La fuente de donde surge el mito de Hiram Abiff
Se afirma por expertos en la Materia Masónica que el Sufí Husayn Manusur Hallaj fue la fuente de inspiración del Mito Masónico de Hiram Abiff, esto fue tomado cuando los antiguos templarios tuvieron contacto con el misticismo islámico(Sufismo), vemos un fragmento de esta Historia, pero si bien este Santo Sufí, fue ejecutado por musulmanes inspirados por Sharía o Ley Islámica, que si bien está no se basa en preceptos verdaderamente Islámicos , es tomada como tal.
El relato de la muerte de Hallāj—descrito por el Sufí ‘Attār en todo su horror—hace ver que, más que una ejecución legal, se trató de un crimen por venganza, un asesinato sádico, preparado y orquestado por el brutal visir Hamid, un personaje cuya preponderancia en el ámbito político de Bagdad del año 922 refleja la corrupción y la decadencia del califato abasida de al-Moqtader y sus aduladores.
Asustado ante la posibilidad de una revuelta, el califa (en realidad, era Hamid quien le incitaba) exclamó, “Matadle, o apaleadlo hasta que se retracte”.
Le dieron trescientos bastonazos. A cada golpe, se elevaba nítida una voz que decía, “¡No te asustes, hijo de Mansur!”
Luego, lo llevaron para crucificarle.
Le colgaron trece cadenas de los pies para aumentar el peso, pero Hallāŷ se mantenía con entereza agitando las manos en el aire como rogando a Dios.
“¿Porqué te mantienes tan orgulloso?”, le preguntaron.
“Porque voy de camino al matadero,” contestó.
Hallāŷ llevaba un simple taparrabos y un manto sobre los hombros, y al subir al cadalso levantó las manos al cielo y rezó a Dios. Luego miró hacia sus discípulos, y hablándoles de aquellos que renegaban de él, les dijo: “el recelo que sienten, movidos por la Ley, respecto a la unicidad divina es lo que les impulsa, pues en la Ley la unicidad es lo esencial”.
Luego fue lapidado por la multitud. Los verdugos le cortaron las manos, luego los pies, y le sacaron los ojos; volvieron a lapidarle, y luego le cortaron las orejas y la nariz. Levantó la mirada al cielo y pidió perdón para sus verdugos y para la gente. Una anciana gritó, “¿Con qué derecho reveló los misterios de Dios este pequeño cardador de lana (al-hallāj)?”
En los últimos momentos de su vida, Hallāŷ exclamó, “Para el que está sumergido en el rapto y el hervor del amor divino, le es suficiente la unicidad del Amado único.”
A continuación le cortaron la lengua, y, finalmente, le decapitaron al llegar la hora de la oración de la tarde.
Al día siguiente quemaron sus restos y echaron sus cenizas al Tigris
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