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SANTA ELENA ES LA MADRE DE CONSTANTINO ¿CASUALIDAD O CAUSALIDAD?
TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA.
Santa Elena, Madre de Constantino – 18 de Agosto
Santa Elena, madre del emperador Constantino, tuvo un interés singular en ayudar a los pobres y acudía a la iglesia piadosamente confundida entre los fieles.
Santo del día — 18/08/2021
En un mesón propiedad de sus padres en Daprasano (Nicomedia) nació pobre en el seno de una familia pagana. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos de las persecuciones mandadas desde Roma: vió a los cristianos que eran tomados presos y metidos en las cárceles de donde salían para ser atormentados cruelmente, quemados vivos o arrojados a las fieras. Nunca lo entendió; ella conocía a algunos de ellos y alguna de las cristianas muertas fueron de sus amigas ¿qué mal hacían para merecer la muerte? A su entender, sólo podía asegurar que eran personas excelentes.
San Ambrosio, que vivió en época inmediatamente posterior, la describe como una mujer privilegiada en dones naturales y en nobleza de corazón. Y así debía ser cuando se enamoró de ella Constancio, el que lleva el sobrenombre de Cloro por el color pálido de su tez, general valeroso y prefecto del pretorio durante Maximiano. Tenía Elena 23 años al contraer matrimonio. En Naïsus (Dardania) les nació, el 27 de febrero del 274, el hijo que llegaría a ser César de Maximiano como Galerio lo fue de Diocleciano.
Pero no todo fueron alegrías. Elena fue repudiada por motivos políticos en el 292 para poder casarse Constancio con la hijastra de Maximiano y llegar a establecer así el parentesco imprescindible entre los miembros de la tetrarquía. Le costó mucho saberse pospuesta al deseo de poder de su marido, pero esto lo aceptó mejor que el hecho de verse separada de su hijo Constantino que pasó a educarse en el palacio junto a su padre y donde se reveló como un fantástico organizador y estratega.
Muerto Constancio Cloro en el 306, Constantino decide llevarse a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris. En esta época aún no hay certeza histórica de que su madre fuera cristiana. Sí, cuando -por testimonio de Eusebio de Cesarea- aparezca sobre el sol el signo de la cruz con motivo de la batalla de Saxa Rubra y la leyenda "con este signo vencerás" que dio el triunfo a Constantino y lo hizo único Emperador de Roma, en el 312.
Aunque el emperador retrasará su bautismo hasta la misma muerte, es complaciente con la condición de cristiana que tiene su madre que daba sonados ejemplos de humildad y caridad. Incluso parece descubrirse la influencia materna tras el Edicto de Milán que prohibía la persecución de los cristianos y los edictos posteriores que terminan vetando el culto a los dioses lares. Agasaja a su madre haciéndola Augusta, acuña monedas con su efigie y le facilita levantar iglesias.
En el 326 Elena está con su hijo en Bizancio, a orillas del Bósforo. Aunque se aproxima ya a los setenta años alienta en su espíritu un deseo altamente repensado y nunca confesado, pero que cada día crece y toma fuerza en su alma; anhela ver, tocar, palpar y venerar el sagrado leño donde Cristo entregó su vida por todos los hombres. Organiza un viaje a los Santos Lugares en cuyo relato se mezclan todos los elementos imaginables pertenecientes al mundo de la fábula por tratarse del desplazamiento de la primera dama del Imperio a los humildes a lejanos lugares donde nació, vivió, sufrió y resucitó el Redentor. Pero aparte de todo lo que de fantástico pueda haber en los relatos, fuentes suficientemente atendibles como Crisóstomo, Ambrosio, Paulino de Nola y Sulpicio Severo refieren que se dedicó a una afanosa búsqueda de la Santa Cruz con resultados negativos entre los cristianos que no saben dar respuesta satisfactoria a sus pesquisas. Sintiéndose frustrada, pasa a indagar entre los judíos hasta encontrar a un tal Judas que le revela el secreto rigurosamente guardado entre una facción de ellos que, para privar a los cristianos de su símbolo, decidieron arrojar a un pozo las tres cruces del Calvario y lo cegaron luego con tierra.
