Acción del simbolismo Masónico.
Cuando buscamos definiciones acerca de la masonería, nos encontramos a menudo con un concepto de carácter universal en el que cualquier masón se reconoce:
«La masonería es una institución iniciática esotérica».
Su carácter de sociedad «iniciática», es lo que torna a la Orden Masónica diferente de cualquier otra institución de su época. Esta capacidad de conferir la iniciación, concebida como un sistema gradual de perfeccionamiento de la personalidad humana, usando como método característico «el simbolismo esotérico », confiere a la Masonería la esencia de su naturaleza y la capacidad de haber sobrevivido a los dogmas y las ideologías.
Los masones nos servimos de los símbolos a modo de figuras alegóricas para transmitir conocimientos secretos y asegurar la continuidad de sus enseñanzas. «Los masones utilizan símbolos para comunicar — convencidos de que la lengua es siempre excesivamente particularista y de que sólo los símbolos pueden ampliar la comunicación hasta lo universal». Cualquier documento masónico moderno que intente describir los métodos con que la masonería transmite doctrinas, incluye una definición similar a esta.
Desde tiempos ancestrales, cuyo origen no ha sido jamás precisado, la masonería desarrolló un lenguaje simbólico iniciático. La mayoría de los símbolos que conforman este lenguaje provienen de la arquitectura sacra. Se difundieron a lo largo de Europa durante la Edad Media junto con la actividad de las cofradías de constructores de grandes catedrales y abadías.
Es común encontrar en la iconografía medieval imágenes de Dios sosteniendo en sus manos los instrumentos de construcción —generalmente un compás— con los que traza los planos de la creación del mundo. La arquitectura se consideraba, por lo tanto, como una continuación terrestre del poder divino.
Quien erigía un templo desarrollaba un oficio vinculado con el propio Creador. Los francmasones se sirven de los símbolos a modo de figuras alegóricas para transmitir conocimientos y asegurar la continuidad de sus enseñanzas. «La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron...» Evangelio de San Juan, 1:5 Sin embargo, muchos de estos símbolos aparecen en épocas aun más remotas, desde las ruinas de Pompeya hasta los confines del Mediterráneo Oriental.
La relación del símbolo con la masonería es tan estrecha que cualquier masón medianamente instruido sería capaz de encontrar las huellas de sus hermanos en cualquier ámbito en que estos se hayan desempeñado.
A partir del siglo XVII estas corporaciones de constructores comenzaron a admitir en su seno a hombres ajenos al «oficio». Se los llamó «masones aceptados». Por la misma época, la masonería comenzó a desarrollar temas provenientes de algunas corrientes místicas y mágicas - tales como la Cábala judía, la Alquimia y el cuerpo de doctrina denominado Hermetismo. Pero sin lugar a dudas, la corriente esotérica que más influyó en la masonería fue la de los rosacruces. Muchos creen firmemente que las ideas rosacruces trasladadas a Inglaterra en el siglo XVII fueron el verdadero origen de la masonería «especulativa », es decir, la conformada por masones « libres y aceptados».
A diferencia de la masonería, la Orden Templaría tiene un origen cierto y una historia ampliamente documentada. Nacida como consecuencia de la primera peregrinación armada a Tierra Santa- luego influenciada por el Sufismo Islámico- , fue creada por un grupo de nueve caballeros provenientes en su mayoría de Champagna, liderados por Hugo de Payens, cuyo objetivo inicial fue el de amparar y proteger a los peregrinos.
En el año 1118 el rey Balduino II cedió parte del «Templum Salomonis» a la naciente orden militar cuyos caballeros fueron llamados, por ese motivo, con el nombre de «Caballeros Templarios». Apenas pocos años después ya se contaban en número de 300 y gozaban de grandes privilegios concedidos por el monarca. En un principio, su organización fue similar a la del clero regular. Observaban votos de pobreza, castidad y obediencia y se encontraban sometidos a la autoridad del Patriarca de Jerusalén. En 1128, con el apoyo de San Bernardo, el líder más carismático e influyente de toda la cristiandad, el Concilio de Troyes aprobó su regla y la orden quedó establecida en su doble condición de monástica y militar. -
- > La acción del simbolismo en Masonería. > El simbolismo masónico, actúa en el masón, > Incluso se proyecta poderosamente hacia el mundo profano, > el simbolismo masónico en si > es operatorio, obra; pero para eso, antes hay > que hacerlo, ponerlo en obra. Sabemos que hay que > insistir especialmente en esto en un mundo en el > que se habla y se escribe tanto, en el que la masa de > informaciones cae continuamente sobre nosotros. > La Masonería de nuestra época no se libra de este continuo > Diluvio verbal.
