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General: EL TRIUNFO DE MARIA MAGDALENA-J.GIMENEZ
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CAE EL VELO: MARIA MAGDALENA, HISTORIA Y SIMBOLO
Dios no es sólo Él. Es también Ella. Porque es Padre y Madre. La fusión de los dos principios, masculino y femenino, que lo permea todo en la Naturaleza. Energía. Amor universal. Los opuestos complementarios, la polaridad no excluyente, plasmada desde hace milenios en culturas profundamente sabias donde el leit motiv de los gemelos se reitera por doquier. Al respecto, resulta ilustrativo lo expresado por Juan Marín en El Egipto de los Faraones" :
(...)"Como se decía al iniciado en los Misterios de Samotracia (según nos cuenta el romano Varro), ´entre Cielo y Tierra hay la misma relación que entre alma y cuerpo, que entre sequedad y humedad´. Osiris era el ´lingam´ sivaico, mientras que Isis era el ´yoni´ de Parvati. Ellos estaban simbolizados en el cielo por los dos "Gemelos" . (...) "Según Plutarco, la teoría de los "Dos Principios" estaba en la raíz de todos los ritos iniciáticos del mundo antiguo (...)"
Por su parte, en su libro Egyptian Divinities, el egiptólogo Moustafa Gadalla afirma:
(…) "Los textos egipcios expresan que Nun --el caos de la pre-creación -- poseyó características que se identificaron con cuatro pares de poderes/fuerzas primordiales. Cada par representa los gemelos primigenios de doble género --los aspectos masculino/femenino. Los cuatro pares son equivalentes a las cuatro fuerzas del universo (la fuerza poderosa, la fuerza débil, la gravedad, y el electromagnetismo).
Y no por último menos importante, en este brevísimo recuento del simbolismo gemelar sobresale la obra Mito y Significado, de Claude Lévi-Strauss , cuyas conclusiones sobre su nexo con el talón como zona del pie de especial importancia podrían incluso aplicarse al epíteto inscrito en el cartucho de Kheops --"el que sujeta y es sujetado"--ubicado en la Cámara de Descarga de la Gran Pirámide y analizado por el Dr. Georgeos Díaz-Montexano en su estudio El Enigma de los Grafitos de Kheops.
La connotación de fragilidad que poseyó esta zona trasera del pie está, pues, relacionada en gran medida con el mito de los gemelos (véase v.g. el nacimiento de Esaú y Jacob) . De ese modo, al igual que Thetis sujeta a Aquiles por el talón para otorgarle la inmortalidad al sumergirlo en las aguas estigias que corrían por el Hades, el "gemelo" que nace en segundo lugar sujetaría por el talón al hermano que le precede, "debilitando" de ese modo esta zona crucial del pie. Ello, alegóricamente, explicaría en muchos casos el combate entre hermanos para representar transiciones históricas (v.g. nomadismo/sedentarismo) o la pugna entre principios opuestos que, sin ser en realidad excluyentes, luchan por prevalecer hasta lograr fusionarse mediante la fuerza del Amor: yin/yang, bien delimitados y a la vez conteniéndose el uno al otro. En la cosmología del Antiguo Egipto, i.a., los "gemelos" proliferan como símbolos de la dualidad y polaridad necesarias para el equilibrio cósmico: Shu-Tefnut, Geb-Nut, Osiris-Isis, Set-Nephtys... Como también Cástor y Póllux en Grecia, Rómulo y Remo en Roma, Quetzalcóatl y Xólotl entre aztecas y mayas, o los Ibeyis, en la cultura yoruba… Todos vinculados de algún modo con serpientes y dragones, la Madre Kundalini que mora en el raquis humano... La lista es larga.
Ahora bien, ¿qué relación tiene este simbolismo esotérico con las figuras de Jesús y María Magdalena? Ante todo, la misoginia de la cultura judía en los tiempos bíblicos, continuada y exacerbada a lo largo del tiempo por altas personalidades de la Iglesia católica, es una de las explicaciones de la reiterada labor de tergiversación y ocultamiento del papel de la mujer en nuestra llamada "cultura occidental".
En este sentido, la acción de respetar el necesario sigilo es un ejemplo harto elocuente. Moisés, en Exodo 27, versículos 33 a 35, tras haber "escuchado" en un alto nivel iniciático, coloca sobre su rostro un velo en señal de voto de silencio y, más tarde, clásicos griegos como Herodoto, Platón, Pitágoras, Plutarco, callan en sus escritos lo que no les estaba permitido decir acerca de una religión mistérica que, basada en la sabiduría del dios egipcio Thot -el Hermes Trimegisto de los gnósticos-podía sólo transmitirse "de labios a oídos". Todo ello es correcto.
