La Relación entre Lucifer y el
Maestre Hiram Abiff, Parte 5
Como habrán notado el tema de tratar
de vincular o desvincular a Lucifer con la Masonería es extenso , profundo,
excitante y hasta complicado; pero para
dejar claro algo: para un masón de la vieja guardia de esos como yo con décadas
de formación en la Masonería , es una
anécdota más , que redunda en Lucifer como
un personaje de ficción creado por la mente y el folklore humano , personaje
de Lucifer que sirve para ejemplificar rasgos psicológicos muy propios del
humano, tan duales como el héroe que robó la luz para dársela a los hombres ,o
quien por su soberbia quiso ser más que Dios.
HIRAM ABIFF, LA TRADICIÓN LUCIFERINA
Hiram Abiff, según la leyenda
masónica de la Maestría Masónica, desciende del dios de la Luz en su expresión
de Iblis, Samael…, permaneciendo ligado con el dios de la Luz o para muchos el promotor alienígena reptil creador de la raza humana que modifico al ADN
humano en las épocas remotas del paleolítico superior.
Cuando en la iniciación o exaltación
a la Maestría del Rito Escocés Antiguo y Aceptado el aspirante se recuesta en
la tumba simbólica de Hiram Abiff, se impregna de su espíritu luciferino y
reproduce así la transformación de su
ser en el dios de la Luz o ser reptiloide promotor de la Iniciación Primordial,
acto que después le ayuda a completar su ciclo de iniciación.
En el Antiguo y Primitivo Rito de
Memphis-Misraïm, Rito masónico mucho más minoritario que el Rito Escocés
Antiguo y Aceptado, al héroe Hiram Abiff le sustituye otra expresión la del dios
de la Luz: Osiris.
Tanto en el Rito Escocés Antiguo y
Aceptado como en el Antiguo y Primitivo Rito de Memphis-Misraïm, existe una
gran riqueza histórica y unos grados de iniciación utilizables, por ello
presentes en más de un caso como el de Hiram Abiff y su leyenda en el Rito Operativo
de los Iluminados de Baviera de la Orden Illuminati y en el Rito Operativo de
Memphis-Misraïm de la sociedades OTO, los dos Ritos iniciáticos del Sistema de
iniciación denominados antiguos.
En este hilo de comentarios “La
Relación entre Lucifer y el Maestre Hiram Abiff”, se ha hecho mención de la
leyenda masónica de Hiram Abiff. Así,
pues, nos resta darla a conocer. Conozcamos la historia y desarrollo de la más
bella e iniciática leyenda masónica-iluminista-alcoseriano jamás contada, en
este apartado de comentarios.
HIRAM ABIFF EN LA BIBLIA O LIBRO DE
LA LEY
De entre los varios personajes que
con este nombre son llamados en la Biblia, el que los masones consideran
maestro de maestros es Hiram Abiff, natural de Tiro, artesano fundidor y héroe
de la leyenda masónica asociada al grado Maestro. La historia de Hiram Abiff
que aparece en el Antiguo Testamento de la Biblia o en la Torah hebrea es la
siguiente.
Cuando los hebreos volvieron a la
tierra prometida, el rey David comenzó a construir el Templo de Jerusalem, el
Templum Domini (El Templo del Señor). Tras la muerte del rey David, su hijo el
rey Salomón, bajo la influencia del profeta Natán, prosiguió la construcción
del templo. El lugar elegido para la construcción fue el famoso Monte Moria
(relacionado con el término mara, es decir, visión, revelación).
En la obra, Salomón contó con la ayuda
de un amigo de su padre David, Hiram, rey de Tiro en el siglo XI A.C, quien
aportó una cantidad de material considerable para el edificio (oro, cipreses,
cedros), acercándolos por mar al punto más próximo a Jerusalén. El rey Hiram de
Tiro también le prestó algunos masones operativos u obreros de la construcción a Salomón para
que éste culminase la gran obra que suponía la construcción del templo. Y
Salomón como recompensa concedió al rey de Tiro la posibilidad de sacar de sus
estados cada año 20.000 medidas de trigo, 20.000 de aceite…, entregándole unas
veinte ciudades de Galilea y enviándole obreros para sus necesidades.
Hiram de Tiro, colmado de afecto
fraternal, por reciprocidad, le envió a Salomón un artista en quien moraba el
espíritu de la sabiduría. Hijo de una mujer de la tribu Neftalí y de un trabajador
del latón llamado Ur (fuego, luz), de nombre Hiram (vida eterna) y Abiff (padre
mío, el fundidor), Hiram Abiff era un Maestro “lleno de sabiduría, de
entendimiento y de conocimiento para hacer toda suerte de obras de bronce; y
vino al rey Salomón, y fue quien hizo para él toda su obra”. (I Reyes, 7, 14).
Los obreros operarios masones de Hiram Abiff quedaron divididos en
aprendices, compañeros y maestros, y cada grado poseyó unos signos, unos toques
y unas palabras secretas.