Pero la liturgia masónica es ante todo > hacer. Hablamos del Simbolismo Masónico > , pero habría sido mejor > hablar de acción simbólica masónica. Un objeto no es nunca > simbólico en sí mismo; se hace simbólico cuando > sirve de soporte a una acción, a un gesto. El triangulo, > una luz, la Letra “G”, un estandarte no son simbólicos en > sí mismos;, la luz que enciendo en el Ara Sagrada > o Luz que se transmiten entre sí los masones , > el oleo sacro que se derrama sobre el Ara Sagrada > , el estandarte de la Logia que ondea: > eso sí que es simbólico.
Al menos, es siempre > necesaria una acción: el estandarte que veo en la Logia > ha sido puesta allí por > alguien con una intención concreta; el ponernos al Orden > no puede ser captado en su sentido > pleno más que en relación con la acción Masónica. > Por otra parte, muchas acciones simbólicas > prescinden del objeto material, como pasa con los > gestos, con el canto o con la palabra. >
Es verdad que la tenida no puede prescindir > de palabras, pero antes es preciso situar correctamente > el símbolo, darle todas las oportunidades > para que sea él mismo una oportunidad para nosotros. > Como vemos en masonería , el símbolo habla a > todo nuestro ser y por tanto especialmente a nuestro > cuerpo y a nuestros sentidos.
Por eso, es esencial > que lo que se dirige a nuestra mirada, a nuestra > vista, a nuestro tacto, a nuestro olfato, a nuestro > gusto, hable por sí mismo; es esencial que los > gestos que hacemos o la forma con que disponemos > nuestros cuerpos en el espacio hablen por sí > mismos. > Que el simbolismo masónico pueda hablar por sí mismo, en > el corazón mismo de la acción simbólica, antes de > que intentemos hablar de él. Así es como, en los > primeros siglos de la masonería, entendían las cosas > nuestros hermanos masones. > En aquellos lejanos tiempos, era después de la > Tenida cuando se desarrollaba todo su simbolismo > con sus consecuencias > para la vida masónica . >
Una vez que el sujeto ha sido iniciado > previamente, no se le inicia realmente en el > secreto masónico, sino que es más bien el secreto el > que lo inicia a él. Primero se hace y luego se habla. > La cualidad del obrar simbólico tiene una gran importancia > para la realidad que celebramos y por tanto > para la ideología masónica. > Pero decir es también hacer. Cuando el alcalde > pronuncia un discurso ante el monumento a la > patria, quizás es porque tiene que dar un mensaje > a sus ciudadanos.
Pero también es que su intervención > como el primero de los ciudadanos es simbólica. > ¡Cuántos discursos oficiales carecen de > todo interés en su contenido y sin embargo nadie > aceptaría que no hubiera orador en aquella ocasión! > En nuestras asambleas también son necesarios > los discursos, las intervenciones diversas, para entregar > un mensaje; pero la mayor parte de las veces el > tomar la palabra tiene también un carácter simbólico. >
El Masón , al estar en una Tenida , se sitúa > ante la asamblea y aquel hecho de estar simboliza, realiza la > estructura de la masonería .
Cuando toma la palabra un > masón en Logia, bajo la forma de testimonio o en el momento > de dar unos anuncios simboliza con > toda claridad (la acción de la libre expresión de las ideas > ), independientemente del contenido, la responsabilidad > Dar un buen mensaje al el pueblo masónico. > Hay que llegar aún más lejos y hablar de las «palabras» > (la gracia de hablar en Libertad, o las palabras > dichas en la Tribuna de la Elocuencia, o las que acompañan al gesto de > circunvalar alrededor del Ara ).