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“Si vas a construir una máquina del tiempo en un auto, tiene que ser con estilo”.
La frase es parte del diálogo que el Doc Emmett Brown tiene con Marty McFly en el comienzo de Volver al Futuro. El científico le explicaba al adolescente por qué había decidido poner su invento más grande en el cuerpo de un modelo que, hacia 1985, gozaba todavía de cierta reputación pese a que ya llevaba tres años fuera del mercado formal.
El DeLorean DMC-12 fue, en su primera etapa, el resultado de un proceso con mucho delirio en el medio. Por eso, la sentencia del personaje de Christopher Lloyd es una metáfora acabada de lo que fue aquel deportivo presuntuoso, con puertas de apertura vertical al estilo Alas de Gaviota, un formato futurista y una historia escrita sobre crónicas policiales.
El DeLorean DMC-12, auto que fue parte de un gran delirio.
Ahora vuelve esta marca, a 40 años del abrupto final de su primera etapa, la fundacional. Lo hace en un tiempo distinto, que se presume en formato eléctrico. Y se supone que regresa con una solvencia diferente desde el aprendizaje de todo lo que hizo John DeLorean, su fundador, un playboy con ínfulas de superioridad que, cuando se vio acorralado, recurrió a hacer lo que sea para tratar de salvar su empresa. Incluso, vender drogas.
De la nueva DeLorean se sabe muy poco. Que se relanzará con un deportivo, que será enchufable y también con la firma de Italdesign, la casa italiana de Giorgetto Giugiaroque también había dibujado el DMC-12 a fines de los 70 para ponerlo en el mercado a principios de los 80. El primer teaser, que muestra apenas la misma apertura de puertas que el viejo modelo, fue difundido esta semana en redes sociales.
Christopher Lloyd y Michael Fox en Volver al Futuro.
El DeLorean es un auto apasionante por la atmósfera cinematográfica que lo rodea, presente en su protagonismo en la trilogía de Volver al Futuro como compañero de aventuras en el tiempo de Michael J. Fox, pero también porque la vida de John DeLorean llegó al cine. Lo merecía: fue de película.
Quién fue John DeLorean
Producida por Steven Spielberg y dirigida por Robert Zemeckis, Volver al Futuro se estrenó el 3 de julio de 1985. Por esos días, el DeLorean DMC-12 ya formaba parte del inventario de las grandes ideas estrelladas contra la realidad. Fue una burbuja sobre ruedas: tuvo solo dos años de producción y casi 8.600 unidades fabricadas.
Antes del colapso, el hombre que le puso el apellido a la marca intentó hasta lo imposible para evitar el naufragio que, por la arquitectura del negocio que había montado, era inexorable. John DeLorean, hace cuatro décadas, quiso crear un unicornio: inventar una automotriz y tratar de convertirla en un éxito de la noche a la mañana, sin dinero propio sino con el aportado por inversionistas atraídos por promesas difíciles de cumplir. Y tan rápido como subió, cayó. Y bien al fondo: desesperado, se entregó al delito.
DeLorean era ingeniero y sabía de autos. Durante tres décadas fue parte de la industria. Nació el 6 de enero de 1925 en Detroit, la meca automotriz americana. Su padre Zachary trabajaba en Ford. Como un veinteañero, John entró a General Motors. Su crecimiento fue meteórico: fue el gerente general más joven en la historia de Pontiac primero y de Chevrolet más tarde. En 1972 fue elevado a jefe de las operaciones de automóviles y camiones para Norteamérica de GM.
Sin embargo, no encajaba con el molde tradicional de las automotrices, de bajo perfil y pensamiento conservador. Lo suyo era la extravagancia y presumir de ella. Cosechó tantos enemigos en GM que se fue en 1973 después de que misteriosamente se filtrara en la prensa un documento que él mismo había redactado para exponer ante otros ejecutivos de la compañía, con conceptos lapidarios sobre lo que consideraba la mala calidad de los autos de sus marcas.
Llega el DMC-12, el “auto ético”
La renuncia en General Motors coincidió con su tercer matrimonio, el que contrajo con la supermodelo Cristina Ferrare, 25 años menor que él (23 y 48). A ella le fue contando el proyecto para crear el “auto ético” que estaba detrás de DeLorean Motor Company, empresa que fundó el 24 de octubre de 1975. A la vista de la historia, parece una burla que el empresario haya pensado en dicho concepto, el que apoyaba en un vehículo que fuera seguro, duradero y sostenible.
El DeLorean era caro por su calidad y potencia.
Convocó a Colin Champan, el fundador de Lotus que era una celebridad entre los autos, para darle forma al chasis y la suspensión. Y el modelo fue firmado por Giorgetto Giugiaro, el creador de ItalDesign, quien le dio la forma de cupé al deportivo que DeLorean quería insertar en el mercado.
Giugiaro basó el DeLorean en un prototipo de 1970 que había diseñado para Porsche, que tenía una forma similar a la de una cuña. Su carrocería era de acero inoxidable con puertas de ala de gaviota. Equipaba un motor V6 de Peugeot-Renault-Volvo de 2.85 litros, montado en la parte trasera que producía 130 caballos, una potencia escasa para un auto tan pretencioso.
Un depósito de los DeLorean a principios de los 80.
