Encendiendo de nuevo nuestra Propia Luz.
La antigua tradición gnóstica afirma que esta vida sólo la soñamos y que nuestra realidad está en un lugar de más claridad y luz. Pero cuidado, este sueño siempre termina en pesadilla, así que mejor despertemos a tiempo. Al recordar quienes somos en realidad, vamos dándonos cuenta poco a poco de quienes somos en Verdad. Comencemos hablando de la Luz interior. A los dos o tres años de edad todo nuestro psiquismo irradia energía y disponemos de lo que bien podríamos denominar una esencia lumínica de 360°. Un niño riendo , por ejemplo, es una esfera pletórica de gran energía, por ello la masonería recurre a ubicarnos en edades de tres o cinco años, a los mas siete, hablando claro de la masonería tal como fue concebida. Pero un buen día, sin embargo, escuchamos a nuestros padres decir cosas tales como: « ¿Puedes estarte quieto de una vez?» o « ¡Deja de reír no me dejas escuchar!» y descubrimos atónitos que les molestan ciertos aspectos de nuestra esencia lumínica. Entonces, para seguir siendo merecedores de su amor comenzamos a arrojar todas aquellas facetas de nuestra esencia lumínica que les desagradan en un saco invisible que todos llevamos con nosotros. Así comenzamos a ir a la escuela ese bulto ya es considerablemente grande. Entonces llegan los maestros y nos dicen: «Nuestro país es este, y está limitado al norte con tal país y al sur con tal otro país » de modo que amordazamos también nuestra liberad y la echamos en el saco. Recuerdo que cuando niños, muchos de los juegos eran sutilmente condicionantes, el juego de las escondidas y trata de encontrarme, un juego que revela muy claramente lo abarrotados que se hallaban nuestros sacos, pues nos tratamos de ocultar de los demás, y trata tú de dar conmigo. En la escuela secundaria nuestro lastre sigue incrementándose. La paranoia que sienten los adolescentes respecto de los mayores no es enfocada pues ahora ya no son sólo estos últimos quienes nos reprimen sino también nuestros mismos compañeros de clases. Recuerdo que durante mi estancia en la secundaria me dediqué a intentar imitar a John Travolta y todo lo que no coincidía con esa imagen ideal iba a parar al saco, la película Fiebre del Sábado por la noche una film verdaderamente condicionante y negativo, el desprecio a la mujer, el suicidio, la riña, la falta de buenas costumbres, en aquel tiempo no lo advertía así, mi compañero de fiestas de cuando yo tenía 14 años tomo tan enserio su rol de Travolta que se convirtió en algo muy parecido, a tal punto que le compusieron una canción de éxito llamada “Sergio el Bailador”, yo por fortuna y aunque y encamine a Sergio en sus andadas, me convertí de los 15 a los 19 años en un poderoso monje, recuerdo que decía tal día a tal hora sucederá esto o aquello y sucedía, me di cuenta que lo que decían era realidad era solo una plastilina en nuestras mentes. En la actualidad mis pequeños nietos están atravesando ese proceso de condicionamiento social, ya de mayores su luz será opacada y dejada de lado . Resulta desalentador percatarse de la extraordinaria cantidad de cosas que van echando en su saco pero nadie podemos hacer nada para evitarlo, ellos tendrán que encajar en la sociedad, y si tienen suerte o ganas, irán en busca de lo que verdaderamente son. Los niños de hoy, por ejemplo, sufren tantos agravios bullying de sus compañeras como de sus compañeros y sus decisiones parecen estar dictadas por la moda o por ciertas imágenes colectivas sobre la manera de comportarse. A muchos de mis hermanos en Logia les enseñaron a envidar en lugar de esforzarse por lograrlo, ya vemos como la religión desde la cristiana hasta la religión socialista les dicen a sus acólitos “Ser rico es malo, muy malo” lo dijo el Nefasto Hugo Chávez, un izquierdista clásico, en las religiones todo es malo, todo es negado, sólo la envida es lo que reina. Somos una preciosa esfera de energía que va menguando con el correr del tiempo y al llegar los veinte años no queda de ella más que una magra rebanada. Imaginemos a un hombre de unos veinticuatro años cuya esfera ha enflaquecido hasta el punto de convertirse en una escuálida rodaja de energía (el resto está escondido en un oscuro y mal oliente saco) liberémonos de los malos esquemas. Ese par de rebanadas que nos quedan de luminosidad -que ni siquiera juntas llegan a constituir una persona completa, plena y feliz- se unen en una ceremonia denominada matrimonio. No es de extrañar, por tanto, que el matrimonio suponga el descubrimiento de nuestra propia soledad, al no poder encajar con nadie, y surge el divorcio, ya legal o los dos en casa, pero tú por tú lado yo por el mío. A pesar de todo lo dicho, nos mentimos al respecto y cuando nos preguntamos a nosotros mismo «¿Qué tal nos ha ido la vida? » no dudamos en respondernos automáticamente «¡ Mi Luz sigue encendida! » pero seguimos dañándonos con envidas, rencores, desánimos, odios etc. Pero podemos de nuevo Encender esa Luz, y es lo que siempre ha tratado de enseñarnos la Masonería. – Alcoseri