Las excavaciones resultaron con éxito. Aparecieron las tres cruces con gran júbilo de Elena. Sacadas a la luz, sólo resta ahora la grave dificultad de llegar a determinar aquella en la que estuvo clavado Jesús. Relatan que el obispo Demetrio tuvo la idea de organizar una procesión solemne, con toda la veneración que el asunto requería, rezando plegarias y cantando salmodias, para poner sobre las cruces descubiertas el cuerpo de una cristiana moribunda por si Dios quisiera mostrar la Vera Cruz. El milagro se produjo al ser colocada en sus parihuelas sobre la tercera de las cruces la pobre enferma que recuperó milagrosamente la salud.
Tres partes mandó hacer Elena de la Cruz. Una se trasladó a Constantinopla, otra quedó en Jerusalén y la tercera llegó a Roma donde se conserva y venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén.
No han faltado autores que atribuyan a la fábula el hecho de la invención por Elena basándose principalmente en que no hay noticia expresa de tamaño acontecimiento hasta un siglo después. Ciertamente es así, pero lo resuelven otros estudiosos afirmando que la fuente histórica que relata los acontecimientos es el historiador contemporáneo Eusebio de Cesarea al que en su Vita Constantini sólo le interesan los acontecimientos realizados por Constantino, bien porque sigue los cánones de la historia contemporánea, o quizá porque sólo le interesa adular a su anfitrión.
Murió Elena sin que sepamos el sitio ni la fecha. Su hijo Constantino dispuso trasladar sus restos con gran solemnidad a la Ciudad Eterna y parte de ellos se conservan en la iglesia Ara Coeli, dedicada a Santa Elena, la mujer que dejó testimonio tangible y visible en unos maderos del paso salvador por la tierra de Jesús, el Hijo de Dios encarnado.
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SANTA ELENA ES LA MADRE DE CONSTANTINO ¿CASUALIDAD O CAUSALIDAD?
TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA.
Santa Elena, Madre de Constantino – 18 de Agosto
Santa Elena, madre del emperador Constantino, tuvo un interés singular en ayudar a los pobres y acudía a la iglesia piadosamente confundida entre los fieles.
Santo del día — 18/08/2021
En un mesón propiedad de sus padres en Daprasano (Nicomedia) nació pobre en el seno de una familia pagana. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos de las persecuciones mandadas desde Roma: vió a los cristianos que eran tomados presos y metidos en las cárceles de donde salían para ser atormentados cruelmente, quemados vivos o arrojados a las fieras. Nunca lo entendió; ella conocía a algunos de ellos y alguna de las cristianas muertas fueron de sus amigas ¿qué mal hacían para merecer la muerte? A su entender, sólo podía asegurar que eran personas excelentes.
San Ambrosio, que vivió en época inmediatamente posterior, la describe como una mujer privilegiada en dones naturales y en nobleza de corazón. Y así debía ser cuando se enamoró de ella Constancio, el que lleva el sobrenombre de Cloro por el color pálido de su tez, general valeroso y prefecto del pretorio durante Maximiano. Tenía Elena 23 años al contraer matrimonio. En Naïsus (Dardania) les nació, el 27 de febrero del 274, el hijo que llegaría a ser César de Maximiano como Galerio lo fue de Diocleciano.
Pero no todo fueron alegrías. Elena fue repudiada por motivos políticos en el 292 para poder casarse Constancio con la hijastra de Maximiano y llegar a establecer así el parentesco imprescindible entre los miembros de la tetrarquía. Le costó mucho saberse pospuesta al deseo de poder de su marido, pero esto lo aceptó mejor que el hecho de verse separada de su hijo Constantino que pasó a educarse en el palacio junto a su padre y donde se reveló como un fantástico organizador y estratega.
Muerto Constancio Cloro en el 306, Constantino decide llevarse a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris. En esta época aún no hay certeza histórica de que su madre fuera cristiana. Sí, cuando -por testimonio de Eusebio de Cesarea- aparezca sobre el sol el signo de la cruz con motivo de la batalla de Saxa Rubra y la leyenda "con este signo vencerás" que dio el triunfo a Constantino y lo hizo único Emperador de Roma, en el 312.
Aunque el emperador retrasará su bautismo hasta la misma muerte, es complaciente con la condición de cristiana que tiene su madre que daba sonados ejemplos de humildad y caridad. Incluso parece descubrirse la influencia materna tras el Edicto de Milán que prohibía la persecución de los cristianos y los edictos posteriores que terminan vetando el culto a los dioses lares. Agasaja a su madre haciéndola Augusta, acuña monedas con su efigie y le facilita levantar iglesias.
