Del milagro de la transmutación a la transformación psicológica
El problema de toda enseñanza esotérica es conectar un nivel superior de, entendimiento con uno inferior. El ejemplo supremo es Jesucristo, nacido de una madre humana y que, sin embargo, fue hijo de Dios. No .podremos entender nada del drama cristiano a menos, que entendamos que, en. cierto modo, era dos cosas a la vez; hijo del hombre e hijo de Dios. Esto quiere decir que estaba en contacto con un nivel inferior y, de alguna manera, también con un nivel superior. Hablando en términos generales, el problema de la enseñanza esotérica que se siembra en el mundo con intervalos precisos es el de mantener un contacto con un, nivel superior de ser. Cuando se pierde el contacto entre lo de arriba y lo de abajo, lo de abajo inevitablemente perece, enloquece y termina violentamente. Cristo llegó como mediador entre el nivel superior y el inferior. En su condición de simple ser humano, expuesto a toda suerte de tentaciones, su tarea fue la de sobreponerse a todo lo que corresponde a un nivel inferior, al nivel de lo humano, y unir este nivel humano con el divino. Dios descendió a la tierra como un ser humano, pero en esta condición no podía utilizar, lo divino. A nuestro mezquino modo podemos entender que, de otra manera, su tarea hubiese sido fácil, Y. a menudo nos preguntamos por qué no fue una tarea fácil, siendo de suyo divino, como que ya llevaba lo divino en sí mismo al ser Hijo de Dios. A menos que podamos entender esto, no podremos darnos cuenta de la razón de que estuviera sometido a tan tremendas tentaciones hasta el último momento. Nuestra discusión es más ,o menos así: Si fue el hijo de Dios, ¿por qué se le tentó? ¿Por que hubo de padecer tales agonías? ¿Por qué todo le .fue tan difícil? ¿Por qué no pudo, sencillamente, mostrar sus poderes a las gentes? ¿Por qué no convirtió las piedras en pan? Pero está cuestión es infinitamente más extraña y sutil. En la época histórica de' la aparición de Cristo, la raza humana estaba ante el tremendo peligro de perder todo contacto con un grado superior de comprensión. El mundo entero se consumía en la violencia y en la materialidad. Desaparecían todos los valores y algunos ya habían desaparecido del todo. Se había' perdido toda la comprensión de que el hombre es un ser espiritual y no sólo una criatura de la carne. En semejantes circunstancias, alguien tenía que establecer él' contacto entre el nivel de la tierra y el del cielo. Pero cualquiera puede echar de' ver' que si un hombre dotado del poder superior —o del cielo, como se dice en los Evangelios—; mejor dicho, si un hombre que pudiera usar esos poderes en la tierra, los usara, no hubiese podido dar el ejemplo de un ser humano que se eleva mediante una lucha interna, a través de dudas muy íntimas y frente a tanta tentación humana. Si se escudriñan los Evangelios se verá que Jesús no sufrió sólo muchas tentaciones, sino hartas dudas también. Aun en la cruz exclamó: "Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Si comprendemos que la misión de Cristo fue la de conectar lo humano con lo divino, al Hijo del Hombre con el Hijo de Dios, y que por este motivo tuvo que 'sufrir cuanto un ser humano ha de sufrir al ascender en la escala de la evolución interior, podemos entender con más claridad el significado central de los Evangelios. Podemos entender por qué hubo de sobreponerse a su madre, como se muestra en muchas parábolas y milagros. La madre representa el aspecto humano. Al sobreponerse a lo humano, al llevar a cabo su misión, Cristo restableció el contacto entre el nivel superior y el inferior, entre lo espiritual y lo natural. Por esta razón tuvo que someterse a todos los sufrimientos de su existencia y a la muerte de un criminal, sin recibir un ápice de ayuda. Pero, al salvar el vacío entre lo humano y lo divino, restableció el contacto, puso las cosas en orden una vez más e hizo posible que la especie humana volviese a recibir el influjo de lo espiritual. Jesucristo era, pues, dos cosas a la vez y su tarea fue la de conectarlas. Por este motivo todo lo que acerca de él leemos es para dójico y requiere una suerte de entendimiento que resulta muy poco lógico para el sentido corriente. Descendió, y eventualmente ascendió. Mas este ascenso se debió a su propio esfuerzo. Habiendo partido de su nacimiento en la tierra, y de su madre, hubo de sobreponerse a ambos y renacer. Por este motivo los Evangelios están llenos de la idea de un renacimiento. Cuan a menudo dice Jesús: 'Tenéis que nacer de nuevo'. Y qué difícil es entender lo que ello significa. Mas, si logramos siquiera un destello de lo que puede llamarse la idea de Cristo y todo