Si entendemos “El Temple” como la capacidad de una persona para enfrentarse con serenidad a situaciones difíciles o peligrosas, o bien enfrentarse con imperturbabilidad ante críticas y agravios: consideramos que el francmasón debería tener o bien conquistar esta característica, y no ser tan de respuesta pasional y tan emocionalmente negativo. Pero, de cuando en cuando nos enfrentamos con hermanos masones que al menor agravio reaccionan con aspavientos y hasta con insultos, lo vemos en masones incluso con años en la cátedra masónica, lo vemos fuera y dentro de Logia incluso, lo vemos en como muchos hermanos masones en los foros de las redes sociales del internet masónico, se comportan impropiamente, muchos haciendo comportamientos impropios de la Masonería. La Tolerancia Masónica de muchos masones se ha puesto a prueba en la misma Internet Masónica, eso es evidente, y claro “Los No Masones” por buen civismo también deberían ser más tolerantes. Es evidente que por ello son muy pocas las Logias Masónicas en el Mundo permiten la discusión política y religiosa dentro de sus recintos, sencillamente porque son pocos los masones que han conquistado ese don tan preciado que es la Tolerancia. Nos preguntamos ¿Es difícil conquistar ese estado de consciencia elevado llamado Tolerancia? Evidentemente no es difícil, todo es una cuestión de actitud hacia los demás y hacia la vida misma. Es evidente “El Temple Masónico” no se nos otorga mágicamente por obtener “El sublime grado de Maestro Masón” y mucho menos escalado los grados filosóficos de oropel del 4º al 33º; como les decía es una conquista muy personal que cada masón deberá conquistar por cuenta propia, mucho más arriba del Grado 33º está el Sublime Grado de la Maestría Masónica, y conquistar ese gradiente no es para cualquiera , una cosa es que te exalten y otra que te exaltes a ti mismo en las sublimes virtudes de que habla y que trata la francmasonería; pero adelante.
Tampoco es el caso de tener la condición de ser tan Tolerantes y tolerar el Mal, o de ser tan tolerantes y ser humillados, ser humildes pero no miserables. No es el caso de que por ser tolerantes tengamos que permitir se nos insulte y aplaste, la Masonería también llama a hacernos respetar; en este punto de tener ese “Temple Masónico” es a tener dignidad de masones.
El Mundo es un lugar atroz, donde se nos condiciona desde niños a responder a los agravios, a no dejarnos ganar ni aplastar por los demás, a pegar antes de que te peguen. Ingresas a la escuela y al menos en México, se nos enseña a ser soldados, a ser guerreros , a defender nuestro suelo patrio a costa de nuestra propia vida y sangre, se nos llama a ser belicosos, pero también al menos a mí en las clases de civismo nos enseñaban a respetar y a ser tolerantes. Se nos presenta como modelo en las escuelas mexicanos al Francmasón Benito Juárez (presidente de México en el siglo XIX) como un soldado invencible, que echo a los invasores a fuego y sangre, y a que las fuerzas oscurantistas de la Iglesia no se entrometieran en nuestro devenir político. Y esto también de lo presentado por el Liberalismo Masónico Juarista también es parte del Temple del Masón, a que se aplique la Justicia.
Podemos pensar que “El Temple Masónico” sería un punto medio, un punto de equilibrio entre Respeto, Tolerancia y Justicia. Y este es el Legado Masónico Liberal Juarista que debemos legar a los francmasones que nos sustituyan en la Cátedra Masónica.
Uno de mis más grades honores que la Vida me ha otorgado es el haber presidido foros Masónicos de la Internet, la internet una herramienta nueva y útil. He Presidido a veces con errores, otras con aciertos, pero obvio vendrán hermanos que luego me remplacen en la cadena iniciática, de la que fui puntero . He sido arrogante como buen masón y a vez humilde como buen masón, ambas condiciones son las Hacen el temple masónico; tal como se templan la espadas al fuego, golpes , a la fría agua ,al revenido y al afilado. El templado del acero de la Espada , no es más que un procedimiento mediante el cual, se anexan materiales al Hierro, materiales con características específicas, al hierro que aumentan su dureza y mejoran su flexibilidad; a fin de que el material resultante en la aleación perfecta , y obtenga las características deseables para el uso que posteriormente tendrá. Análogamente, la templanza en el francmasón se construye desde la misma perspectiva. Por tanto, la templanza no es sinónimo de forjase a sí mismo , sino más bien de la incorporación al ser, de características deseables que lo ayudan en la construcción de su Templanza como Masón.
La templanza masónica por todo lo explicado tiene suma importancia, pues es la que mantiene al Masón en equilibrio, en su lucha contra las pasiones, emociones bajas y deseos caprichosos. Es a través de la templanza que el francmasón se centra y no se deja arrastrar hacia el abismo de las bajas pasiones. Mediante la templanza el masón deberá adquirir el modo correcto en su accionar diario y mantiene la vibración concordante con la del universo, armonizando así con este.