En el 326 Elena está con su hijo en Bizancio, a orillas del Bósforo. Aunque se aproxima ya a los setenta años alienta en su espíritu un deseo altamente repensado y nunca confesado, pero que cada día crece y toma fuerza en su alma; anhela ver, tocar, palpar y venerar el sagrado leño donde Cristo entregó su vida por todos los hombres. Organiza un viaje a los Santos Lugares en cuyo relato se mezclan todos los elementos imaginables pertenecientes al mundo de la fábula por tratarse del desplazamiento de la primera dama del Imperio a los humildes a lejanos lugares donde nació, vivió, sufrió y resucitó el Redentor. Pero aparte de todo lo que de fantástico pueda haber en los relatos, fuentes suficientemente atendibles como Crisóstomo, Ambrosio, Paulino de Nola y Sulpicio Severo refieren que se dedicó a una afanosa búsqueda de la Santa Cruz con resultados negativos entre los cristianos que no saben dar respuesta satisfactoria a sus pesquisas. Sintiéndose frustrada, pasa a indagar entre los judíos hasta encontrar a un tal Judas que le revela el secreto rigurosamente guardado entre una facción de ellos que, para privar a los cristianos de su símbolo, decidieron arrojar a un pozo las tres cruces del Calvario y lo cegaron luego con tierra.
Las excavaciones resultaron con éxito. Aparecieron las tres cruces con gran júbilo de Elena. Sacadas a la luz, sólo resta ahora la grave dificultad de llegar a determinar aquella en la que estuvo clavado Jesús. Relatan que el obispo Demetrio tuvo la idea de organizar una procesión solemne, con toda la veneración que el asunto requería, rezando plegarias y cantando salmodias, para poner sobre las cruces descubiertas el cuerpo de una cristiana moribunda por si Dios quisiera mostrar la Vera Cruz. El milagro se produjo al ser colocada en sus parihuelas sobre la tercera de las cruces la pobre enferma que recuperó milagrosamente la salud.
Tres partes mandó hacer Elena de la Cruz. Una se trasladó a Constantinopla, otra quedó en Jerusalén y la tercera llegó a Roma donde se conserva y venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén.
No han faltado autores que atribuyan a la fábula el hecho de la invención por Elena basándose principalmente en que no hay noticia expresa de tamaño acontecimiento hasta un siglo después. Ciertamente es así, pero lo resuelven otros estudiosos afirmando que la fuente histórica que relata los acontecimientos es el historiador contemporáneo Eusebio de Cesarea al que en su Vita Constantini sólo le interesan los acontecimientos realizados por Constantino, bien porque sigue los cánones de la historia contemporánea, o quizá porque sólo le interesa adular a su anfitrión.
Murió Elena sin que sepamos el sitio ni la fecha. Su hijo Constantino dispuso trasladar sus restos con gran solemnidad a la Ciudad Eterna y parte de ellos se conservan en la iglesia Ara Coeli, dedicada a Santa Elena, la mujer que dejó testimonio tangible y visible en unos maderos del paso salvador por la tierra de Jesús, el Hijo de Dios encarnado.
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PLAZA DE SAN PEDRO=8
CASTILLO SAN ANGELO=5
8+5=13
SECUENCIA FIBONACCI 1,1,2,3,5,8,13
FATIMA 13/5 AL 13/10 O TAMBIEN 13/OCTUBRE=13/8
CONCRETAMENTE FATIMA ESTA EN FUNCION AL VATICANO
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Funcionarios de Elmshaven, St. Helena, California, por vuelta de 1914. Elena White está sentada al centro. |
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Elena White moría hace 100 años
A partir de su primera visión a los 17 años, el ministerio profético de Ellen White se extendió durante 70 años.
Por carolynazo | Países Hispanos
16 julio, 2015
A partir de su primera visión a los 17 años, el ministerio profético de Ellen White se extendió durante 70 años.
Brasilia, DF… [ASN] Fue hace exactamente 100 años, en el día 16 de julio de 1915, que llegaba al fin el ministerio profético de Ellen White, escritora y cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que dedicó su vida integralmente a transmitir los mensajes que recibiera de Dios. La muerte, no obstante, no sepultó su ejemplo de vida y los consejos inspirados que fueron impresos desde la segunda mitad del siglo XIX, los cuales atravesaron generaciones y rompieron barreras geográficas para alcanzar el propósito para el cual fueron designados.
