Lo que sí se puede afirmar y sin el menor temor a errar, es que las ideas esotéricas , filosóficas y rituales de la Cábala Judía , se fueron transmitiendo hasta nuestros días a través de la masonería, la que los mantiene igual que hace siglos. Ha de hacerse notar que la masonería, tal como la conocemos actualmente, afloró en el año 1717 en Inglaterra, mas, es muy anterior, puesto que nació de una secta secreta fundada por nueve judíos en el año 43 después de Cristo, bautizada con el nombre de La Fuerza Misteriosa, con dos propósitos principales: El primero, combatir a los nazarenos de creciente expansión, y contrariar sus predicaciones. Y el segundo, conservar la influencia política israelita.
En medio del confusionismo existente, o que pretende crearse, sobre el origen de la masonería, creemos que es decisivo lo que al respecto dio a conocer el judío brasileño de procedencia rusa, Jorge Samuel Laurant, bajo el titulo: La Disipación de las Tinieblas o el Origen de la Masonería. Este Laurant, descendiente de uno de los nueve judíos fundadores de la secta, fue el último heredero y depositario de esta historia familiar, la cual vino recogiéndose por sus antepasados con anotaciones sobre uno de los mismos documentos originales de la fundación, y fue publicada por primera vez a finales del siglo XIX, en francés, después vertida al árabe y turco, por el libanés ortodoxo Awad Khoury, con la mediación del entonces presidente de la República de Brasil, Doctor Prudente José de Moraes Barros (1841-1902), de quien Khoury era el «Encargado de Negocios privados de S.E. o présidente da República dos Estados Unidos do Brazil»; y más recientemente traducida al español por Ivan Zodca, en La Argentina en 1962 [iii]. Los nombres de los otros herederos o depositarios de aquel pacto secreto, de los ochos restantes fundadores, todavía se desconocen. El bisabuelo de dicho Laurant, que ya se había convertido al cristianismo protestante por influencia de su esposa, y decidido a desvelar este misterio, fue asesinado, sin que posteriormente pudiese descubrirse jamás al autor o autores. Resulta curioso leer en tal libro, lo que dejó escrito un judío que llegó a alcanzar la más alta graduación masónica: «Sin embargo, el esclavo conoce a su amo, pero nosotros, en cambio, no conocemos a quien nos ordena, y le obedecemos ciegamente».
Monseñor León Meurin, jesuita, arzobispo de Port Louis en Madagascar, afirma en su obra Filosofía de la Masonería: «La doctrina cabalística no es en el fondo más que el paganismo en forma rabínica; y la doctrina masónica, esencialmente cabalística, no es otra cosa que el antiguo paganismo reavivado, oculto bajo una capa rabínica y puesto al servicio de la nación judía». Más adelante, también emite este juicio: «La doctrina del Talmud es para el judío la teología moral, como la Cábala es la teología dogmática». Y en otro lugar aún vuelve con la siguiente observación: «Examinemos las doctrinas y la alta dirección de la Orden, y en todas partes encontraremos a los judíos. Los emblemas y enseñanzas de las logias muestran, sin lugar a dudas, que la Cábala es la doctrina, el alma, la base y la fuerza oculta de la masonería» [iv]. Nicolás Serra y Caussa, escribe también a este respecto en su obra El Judaísmo y la Masonería: «El inventor, fundador o introductor del sistema masónico, si no fue judío por la circuncisión, tan judío era de corazón como los mejores circuncidados; pues la masonería respira judaísmo por los cuatro costados».
Luego cita Nicolás Serra la opinión de un judío, de José Lehmann, después sacerdote católico, recogiéndole estas palabras sobre el particular: «El origen de la francmasonería debe atribuirse al judaísmo; no ciertamente al judaísmo en pleno, pero, por lo menos a un judaísmo pervertido». El historiador judío francés Bernard Lazare, escribió a finales del S. XIX: «Es evidente que sólo hubo judíos, y judíos cabalistas, en la cuna de la masonería». Por su parte, el rabino Isaac Wise escribió en 1855: «La masonería es una institución judía, cuya historia, grados, cargos, señales y explicaciones, son de carácter judío desde el principio hasta el fin». El filósofo alemán Fischer anotó en 1848 esta otra observación: «La gran mayoría de la orden masónica no admite al cristianismo, sino que lo combate a punta de cuchillo; y la prueba de ello la tenemos en la admisión de todos los judíos en las logias». Otra perspectiva digna de tenerse en cuenta sobre la influencia judía en la masonería, es la que hace el ex masón M. J. Doinel, quien después de haber militado en el Gran Oriente de Francia, y ya convertido al cristianismo, sienta lo siguiente: «Los masones se lamentan de la dominación que los judíos ejercen en las logias, en los Grandes Orientes, en todos los 'puntos del triángulo', en todas las naciones, en toda la extensión de la tierra. Su tiranía se impone en el terreno político y financiero. Desde la Revolución Francesa han invadido las logias y actualmente la invasión es total. Así como la masonería es un Estado dentro del Estado, así los judíos forman una masonería dentro de la masonería.