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Pero un buen día, sin embargo, escuchamos a nuestros padres decir cosas tales como: « ¿Puedes estarte quieto de una vez?» o « ¡Deja de reír no me dejas escuchar!» y descubrimos atónitos que les molestan ciertos aspectos de nuestra esencia lumínica. Entonces, para seguir siendo merecedores de su amor comenzamos a arrojar todas aquellas facetas de nuestra esencia lumínica que les desagradan en un saco invisible que todos llevamos con nosotros. Así comenzamos a ir a la escuela ese bulto ya es considerablemente grande. Entonces llegan los maestros y nos dicen: «Nuestro país es este, y está limitado al norte con tal país y al sur con tal otro país » de modo que amordazamos también nuestra liberad y la echamos en el saco. Recuerdo que cuando niños, muchos de los juegos eran sutilmente condicionantes, el juego de las escondidas y trata de encontrarme, un juego que revela muy claramente lo abarrotados que se hallaban nuestros sacos, pues nos tratamos de ocultar de los demás, y trata tú de dar conmigo. En la escuela secundaria nuestro lastre sigue incrementándose. La paranoia que sienten los adolescentes respecto de los mayores no es enfocada pues ahora ya no son sólo estos últimos quienes nos reprimen sino también nuestros mismos compañeros de clases. Recuerdo que durante mi estancia en la secundaria me dediqué a intentar imitar a John Travolta y todo lo que no coincidía con esa imagen ideal iba a parar al saco, la película Fiebre del Sábado por la noche una film verdaderamente condicionante y negativo, el desprecio a la mujer, el suicidio, la riña, la falta de buenas costumbres, en aquel tiempo no lo advertía así, mi compañero de fiestas de cuando yo tenía 14 años tomo tan enserio su rol de Travolta que se convirtió en algo muy parecido, a tal punto que le compusieron una canción de éxito llamada “Sergio el Bailador”, yo por fortuna y aunque y encamine a Sergio en sus andadas, me convertí de los 15 a los 19 años en un poderoso monje, recuerdo que decía tal día a tal hora sucederá esto o aquello y sucedía, me di cuenta que lo que decían era realidad era solo una plastilina en nuestras mentes. En la actualidad mis pequeños nietos están atravesando ese proceso de condicionamiento social, ya de mayores su luz será opacada y dejada de lado . Resulta desalentador percatarse de la extraordinaria cantidad de cosas que van echando en su saco pero nadie podemos hacer nada para evitarlo, ellos tendrán que encajar en la sociedad, y si tienen suerte o ganas, irán en busca de lo que verdaderamente son. Los niños de hoy, por ejemplo, sufren tantos agravios bullying de sus compañeras como de sus compañeros y sus decisiones parecen estar dictadas por la moda o por ciertas imágenes colectivas sobre la manera de comportarse. A muchos de mis hermanos en Logia les enseñaron a envidar en lugar de esforzarse por lograrlo, ya vemos como la religión desde la cristiana hasta la religión socialista les dicen a sus acólitos “Ser rico es malo, muy malo” lo dijo el Nefasto Hugo Chávez, un izquierdista clásico, en las religiones todo es malo, todo es negado, sólo la envida es lo que reina. Somos una preciosa esfera de energía que va menguando con el correr del tiempo y al llegar los veinte años no queda de ella más que una magra rebanada. Imaginemos a un hombre de unos veinticuatro años cuya esfera ha enflaquecido hasta el punto de convertirse en una escuálida rodaja de energía (el resto está escondido en un oscuro y mal oliente saco) liberémonos de los malos esquemas. Ese par de rebanadas que nos quedan de luminosidad -que ni siquiera juntas llegan a constituir una persona completa, plena y feliz- se unen en una ceremonia denominada matrimonio. No es de extrañar, por tanto, que el matrimonio suponga el descubrimiento de nuestra propia soledad, al no poder encajar con nadie, y surge el divorcio, ya legal o los dos en casa, pero tú por tú lado yo por el mío. A pesar de todo lo dicho, nos mentimos al respecto y cuando nos preguntamos a nosotros mismo «¿Qué tal nos ha ido la vida? » no dudamos en respondernos automáticamente «¡ Mi Luz sigue encendida! » pero seguimos dañándonos con envidas, rencores, desánimos, odios etc. Pero podemos de nuevo Encender esa Luz, y es lo que siempre ha tratado de enseñarnos la Masonería. – Alcoseri