ARCANORUM : UNA ANTIGUA LEYENDA HEBRAICA Cuando Abraham fue a Egipto, enseño las ciencias libres y formó un discípulo: Euclides, quién se volvió Maestro en estas ciencias. El mismo transmitió sus altos conocimientos a David, Rey de Israel quien, en el año 1.014 antes de Jesucristo, reunió materiales sobre el área de «Ornan el Jesubio», encima de la colina de Morija cerca de Jerusalén, para la construcción del más grande y más magnífico de los templos. Según una antigua leyenda hebraica, esta colina era la «piedra primordial», el núcleo a partir del cual Yahvé había construido la tierra (*48). Dedicado a la gloria de Yahvé, ese Templo debería abrigar el tabernáculo de madera de acacia laminada de oro puro que contenía «el Arca de la alianza», símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo y las tablas de piedra de Moisés, donde Yahvé mismo había escrito con su dedo de fuego la Ley del pueblo hebreo. Moisés había hecho construir el Arca por los mejores artesanos de Israel según las prescripciones del «Eternal». Al retorno de Egipto, el Rey David la había hecho transportar de la casa de Abinabad en Kirijath-Jéorim hasta su santuario de Gihon, cerca de Jerusalén (*56). La custodia del Arca sagrada estaba confiada a los Levitas, dirigidos por el gran sacerdote Sadoq (Tsadoq o Shadoc o Shadock); quién había dado ordenes particulares para que se dan grandes cuidados a fin de que nadie pudiera tocar el Arca (*46). El hijo de David, Salomon, llamado el «León de Juda» o «El elegido de Dios» fue instruido por Nathan, sabio y sapiente filósofo que nutrió y disciplinó la inteligencia del joven Príncipe del cual él fue el preceptor, iniciándolo en el significado de los textos sagrados y en la práctica de las ciencias secretas (*56) . Salomón, tan conocido por su gran sabiduría y su amor a la poesía, fue el autor de los «Proverbios», del «Eclesiastes» y del «Cantar de los cantares» (*47), himno de amor inspirado por la belleza de Balkis, Reina de Saba, al gran desespero de Nagsara, su esposa egipcia, hija del Faraón Siamon (XXI Dinastía) (*56). En la época en que su poderío, gloria y fama estaban en su mayor apogeo, Salomón hizo erigir el magnífico templo a la gloria del Eternal, proyectado por su padre David, hecho con los más bellos y ricos materiales del medio-oriente: la piedra blanca, la madera de cedro, de ciprés y de sándalo y el oro y las piedras preciosas. Salomón decide que ese templo ideal no sería reservado al pueblo hebreo y ordena: «...Todo hombre, cualquiera sea su raza, su color, su nacionalidad y su religión podrá rezar al Eternal y encontrar abrigo, justicia y protección, perdón por sus culpas y satisfacción a sus súplicas...» (*1-II Crónicas 6-32-39); es por eso que Salomon quería que el edificio sagrado fuera erigido por los esfuerzos conjugados de hombres venidos de todo el oriente a quienes las tareas más nobles les serían reservadas. Los Hebreos, no teniendo los conocimientos suficientes para realizar una obra tan imponente, serían empleados para los trabajos de tierra. Con el fin de que esta obra fuera la realización de todo el pueblo, Salomón exigía que cada hebreo participara de una manera u otra en la gran obra de la construcción del «Templo del Señor» que fue edificado, según la leyenda, por 153.660 obreros (80.000 hombres para extraer las piedras de la montaña y 70.000 para transportarlas), venidos de Judea y de otras provincias hebraicas y 3.660 obreros constructores, superintendentes e inspectores fenicios prestados por el Rey Hiram II de Tiro (*47). Existía un gran aprecio entre los dos Reyes y tanto lo fue que el Rey Hiram prestó a Salomón toda la ayuda que pudo, proveyéndolo de sus canteras, de grandes piedras trabajadas, y de los bosques del Líbano, madera de cedros y abetos para la construcción del templo. En pago de estos servicios, Salomon prometio entregarle mientras duraba la construcción, 20.000 medidas de trigo, 20 de vino, aceite de olivas, cebada y miel. A la conclusión de la obra, debía además cederle 20 ciudades del territorio fronterizo de Galilea (*48). Para dirigir tan semejante obra, el Rey Hiram envió también a Salomón un arquitecto de vastos conocimientos, hábil entre todos, capaz de realizar el gigantesco proyecto: el Maestro Hiram, del cual Salomon había tenido noticias de los grandes méritos y de la justa fama de ese gran constructor. https://groups.google.com/forum/#!topic/secreto-masonico/uNKUAIPBpzQ |