No obstante, una cosa es el silencio que se guarda de modo voluntario por razones disciplinarias y éticas y, otra, el impuesto a lo largo de los siglos a la mitad femenina de la Humanidad, escindida por el mismísimo Zeus como castigo aplicado a los Titanes en su intento de luchar contra las deidades del Olimpo. En un comienzo -y Platón lo expresa en su diálogo El Banquete (Symposio) o Del Amor por boca de Aristófanes--, el hermafroditismo que habría caracterizado a la naturaleza humana representaba, en aquella mítica fusión macho-hembra, la fuerza poderosa y unitaria del Amor, la necesidad de amalgamar ambas porciones -andro y gino, Hermes y Afrodita- en una totalidad armoniosa regida por un equilibrio tan perfecto que recordaría la sexualidad o, mejor aún, la asexualidad de los ángeles, en quienes la sublimidad de dicho sentimiento habría hecho desaparecer cualquier tipo de distinción, incluida la de género.
La realidad ha demostrado, empero, el lamentable fracaso de la aspiración unitaria e igualadora contenida en el mito. En este caso, la mujer, desprovista de voz y, por consiguiente, de voto o poder de decisión, era presentada como la imagen viva de la charlatanería, de la plática hueca, depositaria de la palabra que, transmitida por ella "de labios a oídos", lejos de sabia no era más que rumor, en síntesis, mero chismorreo.
Por razones de tiempo y de espacio no nos detendremos aquí en el análisis de la apabullada Eva que, desde el Génesis bíblico, cargó con la exclusividad de la culpa de la "caída del Adán ingenuo"... Lo cierto es -como señalaron las ponentes del XII Congreso de Teología realizado en Madrid en septiembre de 1992 en torno al problema de la marginación femenina-que la historia omite, por haberlas omitido la propia realidad, a las papisas y a las Madres de la Iglesia: La Papisa Juana, pues, no pasa de ser un personaje imaginario. La Iglesia ha tenido Padres, jamás Madres. De las reinas se han divulgado sus amoríos; sobre las mujeres destacadas en la ciencia, la literatura, el arte, la política, la religión, la sociedad en general, los comentarios han sido lacónicos, en contraposición a los extensos legajos dedicados a las arpías, gorgonas, medusas, furias, parcas, serpientes, etcétera, a cuyo verdadero significado esotérico apenas se alude.
Por los mass-media, y por los codos, se propagan los efectos nocivos del climaterio femenino; el masculino brilla por su ausencia. Las sirenas cantan y engañan, al paso que los tiburones despedazan a sus presas sin tanto alboroto. Para designar un terrible torbellino y un pavoroso escollo del estrecho de Mesina, los apelativos Escila y Caribdis -evocadores de lo femenino-parecieron idóneos a los misóginos antiguos. La esfinge edipiana, también en su versión exotérica, era monstruo-mujer, elaborado por los griegos a partir de la figura original egipcia, de esencia andrógina. La belicosa gemela de Ares, con otra perversa manzana, sembraba la discordia a modo de entretenimiento. En Latinoamérica, la legendaria Madre de Aguas se califica por lo común de agresiva y sanguinaria... La lista, una vez más, es extensa…
En nuestros días, descuella el resonante ejemplo de una injusticia histórica y simbólica que, felizmente, parece haber llegado a su fin: la vida y obra de Myriam, la de Magdala. En su libro El Legado de María Magdalena, el investigador barcelonés José Luis Giménez desenmascara con evidencias irrefutables la milenaria mentira acerca del verdadero papel de la amada discípula de Jesús, ligada a él, además, como esposa y madre de su descendencia. El Legado... contribuye a echar abajo la calumnia de la "prostituta redimida". Saca a la luz fuentes intencionalmente olvidadas o relegadas de larga data que le permiten rescatar la dignidad de la Mujer y del Amor, tanto desde el punto de vista histórico como emblemático. En pocas palabras, apuntala con firmeza los mensajes que, de manera velada, transmitieron desde épocas remotas aquellos que conocían la naturaleza inviolable del secreto.
Tal como hiciera Dan Brown en el Código da Vinci o Michael Bigent, Richard Leigh y Henry Lincoln en The Holy Blood and the Holy Grail, entre muchos otros autores que han tocado este polémico asunto, José Luis Giménez ha contribuido a destapar la Caja de Pandora en cuyo fondo, bien visible, reposa la Esperanza. Porque la Verdad siempre se abrirá paso.
Iré por partes: el Santo Grial es, ante todo, un símbolo de la presencia crística en el ser humano, de su pureza, de su Realización espiritual. Para lograrlo, la comunión de los principios femenino y masculino resulta indispensable. François Bérenguer Saunière lo sabía. Este hombre singular, párroco de la Iglesia de Sta. María Magdalena en Rennes-le-Chteau, en el sur de Francia, al concebir la modificación de los retablos allí existentes, incluyó dos imágenes, una a cada lado del altar mayor, descritas y fotografiadas por José Luis Giménez en su Op. Cit.: a la derecha, la Virgen María con un niño y, a la izquierda, San José con otro niño distinto. Es decir: la polaridad que no se excluye, lo gemelar que se fusiona.