El Libro de la Ley , la Santa Biblia,
sobre la evolución de la obra, nos dice:
“Hiram Abiff fundió dos columnas de
bronce. Tenía cada una dieciocho codos de alto, y un hilo de doce codos era el
que podía rodear cada una de las columnas. No eran macizas, sino huecas; el
grueso de sus paredes era de cuatro dedos. Fundió capiteles de bronce para
encima de las columnas; de cinco codos de altura uno y de cinco codos de altura
el otro... Erigió primero la columna de la derecha y le dio el nombre de Jakin,
y luego la columna de la izquierda y le dio el nombre Boaz. Como remate de las
columnas había una especie de lirio. Así fue acabada la obra de las columnas”.
(I Re 7, 15-22).
Según el Antiguo Testamento, tras
esto, Hiram Abiff preparó más decoración del templo, fundiendo las obras en una
conocida explanada cercana al Jordán.
Una cuestión distinta a la Biblia es
la leyenda masónica del grado Maestro que tiene relación con Hiram Abiff.
LA LEYENDA LUCIFERINA DE HIRAM ABIFF
La leyenda de Hiram Abiff que aparece
en la Maestría Masónica explica que estando cerca la terminación del templo,
Salomón encargó a Hiram Abiff que realizase el diseño de todas las obras de
decoración del templo. Éste instaló el taller de fundición en una explanada no
lejos del Jordán y otorgó a los masones tres categorías: Aprendiz., Compañero y
Maestro, enseñándoles signos, toques y palabras de paso. Habían 70.000
aprendices, 8.000 compañeros y 3.600 masones.
Cuando el templo estaba a punto de
ser terminado, la reina de los sabeos Balkis, princesa cuya belleza era célebre
en todo Oriente, viajó a Jerusalem para conocer a Salomón, pero el encuentro no
resultó del todo afortunado. Balkis, tras conocer por el cuervo Hud-Hud un
asunto relacionado con la cepa de vid que se encontraba junto al altar,
recriminó a Salomón: “para asegurar tu propia gloria has violado la tumba de
tus padres; y esta cepa...”. Y éste respondió con serenidad “que en su lugar
elevaré un altar de porfirio y de maderas de olivo, que haré decorar con cuatro
serafines de oro”. “Esta viña -dijo Balkis- ha sido plantada por Noé, tu
antepasado. Al levantarla de cuajo has cometido un acto de rara impiedad. Por
ello, el último príncipe de tu raza será clavado en este madero como un
criminal. Pero el suplicio salvará tu nombre del olvido y hará llover sobre tu
casa una gloria inmortal”. Balkis añadió que quería conocer a Hiram Abiff y,
finalmente, lo consiguió. Tras conocerlo, argumentó que deseaba conocer a los
masones y Salomón se negó. Pero el genial Maestro por excelencia, Hiram Abiff,
subió en ese instante a un bloque de granito y con la mano derecha realizó un
signo parecido a la T, relacionado con Tiro, Tubalcaín...; y los masones se
reunieron y guardaron un silencio y una quietud asombrosos.
Algunos días después de los hechos
narrados, Bedoni, ayudante y fiel discípulo de Hiram Abiff, sorprendió a tres
compañeros: Fanor el sirio (albañil), Anru el fenicio (carpintero) y Matusael
el judío (minero), planeando sabotear la obra. Y la obra resultó
momentáneamente saboteada, provocando que un Bedoni desesperado por no haber
advertido a tiempo a Hiram se lanzase a la ardiente lava. Hiram Abiff, desolado
por el fracaso, se retiró llorando y entonces soñó el sueño más importante de
su vida. Tubalcaín lo transportó al Monte Zión y al centro de la tierra y le
transmitió la tradición luciferina más pura y excelsa:
“De la fundición que brilla
enrojecida en las tinieblas de la noche se alza una sombra luminosa. El
fantasma avanza hacia Hiram, que lo comtempla con estupor. Su busto gigantesco
está presidido por una dalmática sin mangas; aros de hierro adornan sus brazos
desnudos; su cabeza bronceada encarnada por una barba cuadrada, trenzada y
rizada en varias filas, va cubierta por una mitra de plata dorada; sostiene en
la mano un martillo de herrero. Sus ojos, grandes y brillantes, se posan con
dulzura en Hiram y, con una voz que parece arrancada de las entrañas del
bronce, le dice:
-Reanima tu alma, levántate hijo mío.
Ven sígueme. He visto los males que abruman a mi raza y me he compadecido de
ella...
-Espíritu, ¿quién eres? (pregunta
Hiram)
-La sombra de todos tus padres, el
antepasado de aquellos que trabajan y que sufren. ¡Ven! Cuando mi mano se
deslice sobre tu frente, respirarás en la llama. No temas nada. Nunca te has
mostrado débil...
