En el Augusto Templo de las Luces
En cierta ocasión fueron invitados hermanos y hermanas de diferentes Logias del Mundo a un Congreso Mundial Masónico.
Así puntualmente llegaron a la Reunión cientos de selectos masones, a un determinado punto geométrico solamente conocido por los Hijos de la Viuda.
Ya frente al Templo de las Luces, se detuvieron admirando el majestuoso edificio, comentan pasmados la ornamentación simbólica de las puertas del Templo, cuando al momento, magníficamente ataviado el Ecónomo del Templo sale y les dice:
Bienvenidos hermanas y hermanos, Nuestro Muy Augusto Gran Maestro, os invita a pasar y tomar sus respectivas plazas entre nosotros, si es que vosotros nos creéis dignos de ofrecéroslas. Por el momento hay bocadillos y café en nuestro salón de reunión.
Las francmasonas y masones, encantados, siguieron al Ecónomo hasta un salón de re-uniones especiales. Dentro había una multitud de hermanas y hermanos masones dándoles una fraternal bienvenida. En ese momento, ningún hermano invitado recordaba a que país había llegado, y menos de que países procedían, era algo sumamente extraño, aunque eran hermanos de diferentes lenguas todos ahí hablaban un mismo idioma, lo cual les permitía entenderse perfectamente.
De pronto apareció el Augusto Gran Maestro, que era Señor ataviado de un Traje azul, en su pecho portaba una extraña insignia Solar, de pronto toda la atmosfera cambio a una sensación de Tranquilidad.
Uno de los hermanos visitantes dijo a su hermano de al lado.
¡Esta es la cosa más extraña que he visto! Este hermano, el Augusto Maestro, es un hermano común y corriente de mi Logia, ¿Qué hace aquí? Esta es una broma. De pronto un murmullo generalizado decía lo mismo; todos decían conocerlo de alguna Logia.
Algunos decían, no es este Augusto Maestro nuestro hermano enfermo, lo he visto dirigirse de un médico a otro, buscando una cura para su enfermedad.
El Augusto Maestro les dirigió unas excelentes palabras de Bienvenida, con algunas frases que lograron conmover a todos. Al instante, apareció el Maestro de Ceremonias, portando una Vara, en la parte superior de la vara había una luna, el cual los invitó al siguiente salón de banquetes, así guió a los hermanos a un lugar ornamentado en la parte superior con todos los símbolos zodiacales. Tan pronto como se sentaron todos, unos hermanos comentaban a otros:
Ahora recuerdo bien, a este Augusto Maestro, y -¡Esta es la cosa más rara que me ha pasado en toda mi vida masónica! Este Augusto Maestro que nos ofrece este delicioso banquete, es sin embargo en mi Logia es un hermano, que lo he visto hambriento muchas veces y con clara desnutrición.
Cuando finalizó el extraordinario banquete, el Maestro de Ceremonias los condujo a visitar la Biblioteca de la Logia, la cual contenía libros antiquísimos de Alquimia, Rosacrucismo, Astrología; incuso se les dijo que había textos rescatados de la misma Biblioteca de Alejandría, virtualmente había textos masónicos que saldrían luego a la luz pública.
Incrédulos y Atónitos recorrían la inmensa Biblioteca, y cuando el Augusto Maestro se encontraba alejado, otros hermanos lograron recordar dónde habían visto al Augusto Gran Maestro, y dijeron:
¡Vaya, esto es algo extraño! Aquí nos encontramos seguramente con la Biblioteca más valiosa del mundo. Y sin embargo, en mi Logia, este hermano que ahora es Cristo el Augusto Maestro, lo expulsamos por no tener dinero suficiente para cubrir sus cuotas, el se quejaba de no tener trabajo, incapaz de encontrarlo por su incapacidad física.
Así minuto a minuto se incrementaba el asombro de los masones y masonas, otro de ellos dijo:
Ahora lo recuerdo, este hombre fue masón, y lo expulse de Logia por sus ideologías políticas, y añadió, siendo yo dirigente de mi Logia, sus ideologías eran contrarias a las mías; y ahora que cruzamos miradas, en su mirada percibí me reconocía al mismo tiempo que me perdonaba.
Y, así uno a uno por extraño que pareciera, cada uno de los masones y masonas había visto antes a ese Poderoso y Augusto Maestro Masón, en una circunstancia u otra, en circunstancias masónicas de necesidad o sufrimiento.
Cuando habían pasado 12 horas en una mezcla de perplejidad y lucidez, Hiram el Augusto Gran Maestro dijo al Orador de la Logia:
Ahora me retiraré, pues el Sol se oculta en el Horizonte, y es el momento de concluir la reunión. Por favor dirige unas palabras a nuestros invitados, y satisface cualquier pregunta que ellos puedan tener, es posible que exista algún detalle acerca del cual hoy hayamos descuidado, dales informes. Iría contra los principios de la Masonería el permitir a estos que por años se han esforzado por ser masones, que nos dejasen no sin antes haber colmado sus deseos.
El Maestro de Ceremonias condujo a los masones hasta la puerta del Templo de las Luces y ellos se apiñaron alrededor del Orador de la Logia, todos hablando al unísono. Unos preguntaban de esto o aquello, y sobre todo sobre la identidad del Augusto Maestro.
El Orador dijo:
Tengo una cosa que responderá a todas vuestras preguntas: porque vuestras preguntas son realmente una sola, aunque vosotros pensáis que son diferentes.
Esta es vuestra respuesta:
La Masonería a través de sí misma, os ha dado en el pasado a cada uno de vosotros la oportunidad de que se ayuden a sí mismos. Porque cuando un masón necesita ayuda y lo ayudáis, os estáis ayudando a vosotros mismos. De modo que el camino para que el masón haga el bien es constantemente mantenido abierto, en todas las Logias del Mundo, en muchos modos posibles.
Tener presentes siempre, que cualquiera de vosotros hermanos puede caer en desgracia de un momento a otro, y vosotros sois tan vulnerables como cualquier otro.
El Orador de la Logia se dio la vuelta y entró en el Templo de las Luces. Cuando hizo esto, como un espejismo, todo vestigio del Solar Templo Masónico se esfumó en un poderoso destello.
Todos en un abrir y cerrar de ojos volvieron a sus respectivas Logias; con el recuerdo vivo de lo que en el Templo de las Luces había sucedido.
Vicente Alcoseri http://groups.google.com/group/secreto-masonico