Lea también:
Visite la página oficial del centenario de Elena G. White
Por el contrario. Su trabajo sigue repercutiendo por medio de sus 49 libros y de otras obras producidas a partir de sus cartas y compilaciones, que en idioma inglés totalizan casi 130 títulos[1] (de los cuales más de 80 libros están traducidos al español)[2]. Sus textos respecto del estilo de vida cristiano, la salud, la familia, la educación, entre otros asuntos, se encuentran disponibles en diversos idiomas, y su obra maestra, El camino a Cristo, puede ser leída en aproximadamente 150 idiomas.
Pero, ¿quién fue Ellen White y cuál es su relevancia para los adventistas del séptimo día?
Antes de mudarse a Portland, la familia de Ellen Harmon vivía en una granja en Gorham, en el Estado de Maine. Haga clic para ampliar (Imagen: Google Maps).
Hija de Robert y Eunice Harmon, un hacendado y sombrerero, y una ama de casa, Ellen Gould Harmon y la hermana gemela, Elizabeth, fueron las últimas de un total de ocho hijos en nacer. Ellas vinieron al mundo el día 6 de noviembre de 1827. En esa ocasión, la familia moraba en Gorham, en el Estado de Maine, nordeste de los Estados Unidos, pero un tiempo después se mudó a Portland, ciudad costera no muy distante de allí.
En el libro Mensajera del Senhor: el ministerio profético de Elena G. de White, escrito por el profesor Herbert Douglass, el autor evalúa que tres acontecimientos fueron distintivos en la vida del sujeto de su biografía: el accidente que sufrió a los nueve años; el contacto con las predicaciones de Guillermo Miller, y su profunda experiencia religiosa.
Chasco
En el año 1836, cuando volvía de la escuela, una niña mayor que ella le golpeó con una piedra en el rosto, que la dejó inconsciente durante tres semanas y la llevó a cargar secuelas por el resto de la vida. El episodio hizo que ella quedase con las manos temblorosas y tuviese poco progreso en la escritura. “Le resultó imposible seguir los estudios. Las letras del alfabeto en sus libros se juntaban, sus ojos no podían enfocar debidamente, le corría la transpiración, y se sentía mareada y a punto de desmayarse”, describe Douglass en las páginas 48 y 49 de su obra.
En 1840 y 1842, Ellen y la familia oyeron los mensajes de Guillermo Miller sobre el retorno de Cristo, basado en sus estudios sobre la profecía de Daniel 8:14 respecto de las 2.300 tardes y mañanas, los cuales ella aceptó plenamente. Pero así como millares de personas que se prepararon para el encuentro con Jesús en el día 22 de octubre de 1844, aquella adolescente de 17 años también vivió el episodio que fue conocido como el gran chasco.
Hiram Edson, que experimentó la situación, registró: “Nuestras esperanzas y expectativas más apreciadas fueron aplastadas y nos sobrevino un espíritu de llanto como nunca antes lo había experimentado. Parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no podría ser comparable. Lloramos y lloramos hasta el amanecer”.
El educador, historiador y teólogo adventista George R. Knight explica en el libro A menos que olvidemos, que tiene las meditaciones diarias para el año 2015, que la mayoría de los milleritas decepcionados probablemente abandonó la esperanza en el regreso de Jesús, habiendo retornado a sus antiguas congregaciones o “se habían dejado arrastrar por la incredulidad”.
No obstante, una parte de los que aun creían lo hacían de forma errada, como los espiritualizadores, que decían que Cristo había vuelto, pero no físicamente y sí espiritualmente en sus corazones. Otros, clasificados como fanáticos, argumentaban estar viviendo en el propio reino, o sea, en la Tierra, y ya no tenían más pecados.
Respuestas divinas
Ellen White y su familia. La vida de ella, del esposo y de los hijos fue dedicada a proclamar el amor de Cristo y su retorno.
“Hubo una tercera posición posible en relación al cumplimiento de la profecía de los 2.300 días en octubre de 1844, a saber, que los milleritas acertaron el tiempo, pero erraron el evento. En otras palabras, la profecía de las 2.300 tardes y mañanas se cumplió, pero la purificación del santuario con certeza no correspondía al segundo advenimiento”, subraya Knight.
A fin de diciembre del mismo año, Ellen estaba en el sur de Portland, en un culto familiar con cuatro mujeres más, y mientras oraban ella vio los viajes del pueblo que aguardaba el advenimiento rumbo al cielo. Al compartir con otros fieles lo que había visto, ellos aceptaron aquello como algo venido de Dios. Y fue a partir de este hecho que su ministerio comenzó.
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