Con el proyecto sostenido en semejantes celebridades, John DeLorean obtuvo un crédito del Bank of America. Pero también contó con inversores privados de mucho renombre, como Johnny Carson, Roy Clark y Sammy Davis Jr. Otra forma de fondear el proyecto fue con anticipos que les pedía a concesionarios a cambio de acciones de la compañía.
Al buscar el lugar donde establecer la planta, desechó un acuerdo casi cerrado con Estados Unidos para instalarse en Puerto Rico al ser convocado por Gran Bretaña para establecerse en las afueras de Belfast, la capital de Irlanda del Norte. El lugar elegido fue un baldío de Dunmurry.
John DeLorean con Cristina Ferrare y sus hijos Zachary y Kathryn.
Tenía 100 millones de dólares y el respaldo británico. Una perspectiva alentadora. Pero la contabilidad no decía lo mismo. De hecho, DeLorean sabía que se iba a quedar sin fondos “el día que se produjera el primer auto”, admitió años después Barrie Wills, quien era el director de compras y suministros de DMC en ese momento y luego su CEO final.
Peor se puso el escenario con el triunfo de la conservadora Margaret Thatcher, quien estaba en contra de las inversiones extranjeras y complicó los planes de la compañía. El respaldo local se había esfumado. Pero el auto salió de producción, en enero de 1981. En Estados Unidos decían que tenía mala calidad y poca potencia, y los 25.000 dólares (75.000 actuales) de su precio lo hacían caro. De hecho, quedaron 2.600 de las 8.600 unidades sin ser vendidas.
El principio del fin de DeLorean
Thatcher lo asfixió, sin ayuda y con el bloqueo de posibles inversores locales. En la planta crecía la tensión con los trabajadores ante los retrasos y la parálisis. Con la quiebra a la vista, John DeLorean no iba vender barata la derrota. En el afán de conseguir dinero rápido y sin que le hicieran muchas preguntas, se embarcó en el delito.
DeLorean y Ferrare, con el auto: la vida se les fue en el DMC-12.
En Estados Unidos pidió un préstamo de diez millones de dólares a privados pero nunca se los acreditaron porque no le creyeron. El 19 de octubre de 1982, el gobierno británico llamó al CEO Barnie Willis para conminarlo a cerrar la planta. Pero lo peor sucedía del otro lado del Atlántico…
Esa misma noche, DeLorean fue detenido: el FBI lo había grabado en una conversación en la que supuestamente aceptó un plan para vender 100 kilos de cocaína, por un valor estimado de 24 millones de dólares, dinero con el que iba a rescatar a la compañía. DeLorean Motor Company quebró una semana después.
Las crónicas de la época describen que DeLorean fue tentado por un infiltrado del FBI, quien se hizo pasar por narco y le ofreció la propuesta de vender la cocaína. Como no tenía el dinero, puso su propia compañía como garantía (que estaba inactiva y no tenía patrimonio) para comprar la droga y luego revenderla. DMC Inc. iba a pasar a manos de presuntos narcotraficantes. Lo grabaron y fue preso.
Resultó absuelto en el juicio por drogas. Enfrentó también procesos por malversación y fraude por parte de fiscales federales en Estados Unidos y Gran Bretaña. Nunca fue condenado. A sus acreedores les restituyeron 100 millones de dólares por el trabajo de investigación de casi 20 años.
El interior que tenía el primer DeLorean.
DeLorean fue declarado en bancarrota y tuvo que vender su casa en Nueva Jersey, una propiedad con más de 200 hectáreas que fue adquirida por Donald Trump y convertida en el Trump National Golf Club.
Volver al Futuro, su momento de fama
La aparición del DMC-12 en la película fantástica del dúo Spielberg-Zemeckis revitalizó el auto pero como un objeto de culto. De hecho, se acaba de vender en una subasta una unidad de 1981, con muy pocos kilómetros, a más de 120.000 dólares.
Pero DeLorean, después de tanto escándalo, pasó a ser un paria. Murió a los 80 años, el 19 de marzo de 2005, producto de complicaciones surgidas tras un derrame cerebral. Vivía en un pequeño departamento en Nueva Jersey con Sally, su cuarta esposa, y sin contacto con sus hijos.
Lo poco que se mostró hasta ahora en forma oficial del nuevo DeLorean.
La vida de John DeLorean llegó en 2019 al cine en una biopic que mezcla ficción con testimonios reales, y que es protagonizada por Alec Baldwin en el papel del empresario, y se llama Framing John DeLorean.
Zachary y Kathryn, los hijos que tuvo con Cristina Ferrare, fueron clave en el armado del guion de la película. Cuando sus padres se separaron, a mediados de los 80, durmieron en el piso de la casa de sus abuelos maternos; años antes vivían en un fastuoso penthouse de 20 habitaciones en la Quinta Avenida, frente al Central Park, en pleno Manhattan. Su ex mujer no quiso hablar para los documentalistas, pero respetó que sus hijos lo hicieran para graficar la codicia de su padre, quien les mintió en forma descarada.
Una vez fallecido, su abogado Howard Weitzman definió con pocas palabras por qué pudo haber sido capaz de haber causado tanto daño: “John DeLorean tenía una de las opiniones más distorsionadas de lo correcto y lo incorrecto”.
Ahora DeLorean vuelve, en un renacimiento eléctrico que, a priori, nada tiene que ver con aquellas aventuras desenfrenadas. Lo hará de la mano de Steve Wine, empresario que compró los derechos de la marca en 1995. La historia de su fundador le regala una sazón que puede hacer más tentadores a sus autos.