El espíritu judío reina en los 'talleres' con la metafísica de Lucifer, y guía la acción masónica, totalmente dirigida contra la Iglesia Católica, contra su jefe visible, el Papa, y contra su jefe invisible, Jesucristo; repitiendo el grito deicida: ¡Crucifícalo! La Sinagoga en el pensamiento de Satanás tiene una parte preponderante, inmensa. Satanás cuenta con los judíos para gobernar la masonería, como cuenta con la masonería para destruir a la Iglesia». Pero la mejor caricatura de estos ilusos y siervos soñadores, quizás la haya trazado el judío húngaro Teodoro Herzl, famoso por ser el padre de la moderna doctrina sionista, escritor y periodista, quien convocó y presidió el primer congreso sionista celebrado en Basilea en cuya ocasión afirmó: «Las logias masónicas establecidas en todo el mundo se prestarán a ayudarnos en lograr nuestra independencia. Es que aquellos cerdos, de los masones no judíos, no comprenderán jamás el objeto final de la masonería».
Otro importante personaje de la cabalística esotérica hebrea, ni financiero ni hombre público, el judío francés Saint-Yves d'Alveydre (1849-1909), el teórico y maestro, formulador de la llamada doctrina de la Sinarquía, antecedente inmediato de la sionista, y por consiguiente de las líneas maestras del futuro Gobierno Mundial, no oculta su criterio sobre aquellos ilusos, escribiendo en uno de sus libros (Misión de los Judíos, en 1884): «Si se dejara en manos de masones y papanatas el plan arquitectural y su ejecución, jamás se levantaría el monumento » [v].
Pudiéramos aportar otros muchos criterios autorizados, pero sobre este extremo, no vamos a insistir más puesto que no es nuestro propósito hacer aquí un examen de la masonería ni mucho menos de los crímenes de la masonería. Baste ahora hacer la observación, para concluir, de no difícil comprobación, de que ni la masonería en su conjunto, ni un solo masón siquiera ocasionalmente, al menos durante su militancia, haya hecho o dicho lo más mínimo que pudiese dañar o simplemente molestar a los judíos o a su política imperialista. Por el contrario, santifican cualquier atrocidad judía, como los brutales y sucios asesinatos de palestinos que se suceden mes tras mes, actitud que incluso encuentra eco en la misma ONU, con su visible tolerancia, no pasando de las fórmulas de consuelo y condena, cuando de crímenes y ocupaciones de territorios ajenos, por los judíos se trata.
Se le achaca a la ONU el ser una institución de inspiración judía, pero al menos, por lo que se ve, es la caja de resonancia del imperialismo sionista, normalmente a través del norteamericano, o mejor, del angloamericano, que se limita a pedir «mayor moderación» ante los excesos sionistas, o veta propuestas que ponen claramente de manifiesto que, en tal Organización, la igualdad, democracia y justicia, no tienen el mismo significado para todas las naciones integrantes, como tampoco para los judíos o medio judíos, unidos por los mismos lazos y sentimientos sionistas [vi].
También hay que decir que, la masonería siempre fue tanto de la mano del capitalismo como de su secretismo. Y aun del comunismo, salvo en aquellos países en donde éste queda impuesto, porque entonces la masonería comienza a ser cercenada. ¡Consumada la traición ya no es menester el traidor! Véase si no el ejemplo de Rusia durante los últimos 70 años, en donde la masonería ha estado totalmente prohibida. Por otra parte, en relación con las guerras y su explotación, veamos lo que opina Henry Ford, el famoso industrial norteamericano inventor del automóvil que lleva su nombre, y escritor, comentando en uno de sus artículos periodísticos publicado en el Daily Mail, de 21-9-1923 (luego recogidos en su libro El Judío Internacional): «No necesitamos la Liga de Naciones para poner fin a la guerra. Poned bajo control a los cincuenta financieros judíos más ricos, que promueven guerras para su único provecho, y las guerras cesarán» [vii]. Por último, hagamos notar sobre este punto que, en el acta de la sesión del 'convento' (asamblea), del Gran Oriente Francés celebrado en 1929, se hizo constar esta advertencia: «Nuestra Orden no puede conservar su fuerza y valor más que manteniendo su carácter secreto.
El día en que perdamos nuestro carácter específico en lo referente a nuestra discreción y secreto, nuestra acción en el país habrá finalizado». Y, para finalizar, digamos que el 20 de febrero de 1959, la Asamblea Plenaria de Cardenales, Arzobispos y Obispos de Argentina, publicaba una declaración colectiva recordando la condena formal de la masonería por los Papas, desde Clemente XII a Pío X, y subrayando que la francmasonería y el comunismo persiguen el mismo objetivo, diciendo: «Para llegar a sus fines, la FrancMasonería se sirve de la alta finanza, de la alta política y de la prensa mundial; el marxismo, por su parte, se sirve de la revolución social y económica contra la patria, la familia, la propiedad, la moral y la religión». Silencio Hermanos que estamos en Logia