Ahora en tierras españolas, en el cisterciense Real Monasterio de Santes Creus (provincia de Tarragona), que data del siglo XII, el autor de El Legado... saca a la luz, en tal sentido, otras piezas de enorme relevancia: en la capilla de San Juan Evangelista, este aparece representado en la parte central del retablo con un aspecto incuestionablemente femenino, del mismo modo que ocurriría en el viejo Egipto con las representaciones hermafroditas de Akhenaton durante el período de Tell-el-Amarna (dinastía XVIII). Aquí, tal como señala J.L. Giménez, la intención del autor es obvia: San Juan, identificado en ocasiones con la figura de María Magdalena, tiene, como esta, largos y rizados cabellos pelirrojos, a diferencia del porte varonil con que aparece en cuadros de El Greco, de Tiziano, de Velázquez... Sin embargo, Leonardo da Vinci, conocedor del esoterismo antiguo, en particular del egipcio, supo también reflejar -y ocultar-- magistralmente lo andrógino en sus pinturas...
En los siete íconos adicionales al retablo, situados en su parte inferior, hay imágenes con pasajes bíblicos acerca de la vida de Jesús y María Magdalena que encierran una gran riqueza simbólica: además del número 7 alusivo de los plexos de energía chákrica, en uno de los íconos la Magdala aparece junto a dos criaturas gemelas, mientras que en el correspondiente a San Juan Evangelista, además del cáliz en su mano, aparece al fondo la cruz de San Andrés formada por dos árboles... el axis mundi.
Podrían hacerse numerosas lecturas deshermetizantes de este retablo realizado por un pintor anónimo a principios del siglo XVII. El dedicado a María Magdalena embarazada, llorando al pie de la cruz junto a una calavera, se analizará en párrafos posteriores.
Volvamos al tema específico del Santo Grial. En la escritura jeroglífica egipcia, la letra G era indicada por el signo que representaba un apoyo, asiento, sostén o protección de jarra, vasija, pote... O sea, el receptáculo, el recipiente, lo que recibe, símbolo -al igual que el arca y al barca-del yoni o útero que, en este caso, da cabida a la sangre que se identifica con el ens seminis, las "aguas mercuriales", la saliva, todo ello como líquido sagrado que interviene en la Suprasexualidad tántrica denominada también Ciencia Transmutatoria, Muerte Psicológica, Alquimia Sexual, Nacimiento Segundo , Gran Obra. Y si tomamos en cuenta el principio "acrofónico" aplicado por Jean-François Champollion a la escritura fonética en su labor de desciframiento de los jeroglíficos egipcios, puede inferirse que la citada letra G representada por el vaso, jarra, etc., podría aludir veladamente al Grial.
Oscar Uzcátegui, al referirse a Nut, la Madre Cósmica egipcia/Isis, señala que en su representación, "Encima de la paloma, Nut tiene un cáliz sagrado. Dicho cáliz es la copa o gomor dentro de la cual se halla contenido el maná del desierto con el cual se han alimentado todos los profetas. "Esa copa o gomor es el yoni femenino, en el cual está contenido el vino de la sabiduría y al cual se le rendía culto en los misterios del dios Baco entre los antiguos romanos y griegos. Es una lástima que todavía la antropología y la arqueología oficiales sigan creyendo que las vestales romanas y griegas eran prostitutas que se embriagaban y practicaban orgías bebiendo vinos espumosos.
"Todo esto ha sido siempre simbólico. [El vino y el maná] (...)" Ambas cosas no vienen a ser otra que el ens seminis dentro del cual se encuentra todo el ens virtutis de la sabiduría, como lo apuntara en su tiempo el virtuoso Paracelso.
"Todo adepto sin cáliz es una blasfemia dentro de los misterios. Un sacerdote oficiando sin su cáliz es un absurdo total. El cáliz es el complemento fundamental de la lanza." En la historia de Jesús y María Magdalena hay ambas cosas: lanza y cáliz. Asimismo, en la lengua de Oc (Languedoc), nuevo escenario de la vida de la Magdala, la pronunciación del término que significa "cáliz" y "vaso" suena así... grial. El cáliz o copa que muy probablemente no fue empleado por Jesús para beber en una cena que no ocurrió en realidad, sino en el plano de la alegoría.
