Hay una diferencia tremenda entre la mentalidad del hombre y la de los animales. Esta diferencia está obligada a tener un efecto profundo sobre la percepción que el animal tiene del mundo externo. Pero, como y en que? Esto es precisamente lo que no sabemos y lo que debemos empeñarnos en establecer. Para hacer esto debemos volver una vez mas a nuestra percepción del mundo y examinar minuciosamente como lo percibimos; y entonces deberemos ver como el animal, con su limitado conjunto mental, debe percibir al mundo. Primero de todo, debemos tomar nota del hecho de que, con respecto al aspecto y la forma externos del mundo, nuestra percepción es EXTREMADAMENTE INCORRECTA. Sabemos que el mundo consiste en sólidos, pero siempre vemos y tocamos solamente superficies. Nunca vemos o tocamos un sólido. Un sólido es ya un concepto, compuesto por una cantidad de representaciones puestas juntas por medio de razonamiento y experiencia. Para la sensación directa solo existen superficies. Las sensaciones de peso, masa y volumen, que asociamos mentalmente con un "solido", en realidad están conectadas para nosotros con las sensaciones de superficies. Solo sabemos que esta sensación de superficies proviene de un sólido, pero nunca sentimos al solido mismo. Tal vez sea posible llamar a la sensación compuesta de superficies, peso, masa, densidad, resistencia y demás, "sensación de un sólido". Pero mentalmente estamos obligados a vincular todas estas sensaciones en una sola y llamar, a esta sensación general, un sólido. Sentimos directamente solo las superficies, y luego, separadamente, el peso; nunca sentimos la resistencia de un sólido, como tal. Pero sabemos que el mundo consiste en superficies, sabemos que vemos al mundo incorrectamente. Sabemos que nunca vemos al mundo como REALMENTE ES, no solo en el sentido filosófico de esta expresión, sino incluso en el sentido geométrico mas corriente. Nunca hemos visto un cubo, una esfera, etc., solo hemos visto siempre superficies. Comprendiendo esto, corregimos mentalmente lo que vemos. Detrás de las superficies pensamos lo sólido. Pero nunca podremos representarnos un sólido; no podemos representar un cubo o una esfera en perspectiva, sino desde todos los lados a la vez. Está claro que el mundo no existe en perspectiva; empero, somos incapaces de verlo de cualquier otro modo. Todo lo vemos solo en perspectiva, o sea, al percibirlo, deformamos al mundo con nuestro ojo. Y sabemos que lo deformamos. Sabemos que no es como lo vemos. Y mentalmente corregimos de continuo lo que el ojo ve, substituyendo el contenido real de aquellos símbolos de las cosas que nuestra vista nos muestra. Nuestra vista es una facultad compleja. Consiste en sensaciones visuales, más la memoria de las sensaciones del tacto. Un niño trata de tocar todo lo que ve: la nariz de su nodriza, la luna, la danzarina mancha de luz solar que se refleja en la pared. Solo gradualmente aprende a distinguir entre lo cercano y lo lejano mediante la vista sola. Pero sabemos que hasta en los años maduros estamos sujetos fácilmente a ilusiones ópticas. Vemos objetos distantes como chatos, o sea, incluso más incorrectamente, pues el relieve es, después de todo, un símbolo que indica cierta propiedad de los objetos. A gran distancia, un hombre se perfila para nosotros en una silueta. Esto ocurre porque a gran distancia nunca podemos tocar nada, y nuestro ojo no fue instruido para advertir las diferencias en las superficies que, a corta distancia, se sienten con las puntas de los dedos. Jamás podemos ver siquiera un trocito del mundo externo como es, vale decir, tal como sabemos que es. Nunca podremos ver un escritorio o un armario simultáneamente desde todos los lados, lo mismo que dentro. Nuestro ojo deforma al mundo externo de cierto modo que nos permite, al mirar alrededor, determinar la posición de los objetos en relación con nosotros. Pero no es posible mirar al mundo desde otro punto de vista que no sea el nuestro. Y nunca podemos tener una visión correcta de él, una visión que no esté deformada por lo que ven nuestros ojos. |