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General: Conócete a ti mismo –
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 01/09/2013 18:31
Conócete a ti mismo –
En las antiguas Escuelas de Misterios Iniciáticos los adeptos conocían las internas en los humanos dimensiones de la sombra y de la luz: la muy personal, la colectiva, la familiar, la astrológica y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los iniciados grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy famosos y siguen conservando en la actualidad todo su esotérico sentido. En el primero de ellos, «Conócete a ti mismo», los iniciados del dios de la luz aconsejaban algo que nos incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro, y tu gran potencial luminoso, para que conociéndoles despiertes en tu lo bueno, y domines tu lado negativo. Nosotros los masones somos herederos directos de la mentalidad griega pero al paso del tiempo hemos preferido ignorar a la sombra, y declarar que dentro de nosotros no hay esa Gran Luz, ese elemento negativo que perturba nuestra personalidad, y esa Gran luz que preferimos no se manifieste. El Esoterismo griego, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos. Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Lucifer , el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios de luz a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con cornamenta y pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos. Hoy el masón reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando: «En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores- como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares constituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad». Nada en exceso dicen los sabios griegos. La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Esto, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva- ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones. Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos. ¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra inconsciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo. No podemos conocernos si no nos auto observamos, si no nos estudiamos a nosotros mismos, si supieran de otro método, descubrirían algo revolucionario, pero mientras no encontremos ese otro método , a idea es observarnos constantemente, y literalmente usar cualquier cosa a la mano, o cualquier situación de la vida para dar con eso que necesitamos, que es el conocernos. A final de cuentas, para qué conocernos y la respuesta es, sólo quien conoce una maquina, sabrá repararla y darle buen uso. Conocer la maquina humana que somos es sacarle todo el provecho posible, y a final de cuantas hacerla inmortal.


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