Desde hace siglos, La Última Cena ha sido un tema recurrente para los artistas, en especial para los pintores. Fray Angélico y Andrea del Castagno lo plasmaron en el siglo XIV, y sobre todo en la obra magistral de este, La Santa Cena , es ella, la discípula más amada de Jesús quien ocupa el centro de la composición, reclinada sobre la mesa y rodeada, en perfecta simetría bilateral, por el resto de los Apóstoles. Jesús, aquí, está sentado frente a ella al otro lado de la mesa, contemplándola, como indica la inclinación de su cabeza. En cada extremo... una copa.
Por otra parte, la copia del fresco del "Cenáculo" de Leonardo realizada por Marco de Oggiono no difiere del original, excepto en que aquí, los pies de Jesús son perfectamente visibles bajo la mesa, en particular el derecho, que avanza como considero hicieron los iniciados en los Misterios egipcios al cumplir el doble recorrido ceremonial. En otra versión del Cenáculo de Leonardo, de autor desconocido, es en extremo significativa la jarra situada frente a la figura femenina: María Magdalena, la Myriam oriunda de Magdala es, no obstante, el personaje cuestionado y hasta denigrado de esta historia. El célebre cáliz ha sido codiciado y buscado por muchos debido a su legendaria riqueza material. Otros lo han hecho por su genuino valor emblemático, mientras que María Magdalena -tesoro en sí misma-- era presentada como la prostituta redimida por Jesús, la discípula ignorada, la mujer menospreciada, excluida, marginada como todas las demás, junto con los pobres y los extranjeros, en aquella sociedad furiosamente patriarcal.
Pero la Magdala lleva en su nombre la partícula MR, mer/mir, el signo jeroglífico egipcio que, en su polisemia, incluye la noción de Amor. De ahí su apelativo: Myriam, María...
Posee, por añadidura, un sentido que, sin duda, remite al Gran Arcano 13 del Tarot egipcio a la luz de la doctrina cabalística: El Segador, la Muerte como Transformación, lograda cuando las fuerzas polares desintegran el cuerpo físico al obtener la Realización. Y hay más, muchas más constataciones que por muy asombrosas que parezcan, rebosan de lógica esotérica. Fue así como me llegaron y así como las transmito.
¿En qué elementos baso tal asociación? La calavera que suele acompañar a María Magdalena significa la Muerte Psicológica, la aniquilación del ego bestial, la decapitación simbólica que la enlaza con San Juan Bautista. Además, las letras correspondientes a este Gran Arcano son: Mataloth (egipcia), Mem (hebrea) y M (latina). ¡La M que ojos expertos han visto dibujada con los cuerpos de Jesús y la Magdala en La Ultima Cena de Leonardo, unida con la V alusiva de la vagina, de lo femenino! Como gema, le corresponde la amatista y las piedras rojizas. Como color, las tonalidades rojas. En el mundo espiritual, la destrucción y la renovación. En el intelectual, el ascenso del espíritu a esferas divinas. El signo zodiacal, Aries, promesa de inmortalidad que en mi criterio la asocia directamente con Jesús, el carnero de Dios. En la Alquimia, es la Transmutación, el flujo de los opuestos polares , o sea, el ya explicado simbolismo gemelar.
En este análisis, "debe tenerse presente que el signo zodiacal Aries encarna la cabeza de un carnero y evoca la fuente de vida o el brote que florece en el equinoccio de primavera. (...) Géminis (...) es el dualismo, la dualidad de los gemelos; y la representación de Virgo ´se basa en la letra hebrea mem y en el símbolo fenicio que significa pescado, convertido en épocas tempranas en signo representativo de Jesús y del misterio de su nacimiento virginal´. . El símbolo del pez, cargado de sentido espiritual en el esoterismo antiguo, derivaría de su condición de primer animal de la Creación dotado de espinazo, reflejo del raquis humano.
Todo encaja. Mucho más cuando se lee que la función humana que compete a este Gran Arcano 13 es la del sentido del gusto. Porque la noción de gusto, de paladar, evoca alimentos, comida: la simbólica hogaza de pan que ya en los jeroglíficos egipcios, como letra T, era un signo determinativo del género femenino. En este contexto: el principio yin (ostia) que, fusionado con el masculino yang (vino/sangre), observamos unidos en la Eucaristía en calidad de hierogamos, las Bodas de Canaán. De ahí, pues, la reunión de Jesús con sus apóstoles en una Ultima Cena como acto de despedida ante su próxima "Muerte", transmutación obtenida gracias al Amor de su esposa y discípula. Insisto, todo encaja.
Y a este enfoque deshermetizante del principio femenino encarnado por María Magdalena, agrego mi lectura del controvertido puñal que empuña "una mano desprovista de cuerpo" en dicha escena: es su propia mano, la mano derecha de Myriam la de Magdala quien esgrime el cuchillo , --utilizado emblemáticamente en los Misterios iniciáticos egipcios-como prueba del aniquilamiento de los yoes bestiales: .