Debemos aclarar que la palabra templanza, tiene su origen en la palabra “temperantia”, por lo que nada tiene que ver con la palabra templo, sino más bien, con la temperatura, siendo esta de tal suerte que, lo temperado es algo que está en un punto medio entre lo cálido y lo frio, consiguiendo así un punto de equilibro que explota mejor las características de cada uno de los componentes que lo integran, manteniendo la cohesión entre estos y dando como resultado una postura fuerte y segura, siendo por ello que la templanza es deseable en el francmasón. Esto nos hace pensar ahora que si los Templarios tomaron su nombre del Templo de Salomón o de Templar el Acero de las espadas, pero sé, que la historia oficial es que los Caballeros del Temple o Templarios tomaron su nombre del Templo del Rey Salomón.
La templanza en el masón que busca en la Orden sus necesarias virtudes, virtudes que limitan sus acciones impulsivas y lo pone a actuar siempre, como consecuencia de haber pensado y decidido accionar en consecuencia. Comúnmente, cometemos el error de pensar que un hombre con poco temple es un hombre de poco valor, relacionando así la falta de temple con la cobardía o al menos la falta de valor. Sin embargo, el hombre de acciones intempestivas y no meditadas suficientemente, también es un hombre carente de temple. Así pues, el que no acciona cuando debe o corre y es cobarde, no es el único al que le falta temple; también falta temple a aquel que toma acciones desproporcionadas y es osado sin medir las consecuencias de sus actos, por lo que el temple y la templanza tienen mucho que ver con la mediación de la mente a fin de controlar las pasiones y deseos. El hombre templado es aquel cuya mente es capaz de dominar el musculo y controlar su actuación, para accionar de manera proporcionada y concordante con el deseo y la pasión, sin llegar a ser desmedido, que son los motivadores más comunes.
La relevancia de la templanza deviene de que esta virtud centra y por tanto ubica los pensamientos del virtuoso en la imparcialidad, con lo que el hombre de temple tiende también a ser justo y prudente, pues sus actos son siempre proporcionados y acordes con la circunstancia, y este hecho consecuentemente, se traduce en fortaleza moral, en el hombre que la posee. Así la templanza es una virtud, que al igual que las otras, no actúa por sí sola, sino que muy por el contrario estimula y promueve la práctica de las otras tres virtudes cardinales. No en balde, el hombre común propone instintivamente la calma ante la circunstancia adversa, misma que le da la oportunidad de evaluar para tomar la decisión más conveniente, con lo cual, la calma se constituye en el primer paso para alcanzar la templanza.
De lo dicho anteriormente, surge la cuestión de ¿Qué hay que calmar? y la respuesta aparece con claridad ante nosotros, cuando observamos como las diferentes culturas, por diversos métodos tratan de calmar el espíritu, mediante la meditación, entre otros ejercicios; al igual que la sed de conocimiento, ya que el enemigo primordial de la calma es, justamente la ansiedad y la duda. Quien está ansioso por alcanzar la meta, no puede estar calmado, al igual que quien duda, no tiene posibilidad de estar en calma, pues su mente está en una constante pregunta que no tiene respuesta.
El hombre común que desea alcanzar el estado virtuoso, tiene en la templanza una vía que adicionalmente le ayuda a practicar las otras virtudes cardinales y la manera que encuentra para alcanzar la templanza, no es otra que la práctica de la calma; instruyéndose en profundidad y combatiendo la ansiedad, para que la duda desaparezca de su ser, pudiendo así ubicarse firme y seguro en el equilibrio, centrando su accionar cotidiano.
Una herramienta fundamental para alcanzar la calma y con ella la templanza, es el silencio, de allí que, la Masonería, lo pida o lo exija a sus aprendices de masones, ya que el estado de silencio, evita que la vibración de la voz perturbe o produzca interferencia con el sentido del oído, que es importantísimo cuando se desea recibir la transmisión que mana del que enseña hacia el que aprende. El hombre común, tiene en sus cinco sentidos, las fuentes de donde proviene su contacto con el mundo, y es por ello que apaciguarlos, es equivalente a disponerlos para la percepción. Así, la voz y con ella el habla, pareciera ser que es una expresión de la inquietud interior, pues ella sigue siempre a la idea, que se ha producido en la mente y por tanto el ruido que ella produce no es más que un espejo del ruido interior que el ser produce en sí mismo; apaciguarla equivale a cerrar la puerta de salida y con ello se evita que la expresión de las ideas interiores salga inmadura al mundo.
De ahí se intuye, de manera general, que apaciguar los sentidos promueve la calma y con ello, ejercita la templanza; puesto que, al igual que con el habla, todos los sentidos son manifestación de nuestras pasiones y deseos interiores, por ello la práctica del control de estos, es esencial para que el temple madure en el ser. Por analogía, observemos las aguas de un mar interior, son clamadas y tranquilas, bañarse en ellas es una experiencia relajada y cómoda, mientras que las playas que dan al mar abierto, tienen fuerte oleaje y resacas, que hacen de la experiencia de bañarse en ellas, mas una aventura casi incierta y de algún riesgo, que una experiencia tranquila. Si nuestro ser esta calmado y contenido se relaja, la incertidumbre no lo asalta; mientras que si esta turbulento y demasiado excitado, está lleno de dudas y no encuentra sosiego, sus acciones serán siempre producto de la duda y más que acciones meditadas y producto de la reflexión, serán más parecidas a una reacción o impulso sin refrenar, del cual medirá sus consecuencias después y no antes.