el drama de su muerte y resu rrección, podremos entender el motivo por el cual en la extraor dinaria parábola o milagro de 'Las Bodas de Cana', cuando convierte el agua en vino, dice a su madre: '¿Qué tengo yo contigo, mujer?' Podemos advertir que el significado de este hecho, que constituye el segundo capítulo del Evangelio de Juan, se refiere a una etapa que Jesús había alcanzado en sí mismo; se trata de que se había sobrepuesto ya a su naturaleza humana y había dado un paso preciso en su propia evolución interior. Estaba en poder de otro grado de comprensión en el largo camino de retomo a su naturaleza divina. Por el momento ha dejado de tener que ver con el aspecto de si que la madre representa. Sin embargo, anuncia a su madre que ella terminará por crucificarle: '¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.' Podemos vagamente advertir que esto significa que no se ha sobrepuesto a lo humano de una manera completa y que el sobreponerse definitivamente significa que habrá de morir en la cruz. Su cuerpo había nacido de la madre y también tenía que triunfar sobre él, y hasta transformarlo, de modo que aun después de su muerte pudiese usarlo como un cuerpo físico vivo pero cuyo sustento ya no lo recibía de la vida, sino de fuerzas que están enteramente fuera de ella. Esto configuró la perfecta unión de lo humano con lo divino, de lo inferior con lo superior. Empero, semejante transmutación total no había ocurrido aún en la época en que Jesús alcanzó el grado interno de ser en el que pudo convertir el agua en vino. A la transmutación completa la precedió una transformación psicológica que se representa mediante el poder de convertir el agua en vino. Según Juan, este fue el principio de señales que dio Jesús. El milagro fue una consecuencia de la señal. Juan no le llama un milagro, sino una señal. O sea que esto señala, indica, que Jesús había logrado cierto grado de poder interior que podía comunicar a objetos representativos, como el agua. En el antiguo idioma representativo de las parábolas, 'agua' quiere decir 'verdad'. Convertir el agua en vino significa convertir la verdad en algo que no es puramente la verdad, sino en algo que es de una categoría superior a la verdad misma. Cuando se capta la verdad de LA VERDAD y sus valores, la verdad ya no es simplemente la verdad, sino que se hinche de significados. Lo que antes era la verdad en virtud de la fe, empieza a multiplicarse en un significado infinito, de modo que deja de ser la verdad escueta y se convierte en una continua fuente de significados capaces de embriagar a uno como el vino. Se ha producido una unión, una boda, entre la verdad y algo más que la verdad. Podemos llamarla el significado de la verdad o el bien que en ella hay y que nos llega con la verdad como su recipiente. Jesús llama a los sirvientes a quienes la madre ha ordenado que obedezcan sus órdenes, y les manda henchir las tinajuelas hasta arriba; entonces convierte el agua en vino. Esto quiere decir que Jesús puede transformar toda la verdad que ha adquirido, hasta darle todo su verdadero significado. Por experiencia propia solemos, de pronto, ver la conexión que hay entre un número de cosas que antes creíamos separadas e inconexas. Entonces comprendemos con mayor amplitud, de la misma manera que cuando las letras separadas del alfabeto que aprendimos de niños se transforman, como por arte de magia, en palabras y hasta frases. Así penetramos a otros niveles de significado. Repasemos ahora el final de la parábola, cuando Jesús ya ha convertido el agua en vino. Lo presentan al maestresala, quien hace un comentario extraño. Dice que de ordinario, en la vida corriente (pues el maestresala representa la vida corriente y sus métodos) se pone primero el buen vino. Según el texto: Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces lo que es peor; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora. Este principio de señales hizo Jesús en Cana de Galilea y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.' Tomemos nota de que se emplea la palabra 'bueno'. Algunas enseñanzas esotéricas usan las palabras verdad y bueno, o buena, y hablan de que es posible enlazarlas en una boda tal que el hombre advierta lo bueno de la verdad que ha conocido y de este modo le gobierna lo bueno de la verdad y no la verdad escueta. Tomemos nota también de que el bien, o lo bueno, viene después, al final, a la inversa de lo que ocurre en la vida y como lo acentúa el maestresala. En la vida corriente siempre tendemos a tomar lo bueno primero y lo malo después. Con relación a esta idea, puede decirse que para poder ascender en la escala del propio desarrollo hemos de pagar por anticipado