Como vemos, la escritura jeroglífica vuelve a arrojar luz sobre el significado de esta acción: en el arte esotérico del Antiguo Egipto era común encontrar brazos extendidos en actitud de dar, presentar, esgrimir o portar algún tipo de ofrenda, todo ello con diversas connotaciones, v.g.: . . Así lo explica también Christian Jacq al analizar el acto de dar, de ofrecer, expresando que, para los egipcios, mientras más largos eran los brazos y las manos, mayor era la ofrenda. Y la de Magdala lo era, lo es, lo será. De ahí que el personaje a su derecha eleve a la altura del pecho las dos palmas de las manos con el mismo sentido que dicho gesto posee en la escritura jeroglífica egipcia: "adorar".
El Legado de María Magdalena, por tanto, me indicó los caminos a seguir, los lugares donde -como hizo su autor José Luis Giménez-- debía hurgar con lupa y escalpelo para elaborar conjeturas verosímiles que contribuyesen a ratificar sus conclusiones, que sentí ciertas en todo momento. La verdad finalmente se ha abierto paso. Myriam la de Magdala es símbolo y también historia.
Lic. Julia Calzadilla Historiadora de Arte, Egiptóloga.
JULIA CALZADILLA La Habana, 1943 Obras principales Literatura para niños y jóvenes: Los poemas cantarines (1974) Cantares de América latina y el Caribe (1976) El escarabajo Miguel y las hormigas locas - en colaboración con Marinieves Díaz- (1988) Los chichiricú del charco de la jícara (1988) Los alegres cantares de Piquiturquino (1988) Los pequeños poemas del abuelo Cantarín (1988) Las increíbles andanzas de Chirri (1989) La obra literaria de Julia Calzadilla sobresale por su dominio del idioma, la presencia de la ternura y el acento amoroso de sus poemas y relatos. Tanto en su poesía como en su prosa, se empeña en rescatar valores genuinos de la cultura, el folclor cubano y del continente y de la tradición oral. Es una de las figuras más destacadas de la literatura para niños y jóvenes. Sus libros Cantares de América latina y el Caribe y Los chichiricú del charco de la jícara, le valieron sendos premios Casa de las Américas, mientras que Los poemas cantarines y El escarabajo Miguel …merecieron premios de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. En Los chichiricú … la autora articula los 25 relatos que lo conforman en la leyenda cuajada de humor y alegría de los jigües o güijes-míticos pobladores de ríos, arroyos y charcos- dueños del misterio y la gracia. Y es que Julia Calzadilla sabe hurgar en la mitología afrocubana y trasladar a sus textos el corpus mágico de una literatura oral. Por encima de lo fabuloso y lo anecdótico, interesa a esta escritora dar el hecho poético, el juego, la exaltación de la fantasía, el rescate, la recopilación y el enriquecimiento del folclor. Quiere divertir y agudizar la sensibilidad de sus jóvenes lectores, y su perspicacia, y eso la lleva a incursionar en el policial infantil con Las increíbles andanzas de Chirri. Sus libros resultan atractivos para niños y jóvenes de cualquier latitud. Su título más reciente es Casuarino y el libro mágico de los chacaneques. se ubica en una geografía imaginaria, pero transparentemente latinoamericana y trata acerca de la extinción de una civilización autóctona ante el enfrentamiento con unos visitantes inesperados e indeseables. Es una novela de aventuras. También para niños y jóvenes escribió ¿Ruidos extraños?, dedicado al caballo Rocinante, de quien ningún autor o cineasta habla jamás y Por si las moscas, sobre el Popol Vuh y la civilización maya. Para adultos Julia Calzadilla ha escrito recientemente La Gran Rueda: una lectura decodificatoria de la espiritualidad en los MISTERIOS del Antiguo Egipto, una extensa y muy seria investigación sobre los ritos de esta civilización; La música en las venas, sobre el Trío de las hermanas Lago, y el libro de poesía para adultos Cáscara de Nuez.
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Matrimonio de Jesús con María Magdalena: la Revelación revelada
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ENTREVISTAS Y ARTICULOS EN PRENSA
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Diario de Pontevedra
9/08/2005
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Diari Contrapunt
Mollet
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Artículo publicado en el mes de mayo / 2005
En la revista AÑO / CERO
¿Tuvo descendencia Jesús el Nazareno?
El éxito de la novela El Código Da Vinci ha convertido en tema de moda la cuestión de si existió una descendencia de Jesús. El autor de un libro de reciente aparición -El legado de María Magdalena-, ha realizado una fascinante investigación de documentación iconográfica que se saldó con importantes descubrimientos inéditos. En este artículo extractamos algunos de sus hallazgos.
José Luis Giménez
Mi fuente de información, me había emplazado a realizar un enigmático viaje. Un viaje que me llevaría a descubrir aspectos insólitos y desconocidos sobre la figura de María Magdalena, el nombre que la tradición cristiana dio a la Myriam Migdal judía, o Myriam la de Magdala, que desempeña un papel tan relevante en el Nuevo Testamento de la Biblia.
