La iniciática filosofía progresista de la masonería
La masonería como institución filantrópica, se erigió como garante del ideal progresista y del concepto del homo rationalis (Hombre Racional ), lo que evidentemente ha permitido avances considerables en muchas áreas. Por lo tanto, exaltamos la contribución fundamental de la Ilustración, así como la posición relevante de la masonería en contribución al avance del ser humano , que fue determinante en la historia humana . Lo que nos parece interesante destacar es este tesoro que la masonería ha sabido conservar: la iniciación como medio de transmisión de Valores y Virtudes fundamentales . De hecho, la masonería ofrece un enfoque iniciático que traduce un conjunto de valores afines a los que defiende la filosofía de la Ilustración. Son estos valores, específicos enmarcados en el rito de iniciación, los que deseamos preservar , que ellos conllevan la idea de la Laicidad entre otras ideas políticas como la democracia. "Así, al progresismo que marcó bien su huella en los siglos XIX y XX, a este progresismo que explica el mundo en su totalidad, quizás no sea inapropiado oponer un pensamiento progresista tradicional que sabe involucrar todos los aspectos de la realidad humana ”.
Por tanto, la masonería no puede reducirse a un simple club filosófico. Supo salvaguardar la iniciación como modo de trasmitir los más altos valores humanos de una generación a otra , la iniciación no debe entenderse simplemente como el suceso que experimentamos al ingresar a la orden y que duró unas cuantas horas , sino como el medio consecutivo que trascurrió desde el momento que pasamos de profanos a aprendices de masón, pasando por el grado de compañero y concluyendo en la exaltación al sublime grado de Maestro Masón, ¡pero atentos! que luego de este sublime grado , la iniciación no concluiría ni con la muerte física , sino que se proyectaría más allá de la Muerte , por lo tanto seremos eternos aprendices en ese proceso de iniciación masónica interminable . Es un proceso masónico mítico-social de memoria ancestral que consiste en transformar ontológicamente el régimen existencial de un individuo tanto espiritual como físicamente. Porque, como han demostrado la etnología y la antropología, los ritos de iniciación de todos los tiempos vinculan cuerpo y mente. La transformación espiritual implica la transformación del cuerpo individual. En este sentido, la filosofía progresiva del proceso masónico implica una armonización de opuestos ( coincidentia oppositorum ) que coloca cuerpo y mente en el mismo nivel igualitario.
A diferencia de una educación moderna que se limita a la transmisión de conocimientos exteriores , la iniciación masónica ofrece herramientas para situar mejor el propio ser corporal y humano en el mundo de las ideas a la manera de la filosofía mayéutica socrática, que es aflorar los conocimientos desde dentro del ser humano . La escuela de iniciación masónica enseña un saber hacer. Los rituales, los gestos y las señales de tocar son todas herramientas que permiten al masón construir una forma de estar en el mundo. “Visto desde otro ángulo, las iniciaciones seculares, como las que nos ofrecen las escuelas, universidades, clubes , empresas, organizaciones e instituciones miembros, aparecen como iniciaciones en el conocimiento y el saber hacer . La iniciación masónica apunta más y más alto: se pretende que sea una iniciación en las habilidades interpersonales llevadas a la interioridad del individuo ”.
Así, la iniciación masónica coloca al cuerpo en el lugar que le corresponde, tanto como modo de liberación, como modo de legitimación y modo de socialización.
La iniciación masónica es como una re -calibración del Ser, o bien hacernos comenzar a recordar quienes somos.
Se dice, y algo de verdad no puede dejar de haber en ello, que, antes de nuestro nacimiento, antes de que nuestra madre nos dé a la luz de este mundo, hay un ángel, que, al cabo, será nuestro ángel de la guarda (o ángel custodió), que apoya uno de sus dedos, el índice en concreto, sobre nuestros labios que aún se forman, sin estar aún manchados por las palabras, y nos dice al oído, que no conoce de las palabras de los otros sino una vibración acuosa, muy despacio y bajito: «Calla, no digas lo que sabes». De este forzado silencio, tan platónico por otra parte, desde el cual advenimos al mundo sin recordar nada del sitio de dónde venimos, no queda más que un testigo físico en nuestro cuerpo recién nacido, como una suerte de reminiscencia, que es la hendidura, huella donde el ángel posó su dedo índice, que parte y reparte nuestro labio superior entre los dos perfiles de nuestro rostro. En cada uno de nosotros, donde esta hendidura se ensancha o se estrecha, se acorta o se alarga, pero en todos por igual, en consecuencia.
Pero en realidad es que al nacer hemos olvidado quienes éramos, hemos olvidado que sabíamos , en si simplemente no recordamos nada.
Se ha repetido este mismo gesto que, a pesar de manifestarse en medio de un gran silencio, sin querer decir en verdad nada de antemano, nos roba o despoja de nuestro nacimiento como más tarde al fin nos robará o despojará de nuestra muerte. «Calla, no digas lo que sabes», nos susurró a cada uno de nosotros y a todos por igual, singulares cualesquiera, nuestro ángel de la guarda en el mismo momento en que se nos daba a conocer, y en nuestros labios partidos aún resuenan estas palabras cada vez que hablamos, pues, a consecuencia de ello, no podemos sino hablar sobre lo que ya sabemos aunque lo desconozcamos.
La iniciación Masónica seria comenzar a recordar lo que hemos olvidado.
Alcoseri