-¿Dónde estoy? ¿Cuál es tu nombre? ¿Adónde
me llevas? (pregunta Hiram)
-Al centro de la tierra, en el alma
del mundo habitado. Allí se alza el palacio subterráneo de Enoc, nuestro padre,
al que Egipto llama Hermes y que Arabia honra con el nombre de Edris...
-¡Potencias inmortales! (exclama Hiram)
Entonces es verdad. ¿Tú eres...?
-Tu antepasado, hombre, artista...,
tu amo y tu patrono. Yo fui Tubalcaín.
Llevándole como en un sueño a las
profundidades de la tierra, Tubalcaín instruye a Hiram Abiff en lo esencial de
la tradición de los cainitas, los herreros, dueños del fuego.
En el seno de la tierra, Tubalcaín
muestra a Hiram la larga serie de sus antepasados: Iblis, Caín, Enoc, Irad,
Mejuyael, Matusael, Lamec, Tubalcaín...
Y entonces le transmite a Hiram la
tradición luciferina: Al comienzo de los tiempos, hubo dos dioses que se
repartieron el Universo, Adonai, el amo de la materia y el elemento tierra, e
Iblis (Samael, Lucifer, Prometeo, Baphomet), el amo del espíritu y el fuego. El
primero creó al hombre del barro y lo animó. Iblis y los Elohim (dioses
secundarios) que no quieren que éste sea un esclavo de Adonai, despiertan su
espíritu, le dan inteligencia y capacidad de comprensión. Mientras Lilith
(hermana de Iblis, Samael, Lucifer, Baphomet...) se convertía en la amante de
Adán (el primer hombre) enseñándole el arte del pensamiento, Iblis seducía a
Eva y la fecundaba y, junto con el germen de Caín, deslizaba en su seno una
chispa divina (según las tradiciones talmúdicas Caín nació de los amores de Eva
e Iblis, y Abel de la unión de Eva y Adán).
Más tarde, Adán no sentirá más que
desprecio y odio por Caín, que no es su verdadero hijo. Caín dedica su
inteligencia inventiva que le viene de los Elohim, a mejorar las condiciones de
vida de su familia, expulsada del Edén y errante por la tierra.
Un día, cansado de ver la ingratitud
y la injusticia, se rebelará y matará a su hermano Abel.
Caín aparece ante Hiram Abiff y
también le explica su injusta situación, añadiendo que en el curso de los
siglos y los milenios, sus hijos, hijos de los Elohim e Iblis, trabajarán sin
cesar para mejorar la suerte de los hombres, y que Adonai, celoso tras intentar
aniquilar a la raza humana tras el diluvio, verá fracasar su plan gracias a
Noé, que será “avisado por los hijos del fuego”.
Al devolver a Hiram a los límites del
mundo tangible, Tubalcaín le revela que es el último descendiente de Caín,
“último príncipe de la sangre” del Ángel de Luz e Iblis, y que Balkis pertenece
también al linaje de Caín, que es la esposa que le está destinada para la
eternidad”.
Tras regresar al templo conducido por
Tubalcaín, Hiram Abiff está aturdido por el sueño y las visiones, acaba la obra
y se une a Balkis.
Casi terminadas las obras del Templo
de Jerusalem, tres compañeros que veían difícil ser admitidos en la Maestría
Masónica, decidieron conseguirla por la fuerza. Apostados cada uno en una
puerta del templo, invitaron a Hiram a desvelar sus secretos. Como éste no
quiso revelarlos, cada uno le asestó un golpe (uno con una regla sobre la
garganta , otro con una escuadra de hierro sobre el pecho izquierdo y un
tercero con un mazo en la frente) y lo hirieron de muerte. Los asesinos
escondieron el cuerpo sin vida de noche en un bosque, plantando sobre su tumba
una rama de acacia (símbolo de la inmortalidad y la Maestría). Hiram fue descubierto
y vengado. Su cuerpo reposó en el Monte Zión, a unos pocos metros de la Puerta
de Zión.
Si, esta leyenda masónica ha sido
relatada muchísimas veces, con algunas o muchas variantes , pero , descubrir el
trasfondo de esta leyenda es tarea del Masón . Mártires héroes, hay en todas la
épocas y lugares , mártires de la democracia, mártires de alguna u otra causa, mártires
de la Ciencia, mártires religiosos. Tal vez tanto el Rey Salomón, como el
Maestro Hiram Abiff, jamás existieron en la realidad; el templo de Jerusalén
era un templo relativamente minúsculo comparado con otros de la Antigüedad, El templo Padmanabhaswamy en la India , aún
está en pie , es más suntuoso , más grande y se dice es más antiguo que el tempo construido
por el Rey Salomón en Jerusalén; el sanctasanctórum del templo Padmanabhaswamy lleva milenios cerrado
guardado los misterios ocultos ahí.
Seguro a más de un masón nos ha pasado
por la mente ¿Por qué tanto excesivo
drama por la muerte de un maestre de obras? Seguro la respuesta va más allá de
la Lógica , y se encuentre en que este drama oculta algo que escapa a la razón
mundana y ordinaria.
Alcoseri