomienda. Después, al llegar a la prueba espiritual, el aspirante era conducido a un cuarto sombrío, una mazmorra o incluso una cueva, donde debía pasar toda la noche. En dicho lugar, se había instalado previamente un pequeño altar, con una representación de Cristo en la Cruz. Se le exigía velar toda la noche, de rodillas sobre el duro suelo, orando, e identificándose así con el Cristo a fin de poder vivir los Misterios de la Crucifixión. Por la mañana, los dos caballeros padrinos iban a buscarlo y lo introducían en la sala octogonal donde estaba el Capítulo. Tras arrodillarse, debía contestar a un largo interrogatorio del Comendador de la Casa. El cuestionario, ritual y exacto se llevaba a cabo y el aspirante debía contestar sin rodeos a todas las preguntas. Estos son los fragmentos más importantes de las preguntas del Comendador: «Hermoso, dulce y querido Hermano, reflexionad sobre el hecho de que vuestra petición es una cosa enorme. Pues de nuestra Orden, vos no veis más que la cáscara externa....» « ¿Tenéis esposa, novia o amante? « ¿Habéis sido enrolado en otra orden? ¿Habéis efectuado otros votos o promesas?». « ¿Tenéis alguna deuda que no podáis pagar, vos o vuestros amigos?» « ¿Estáis sano de cuerpo? « ¿Habéis dado o prometido dinero a alguien para así facilitar vuestra admisión entre nosotros? « ¿Sois diácono, o presbítero? « ¿Estáis excomulgado? «Tened cuidado. No cometáis perjurio, de lo contrario, perderéis la casa.» « ¿Prometéis a Dios Todopoderoso y a María, Madre de Dios, que obedeceréis durante toda vuestra vida al Gran Maestre de la Orden y al Comendador bajo las órdenes del cual viváis?». Estos extractos del largo interrogatorio ritual, muestran la relación con los Antiguos Misterios, en los que el aspirante debía también sufrir unas pruebas iniciáticas y contestar a un cuestionario ritual. A cada pregunta debía contestarse la frase ritual: « Sí, Señor, si Dios lo quiere», Ved la analogía existente con el «Inch'Allah» de los Asesinos Ismaelitas. Seguidamente tenía lugar la recepción propiamente dicha. Tras el sermón solemne el Caballero era revestido con los cordones rituales y el manto blanco con la cruz roja. Seguidamente, el Comendador lo recibía besándolo en la boca, como símbolo de la transmisión del aliento sagrado. Así se efectuaba la recepción ritual y la consagración del nuevo Caballero del Temple, al menos según los documentos y las reglas que han llegado hasta nosotros. Vamos a estudiar el desarrollo de la Iniciación secreta, transmitida a ciertos Caballeros dignos y que eran aceptados por unanimidad, para ser miembros del círculo interno. El Temple Oculto. Sólo algunos fragmentos de esta excepcional iniciación han llegado hasta nosotros, deformados a un fin bajo y vil, según se mantuvo en el mezquino proceso de principios del siglo XIV. Tanto las claves de la iniciación secreta, como la ceremonia de los poderes del ojo frontal, van a ser aquí transmitidos bajo una forma de autoiniciación. El tiempo en que estos secretos deben ser transmitidos ha llegado. Esta es mi contribución a la rehabilitación de los Templarios, cuya única culpa fue el haber querido la felicidad universal. Con toda seguridad, algunos abusos locales pudieron tener lugar en la vida de la Orden, aquí y allá. Pero, ¿no ocurre siempre así con todo lo humano? Incluso la Iglesia Cristiana, ante la que fielmente nos inclinamos, ¿no tiene también páginas negras en el gran libro de sus 2000 años de existencia?


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