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Iniciación
Si la luz que hay en ti es oscuridad, cuán grande es esa oscuridad".
Es el Cristo interno el que es el Primer Iniciador. La entrada al
Sendero ha de buscarse dentro, no fuera, pues es un estado de
consciencia exaltada. Pero una vez que se alcanza esa consciencia, el
Sendero es objetivo. Algunos instructores declaran que el Sendero es
enteramente subjetivo, diciendo que la meta de la iniciación es el
perfeccionamiento del hombre, otros enseñan que la iniciación es una
experiencia astral, mientras que el pensamiento popular cree a menudo
que el hombre que busca la iniciación la encontrará en algún remoto
distrito detrás de altos muros. Ninguno de estos conceptos contiene la
verdad entera, pero hay un elemento de verdad en todos ellos.
A fin de alcanzar la iniciación es necesario elevar la consciencia a
un grado superior al que es común entre la humanidad corriente. La
consciencia no sólo debe trascender los cinco sentidos físicos, sino
que debe trascender también el psiquismo ordinario si es que ha de
conseguirse la experiencia que es designada en estas páginas por el
término iniciación. La iniciación es una experiencia espiritual, no
astral; el candidato traspasa el foco de su consciencia de la
personalidad, la unidad de encarnación, a la individualidad, el ego
inmortal, o unidad de evolución, y la consciencia de la
individualidad, siendo abstracta, es capaz de aprehender las cosas del
espíritu que no tienen manifestación en los planos de la forma.
El iniciado transfiere el foco de su consciencia de la personalidad a
la individualidad, y por lo tanto le son perceptibles cosas que están
escondidas al hombre ordinario. Vive en una evolución, no en una
encarnación, y consiguientemente todos sus valores son cambiados. El
puede ver profundamente en el reino de las causas, percibiendo hechos
que fermentan en los planos internos mucho antes de que se hagan
manifiestos en el externo; por o tanto tiene el don de la profecía.
Viendo las causas, puede a menudo controlarlas; parece por tanto tener
poderes mágicos. Operando sobre los planos superiores, que actúan
como niveles controladores para los planos inferiores, puede equilibrar
fuerza contra fuerza arrojando su voluntad en la balanza; y cambia así
la emisión de sucesos sobre el plano físico. Son estas cosas las que
hacen que se considere que el iniciado posee poderes mágicos; el
iniciado consigue sus fines empleando los poderes de su Ser Superior en
los planos superiores, igual que lo hace el caminante cuya oración
consigue una respuesta.
El Sendero que conduce a la iniciación es el modo de vida que capacita
a un hombre para elevarse por encima de los deseos y limitaciones de su
personalidad y vivir en su Ser superior, y la experiencia de la
iniciación es la transferencia de consciencia de la personalidad a la
individualidad.
Un hombre pone el pié sobre el Sendero inmediatamente que desea
hacerlo. Este es el primer paso, y uno muy simple. Pero es sólo por la
continuación del deseo que pone un pié detrás del otro, lo que es el
recorrido del Sendero. Son muy pocas las almas que mantienen un deseo
lo suficientemente constante como para capacitarlas en hacer un
progreso perceptible; pero el deseo, persistentemente continuado, se
encontrará luego que ha conseguido la meta deseada, y el candidato
será puesto en posesión del conocimiento necesario para permitirle
hacer un progreso a propósito, y dirigir sus esfuerzos a un fin
definitivo. Es por esta razón que los Maestros encuentran y sostienen
organizaciones tales como la Sociedad Teosofica, la sociedad
Antroposofica, la Fraternidad Rosacruz, y muchas otras, menos conocidas
pero no por ello menos útiles, y a todas ellas, esos que han visto la
aurora darán su apoyo en gratitud por la luz que han recibido, y a fin
de que el Sendero pueda hacerse más sencillo para otros.
Por medio de los libros y las conferencias de sociedades tales como
éstas, el candidato aprenderá que su sueño tiene un cimiento en el
hecho, y que su impulso interno está fundado sobre un instinto
verdadero; le darán un mapa del Sendero, aunque nadie sino él puede
recorrerlo. De ellas aprenderá el origen del hombre como una
potencialidad divina, su evolución a través de las experiencias
séptuples de la forma, y de su trascendencia última del a forma en el
desarrollo de la realidad espiritual, aprenderá sobre los siete planos
y las posibilidades de esos planos, y sabrá también de la existencia
de los Maestros.
Habiendo aprendido todas estas cosas, habiendo, como si fuera,
adquirido la teoría de la ciencia esotérica, ¿Cómo ha de traducir
el candidato esa teoría en práctica? ¿Cómo ha de experimentar
personalmente lo que lee? Puede conseguir la percepción del plano
astral por el uso de la autohipnosis y las drogas; el método es
simple, pero las consecuencias son desastrosas para el Ser superior.
Puede también traer el astral a la manifestación sobre el plano
físico por el uso de la magia. El conocimiento de estos métodos, sin
embargo, está cuidadosamente guardado, y no se obtienen fácilmente,
ni puede ser usado por nadie de modo seguro excepto por un Adepto.