Mucho se ha escrito sobre Jesús el Nazareno, nombre que algunos atribuyen a la aldea de Nazareth. En cambio, otros autores sostienen que indicaba su pertenencia a la secta judía de los Nazaritas o Nazareos, entre cuyos votos se incluía no cortarse el cabello ni la barba. Sin embargo, muy poco sabemos con certeza sobre su vida.
El Nuevo Testamento recoge algunos momentos fundamentales de la vida de Jesús en los cuatro Evangelios canónicos. Pero éstos solo hacen referencia a su vida pública con el objetivo de demostrar que era el Mesías prometido a Israel. y de una manera sesgada en lo referente a su vida privada. En otros textos, conocidos como apócrifos, podemos obtener una información complementaria. Entre éstos destacan los descubiertos en 1945 en Nag Hammadi (Alto Egipto).
En evangelios apócrifos de cuño gnóstico se habla de un Jesús íntimamente vinculado con María Magdalena, e incluso se afirma que Pedro mostraba cierto recelo y envidia hacia esta mujer, negándose a aceptar que, tras su muerte, Cristo resucitado le hubiese confiado sus enseñanzas secretas y el primado sobre la comunidad de sus seguidores.
Según alguno de estos textos, como el Evangelio de Felipe, Magdalena era la compañera o consorte de Jesús, e incluso se menciona la existencia de una descendencia de ambos en términos claros: "existe el misterio del Hijo del Hombre y el misterio del hijo del Hijo del Hombre". Más aun: este evangelio desarrolla esta afirmación, sosteniendo que Cristo tenía la capacidad de crear y la de engendrar, para culminar sugiriendo que su unión con Magdalena fue un "matrimonio sagrado", al que diferencia del profano calificado y califica de auténtico misterio.
No cabe duda de que estos textos apócrifos -perseguidos y destruidos por la Iglesia desde los años que siguieron al Concilio de Nicea en el siglo IV d.C.- dieron lugar a una leyenda que circuló ampliamente durante la Edad Media. Pero, ¿hasta qué punto era posible documentar la persistencia de esta tradición?
Mis primeros hallazgos se situaron en "El Camino de Santiago", al que yo considero más apropiado llamar de Prisciliano, "el Obispo hereje" nacido en Galicia, en el año de 340 d.c.. Prisciliano predicaba una doctrina gnóstica, que tuvo un notable éxito en el norte de Hispania y en el sur de la Galia. Casi todos los lugares relacionados con el Camino están salpicados de referencias toponímicas a Oc. No es casual que una a Compostela con María de Magdala y el Secreto del Grial, en el Languedoc francés, situándonos en el entorno de Rennes le Chteau, una de las claves del enigma.
Fue en el Monasterio de Santa María de Oia, en su iglesia monacal cisterciense del siglo XII, donde encontré la primera pista. Allí se encontraba un retablo que describía la venida del Espíritu Santo. Por un lado, llamó mi atención su gran parecido con el sello de los Caballeros Templarios de la abadía de Notre Dame du Mont Sion. Por otro, la figura central representaba a Magdalena rodeada por los apóstoles, mientras el Espíritu Santo en forma de paloma descendía sobre ellos.
Retablo de Maria Magdalena con los apóstoles
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Sello templario de la abadía du Mont de Sión
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Monasterio de Santa María de Oia (Pontevedra)
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Muy cerca de donde yo vivía descubrí otro elemento significativo. Se trataba del Reial Monestir de Santes Creus, perteneciente a la orden del Císter, situado en Aiguamurcia, el Alt Camp, provincia de Tarragona. Al margen de la indudable calidad artística de los diferentes estilos representados en esta iglesia monacal, atrajo mi atención una de las dos capillas dispuestas en los laterales del templo, junto a la puerta de la entrada principal.
Esta capilla, denominada de San Juan Evangelista, me iba a deparar grandes y gratas sorpresas ya que, en la imagen central del retablo, aparece la figura de un San Juan Evangelista con aspecto señaladamente femenino, de largos y rizados cabellos pelirrojos, labios de color carmesí carnosos y sensuales y que sostiene una copa o grial con la mano izquierda, a la altura del pecho.
Imágenes: JUAN EVANGELISTA Obsérvese el color pelirrojo del cabello
Conforme me fui acercando y contemplando con detenimiento el retablo, realizado en madera policromada y pintada al óleo, descubrí que había siete iconos adicionales en la parte inferior del mismo y, al observarlos con detenimiento, vi que reproducían diferentes pasajes bíblicos sobre Jesús y María Magdalena.
