Una Historia no explicable
Cuenta
una historia que había un hombre llamado Artemio, vivía como cualquier otro en este bello pero
ruin planeta, y todo parecía que su vida terminaría como cualquier otro, un
hombre común y corriente.
Pero, una
noche mientras caminaba por una solitaria calle se le apareció un hombre alto y
moreno , que dijo ser el Maestre Hiram Abiff, el famoso arquitecto del Templo
de Jerusalén.
Hiram le
dijo, mañana ve a tal punto al pie del Cerro
de la Silla, ahí una cueva aparecerá y tú entraras en ella.
Artemio,
confundido y tembloroso, le dijo a su
esposa y a sus hijos de lo que le había ocurrido. Su familia pensó estaba Loco.
Artemio, acudió
al punto señalado, y ahí encontró a un anciano, que luego de conversar un
tiempo con Artemio, y contarle la historia, el anciano no precisó cuál era la idea.
Artemio
era educado, y eso al anciano le pareció que no estaba tan loco, comían unos
tacos, y mientras conversaban, apareció de nuevo el Maestre Hiram Abiff, y le
señaló la cueva, y el anciano y Artemio penetraron en ella.
Ahí,
vieron grandes tesoros, y muchas
personas extrañas ahí, Hiram estaba a lado de ellos, y los habitantes de la
cueva les ofrecían los tesoros, pero Artemio y el Anciano, miraban hacia Hiram
y este les decía que no aceptaran nada.
Y es que
Hiram probaba el temple de Artemio y el
Anciano no era otro que un masón de la localidad que servía de testigo.
Artemio y
el Anciano, abandonaron la cueva, y
luego de ello Artemio comenzó a mostrar
indudables indicios de iluminación.
Curaba enfermos, adivinaba el futuro, hacia donativos, y su conocimiento
de los misterios ocultos se volvió más y más profundo.
Clérigos
y científicos y otros visitaban a Artemio y le preguntaban: ¿con quién has
aprendido esto?
Artemio
era sincero y les decía no saberlo.
Él decía yo
antes era un hombre como ustedes, y de
pronto todo cambio para bien.
La gente
acudía a conocer a Artemio y recibir de sus enseñanzas profundas.
Y a todos
les contaba de su contacto con el Maestre Hiram Abiff, y de su contacto de
esencias espirituales con Él. Artemio luego le dio por contar historias en
forma de cuentos.
Todos decían,
pero este comportamiento es inexplicable no arroja luz sobre sus extraños dones
y maravillosas pruebas de sapiencia.
Pasó el
tiempo, y de esa manera los biógrafos construyeron alrededor del Artemio, miles
de historias estimulantes y maravillosas, porque todos los hombres como Artemio
deben tener historias alrededor de ellos, pero las historias deben estar con
concordancia con el apetito del oyente, pero más allá de apetito deben estar
encaminadas a despertar a quien escucha todo esto, pero más en concordancia con
la realidad espiritual que es invisible a la mayoría.
Hoy ya
nadie se permite hablar de Artemio, ni del anciano masón, ni de la cueva
misteriosa en el Cerro de la Silla en Monterrey, Nuevo León, México, ni mucho
menos hablar de Hiram Abiff el maestro constructor del Templo dedicado a Dios
en Jerusalén.
Es por
ello que escribo esta historia, que es verídica, es la vida de quien fue mi
Maestro cuando fui un jovencito. Alguna vez, igual yo visité la mencionada
cueva, y creo es más que todo un trámite
a pasar, de que no soy las joyas, ni el oro, ni el poder terrenal lo que nos mueve, sino el
camino a estar en contacto directo con la divinidad.
Debo dejar
claro que Artemio no se llamaba así, sino que tenía otro nombre, pero este jamás lo revelare, a él nunca le agrado se
mencionara su nombre, porqué él era un verdadero iniciado, con una trayectoria
verdaderamente impersonal.
Alcoseri.