El modo de conseguir un conocimiento personal de los mundos superiores
puede decirse fácilmente, aunque no pueda ser practicado tan
fácilmente. Los sentidos de la individualidad pueden conocer estos
mundos; si por lo tanto los aspectos superiores del hombre, la
naturaleza espiritual y el poder del pensamiento abstracto, se cultivan
hasta que hayan alcanzado un grado considerable de desarrollo, y si el
foco de la consciencia se transfiere de la personalidad, la unidad de
encarnación, a la individualidad, la unidad de evolución, se
encontrará que es posible desarrollar más estos aspectos de la
naturaleza, hasta que el universo sea aprehendido en términos de
pensamiento abstracto e intuición espiritual. La transferencia del
foco de la conciencia se consigue transfiriendo el foco del deseo por
las cosas de los sentidos a las cosas del espíritu. No es suficiente
que la voluntad esté dirigida a un objetivo espiritual; debe
alcanzarse un etapa de desarrollo en la cual los deseos espontáneos
sean también dirigidos allí. Muchos pretendientes a iniciados
comenten el error de pensar que la voluntad de iniciarse es suficiente,
pero no es éste el caso; la mayoría de los deseos de la naturaleza,
tanto consciente como subconsciente, deben ser vueltos de las cosas de
los sentidos hacia las cosas del espíritu; y puesto que la mente
subconsciente contiene mucho que concierne a la infancia de la raza y
tiende hacia la materia en sus formas más densas, es necesario
extender la consciencia lejos en lo que es usualmente el territorio de
la subconsciencia a fin de asegurarse la asimilación de los deseos
instintivos para las metas de la naturaleza espiritual.
A fin de conseguir esta asimilación debemos primero conocernos en
nuestros aspectos más primitivos, y sublimar entonces esos aspectos
hasta que puedan ser asimilados por la personalidad; pues hasta que la
personalidad misma no haya sido integrada, no podrá buscar
deliberadamente, y por su propia volición iluminada, la culminación
de su vida en los ideales de la individualidad. Esta es la apoteosis de
la personalidad; es por esto que el hambre del alma está siempre
gritando, pues no puede encontrar satisfacción en las cosas de los
sentidos. La unión con el aspecto divino del ser, el dios Interno,
debe preceder a la percepción del dios del todo del que no es sino una
parte. El nivel espiritual de la naturaleza del hombre no es sino una
porción circunscripta del Espíritu Uno, el Todo, el aspecto Noumenal
de la manifestación. Para aquello que es en sí Noumenal, o una
realidad subyacente, no puede haber satisfacción en lo que es
fenomenal, o de la naturaleza de la experiencia proyectada. La chispa
de la Luz Divina, que es el núcleo del ego reencarnante, o
individualidad, debe asociarse con sus iguales si es que ha de conocer
la compañía; el aspecto espiritual del instinto de asociación sólo
puede alcanzar la satisfacción a través de la unión con el
Espíritu; no tiene lugar de reposo en el mundo de los fenómenos, y si
alguna vez la conciencia ha sido elevada a la aprehensión de las
realidades espirituales aparte de las experiencias en el mundo de la
forma, nunca aceptará de nuevo como válido nada que no tenga un
núcleo noumenal. Tal realidad, una vez experimentada, trayendo, como
lo hace, la satisfacción completa de la vida misma, no de cualquier
apetito saciado, forma el tipo de toda satisfacción futura y determina
su validez. Si tal experiencia tiene lugar alguna vez en la historia
del ego encarnante, nunca se olvidará, sino que será llevada adelante
vida tras vida, e impresa en el subconsciente de la personalidad, la
unidad de encarnación, hasta el tiempo en que la evolución haga
posible para aquello que es ultra-consciente el hacerse consciente.
La primera iniciación consiste en el relámpago de consciencia
cósmica en la que el ego ve con los ojos del espíritu en vez de con
los ojos de la carne. Esto sólo se consigue por la exaltación de la
consciencia, y viene desde dentro. Pero habiendo sido conocida tal
experiencia, para reproducirla en cualquier encarnación posterior es
necesario sólo vincular la consciencia con la subconsciencia por medio
de una cadena asociativa, a fin de traer este aspecto particular de
contenido subconsciente a la percepción consciente. Esto se consigue
por medio de la iniciación ritual, y el simbolismo del ritual empleado
está destinado a la consciencia a lo largo de la cadena asociativa
apropiada, lo que terminará en la memoria de la Luz de la Realidad.
La iniciación ritual no puede hacer más que esto, pero es suficiente;
pues en la Gran Luz, la Maestría está comprendida. El psíquico
desarrollado o el mago completamente entrenado pueden convertirse en un
Adepto sobre todos los planos del cubo de manifestación, pero detrás
yace algo más, que tiene sus afinidades con eso que, en relación con
el universo solar; es inmanifestado, siendo Cósmico. Nadie puede
llamarse iniciado que no haya experimentado la consciencia cósmica.
Pasar a través de los grados de los Misterios Mayores sin ella puede
no significar más que un cataclismo físico, siendo cegados los ojos
por un exceso de luz para el que la consciencia no tiene símbolo
alguno con el que interpretarla; por otra parte, el neófito, si está
preparado adecuadamente, puede ver la Luz detrás de los símbolos y
recibir la iluminación.
Si las páginas anteriores han de entenderse, no deben interpretarse en
su significado literal o verbal. Esas cosas que pretenden describir no
tiene palabras o imágenes en lenguaje para representarlas. A fin de
llegar a su significado el lector deberá interpretarlas por medio de
experiencia análogas que le sean propias. Si no tiene una experiencia
análoga, no recibirá la impresión que se pretende transmitir, y, sin
faltarle razón, considerará estas cosas como tonterias. A uno así no
puedo ofrecerle nada; el tiempo evolutivo debe hacer su trabajo.
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