Aunque la figura central del retablo pretende ser la de San Juan Evangelista, demasiados aspectos lo contradecían. Tradicionalmente a éste se le representaba con un aspecto varonil, barba poblada y edad madura, casi siempre con un libro en las manos. Baste recordar los lienzos sobre San Juan Evangelista de pintores como El Greco, Tiziano o Velázquez. En cambio, la imagen central del retablo era indudablemente femenina. Yo la identifiqué como María Magdalena, por la larga melena de color cobre-rojizo y el tipo de vestimenta y colorido más utilizado en su representación, con predominio del rojo. También por el hecho de sujetar en la mano izquierda la urna donde se guardan los óleos con que ungió de Jesús, un dato inequívoco, pues así es como se la ha representado mayoritariamente.
Como hemos mencionado, debajo del icono central hay siete iconografías de menor tamaño, cuatro de cuyas figuras se identifican con María Magdalena, y otras tres centrales de mayor tamaño, que representan episodios de la vida de Jesús : el nacimiento, la crucifixión y el descendimiento de la cruz. Exponer y describir en detalle lo representado en todos los iconos resultaría imposible en el presente articulo, por la gran cantidad de datos y fotografías. Pero como la principal evidencia a la que nos hemos estado refiriendo se encuentra precisamente en algunos de estos iconos, vamos a referirnos en concreto a estos últimos resumidamente. En el icono central aparece la escena de la crucifixión de Jesús, junto a los dos ladrones y a los pies encontramos la mayor de las sorpresas: ¡María Magdalena embarazada!
Contemplé la escena desde todos los ángulos posibles para excluir la posibilidad de una ilusión óptica. Pero no se trataba de ningún error de apreciación. La Magdalena representada a los pies de la cruz de Jesús, totalmente desolada, con el cabello pelirrojo suelto y el pañuelo en la mano izquierda enjuagándose las lágrimas, había sido evocada como mujer embarazada, con sus pechos hinchados, remarcando los pezones y su vientre abultado en la forma característica de la preñez. Es un vientre muy bajo, a punto de parir, en la posición que adoptaban antiguamente las mujeres de Oriente para dar a luz. Junto a ella aparece una calavera, tradicionalmente asociada a Magdalena en la iconografía.
Para no dejar ninguna duda respecto de su embarazo, el autor del icono pintó una especie de cíngulo -tal como se hacía entonces para remarcar los pechos en las embarazadas, tal como tuvo a bien indicarme mi amigo Manuel de Perea, pintor, orfebre y escultor y por tanto capacitado para aportar tales referencias-, que va desde el hombro hasta la cintura, remarcando claramente el pecho hinchado de la Magdalena.
María Magdalena embarazada al pie de la cruz
En el icono solo aparecen las dos mujeres que tradicionalmente son identificadas con María la Virgen (madre de Jesús) y María Magdalena, lo que despeja cualquier duda sobre la identidad y el estado de embarazo de la figura representada. El tercer personaje representado es el apóstol Juan.
Esta era la prueba o evidencia definitiva que había estado buscando. ¿Sería posible que nadie antes lo hubiese advertido? ¿Durante cuanto tiempo había permanecido oculto el mensaje del retablo? Ahora empezaban a encajar todas las piezas del rompecabezas. Necesitaba observar con atención el resto de la iconografía, desafiando el tiempo transcurrido desde su ejecución hasta este triunfal momento. Un momento que nunca habría podido ni imaginar.
En la siguiente escena, correspondiente al icono de la derecha, podemos ver el descenso de la cruz de Jesús ya fallecido, rodeado de varios personajes. De izquierda a derecha aparecen María, esposa de Cleofás y prima de la madre de Jesús; José de Arimatea, con barba y el típico turbante que llevaban algunos fariseos; Magdalena, quien aparece con la urna de los óleos en sus manos; Lázaro-Juan, sujetando por los brazos a la Virgen María; Juana, hermana de la Virgen María y tía de Jesús, quien aparece arrodillada, recogiendo los pies del crucificado; y por último y subido en la escalera que hay apoyada en la cruz, un personaje que bien podría ser Nicodemo.
Icono del descenso de Jesús de la cruz
En la iconografía del descenso de la cruz, el autor nos da un detalle de suma importancia: todos los personajes que aparecen en el icono, por fuerza tenían que ser parientes de Jesús. Según la Ley de Moisés no estaba permitido tocar a los muertos, a menos que fuesen parientes, como podemos confirmar en Números1 9,11: "El que tocare un muerto, el cadáver de un hombre cualquiera, seré impuro por siete días", un tabú de contacto con el cadáver reiterado en Números19, 14 y 19 : 16.
En Levítico 21, 1-3, tenemos una mayor precisión: "Yahveh dijo a Moisés: 'Habla a los sacerdotes, hijos de Aaron, y diles: Ninguno se contamine con el cadáver de uno de los suyos, excepto si es de alguno de sus parientes más próximos: su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano. Podrá también hacerse impuro por el cadáver de su hermana, todavía virgen, si, por no haber pertenecido a ningún hombre, era su pariente próxima'". Un pasaje que corrobora Ezequiel 44, 25: " No se acercarn a persona muerta para no contaminarse, pero por el padre, la madre, el hijo, la hija, el hermano, la hermana que no tenga marido, si podrán contaminarse". Como vemos, sólo estaba permitido tocar a los muertos a los familiares más cercanos. En este caso, el autor del icono dejaba claro una vez más la relación de pariente cercano que ostentaba María Magdalena con respecto a Jesús. El resto de la iconografía también hacía referencia a la relación entre ésta y Jesús. De hecho, vuelve a insistir en la misma idea, como podemos ver en otro icono donde aparece ella con los signos inequívocos del embarazo.
Finalmente, la posible descendencia de Jesús y María Magdalena quedó testimoniada por el autor del retablo en otro de los iconos, donde podemos observar a Magdalena acompañada ya de sus dos vástagos, en este caso, de dos niñas gemelas.
María Magdalena embarazada con la cruz - María Magdalena con las dos niñas gemelas
Iconografía correspondiente a Magdalena con las dos niñas gemelas, llevadas de la mano y en brazos. ¿La evidencia de la descendencia de Jesús y María Magdalena?
Este retablo dejó constancia, en forma iconográfica, de una tradición antiquísima que, a pesar de la hostilidad de la Iglesia, se transmitió a lo largo de toda la Edad Media. Básicamente, recogía el mensaje siguiente:
- Estatus social de María Magdalena en el icono de la princesa, con la inscripción de IVSTICIA
- Esposa de Jesús, vestida de luto tras la crucifixión, con la palma de martirio, igualmente testigo del martirio al que fue sometida su memoria, al ser presentada como una prostituta, cuando en La Biblia no existe ninguna base para identificarla con el personaje de la pecadora evangélica. Esta arbitraria identificación se consolidó en los siglos V y VI, proyectando una imagen de descrédito que veló su verdadero valor y significado histórico.
- Grial viviente en calidad de portadora de la sangre de Jesús, a través de su descendencia (icono que la presenta embarazada, soportando la cruz, la carga).
- Confirmación de la descendencia (icono con los dos niños gemelos en brazos, mostrando claramente su parecido con los progenitores).
No es posible detallar en un artículo toda la información que recabé con respecto al autor del retablo -tarea que abordo en mi libro-, pero baste recordar que el Monasterio de Santes Creus pertenecía al Císter, la Orden fundada por San Bernardo de Claraval, quien a su vez intervino decisivamente en la creación de la Orden de los Caballeros Templarios.
Posteriormente, éstos llegaron hasta el Monasterio de Santes Creus, a través de la Orden Militar de Santa María de Montesa, fundada en 1.319 por el rey Jaume II de Aragón para acoger a los Caballeros de la Orden del Temple que consiguieron huir de la persecución del Rey Felipe IV el Hermoso de Francia, con el beneplácito del Papa Clemente V.
Los Caballeros Templarios que consiguieron huir de Francia, se refugiaron en otras órdenes, como la de Montesa o la de Calatrava. Con ellos también llegarían los conocimientos secretos de la Orden, por los cuales habían sido acusados de herejes. Entre estos secretos siempre se ha destacado el de la existencia de una sangre real (Santo Grial) que reivindicaba una ascendencia sagrada y se remontaba a Jesús y Magdalena.
El retablo que hemos examinado fue realizado en el año 1.603, según consta en el mismo, utilizando un lenguaje oculto del iniciado para transmitir de forma encubierta una tradición considerada herética, cuyos depositarios en Europa occidental habían sido los Caballeros Templarios, y anteriormente los cátaros.
Sinceramente, creo que las evidencias hablan por sí solas. Más si tenemos en cuenta que se trata de un retablo de principio del siglo XVII y que, con anterioridad a esa época, ya existían diversas iconografías e imágenes sobradamente conocidas de San Juan Evangelista, entre éstas las ya citadas de Tiziano, El Greco y Velázquez, por poner sólo algunos ejemplos, que proyectan sin excepción una imagen acusadamente viril de esta figura. Esta tradición excluye que dicho personaje pueda corresponderse con la imagen femenina representada en el retablo de la iglesia del Monasterio de les Santes Creus.
Me parecía increíble que aquel retablo no hubiese llamado anteriormente la atención de nadie (por lo menos, no tengo constancia de ello). Pero como dijese Hermes ( mi enigmático informante) : "Todo tiene su momento". Y quizá ahora había llegado el momento propicio.
(Extractado del libro El Legado de María Magdalena, de José Luis Giménez - www.extrasensorial.com - Edit. Amares.com )
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