El dólar estadounidense en nuestra Argentina ya ha cruzado la barrera de los 20$.
El gobierno anterior, con barreras al acceso, lo había dejado en 10$.
¿100% de devaluación como costo para liberar las barreras es un bueno precio?
¿Es caro?
¿Es?
Si se excluye el vértigo de las cifras, algo que al argentino promedio nada le hace, podría pensarse en algún contexto que lo explique.
Desde ese contexto, los argentinos sabemos que la variación del dólar impulsa precios porque así forman precios los empresarios y así lo aceptan los clientes. La lógica en el inconsciente urbano sigue más o menos esa línea.
La academia no se despega de esa lógica ya que presenta los teoremas de arbitraje[1] donde se clarifica que el tipo de cambio varía como varía la inflación y el tipo de interés.
Más aún, estudios estadísticos sobre ruido negro[2] en la inflación argentina dieron positivo. Esto significa, que existe una memoria en el común de la gente que impulsa hacia el futuro los hechos pasados. Luego, a un poco de inflación, debiera seguirle más inflación.
Como en esa lógica el dólar es causa y efecto de la suba de los precios, todos esperan que las devaluaciones naturales o no se reflejen en los precios y, si los precios suben, el peso como lógico efecto baje.
El gobierno de la alianza Cambiemos accede al poder descreyendo de los mercados regulados para el tipo de cambio y, quizás por ello, propone su liberación. Si bien desde la lógica el mercado opera, deja para así dos cartas significativas, una de ellas el uso de la banca pública y otra de ellas los actos del Ministerio de Finanzas. Estos elementos imponen un formato de juego del tipo flotación sucia. Dicha flotación sucia resulta de las pocas intervenciones de los bancos públicos vendiendo y comprando dólares para ajustar el precio mayorista, y la excesiva participación del Ministerio de Finanzas contratando en muy poco tiempo una gran cantidad de deuda dolarizada.
Es ahí donde nace el problema que hoy vive Argentina.
Esa tremenda cantidad de dólares funciona como una tremenda cantidad de agua que se vuelca en un lavatorio. Si Usted hace la prueba, va a notar que el desagüe no alcanza y se junta mucha agua en ese lavatorio. Se “atasca”.
Bueno, Argentina se atascó.
En el lavatorio, Usted verá agua que no baja, que hace globitos, y que hasta puede perderse por las uniones.
Con el tipo de cambio, el efecto fue una inusitada ampliación de la cantidad de moneda y de los pases y letras bancarias como las LEBACs.
Obsérvese que las estadísticas del BCRA[3] indican que hubo que emitirse en dos años un 64,21% más de moneda.
Cuando eso sucede y el PBI no crece o lo hace muy poco, las cantidades producidas no crecen y, como consecuencia, lo hacen los precios. Pero semejante cantidad de dólares tomados todos juntos, hizo que el tipo de cambio no acompañe ya que, pese a los 20.20 $ por dólar, solo creció 54.59%.
Los empresarios se encontraron con una realidad donde el tipo de cambio no subía pero sí lo hacían los precios debiendo ajustar sus propios precios por la inflación, y no el tipo de cambio. Entonces, cuando el tipo de cambio se dispara, el empresario en su lógica activa sus expectativas de inflación y ajusta sus precios por la variación del dólar, variación que es mayormente producto de la inflación que ya había sido reflejada en los precios.
Con ello, entonces, los precios suben dos veces por la misma razón.
El error de praxis al contratar tanta deuda junta generó este atascamiento que, de resultas, sube los precios dos veces por lo mismo.
¿Qué debiera esperarse?
La corrección.
¿Es irremediable?
Si.
Haga Usted los cálculos estimado lector y verá que 20.20 aún no es caro.
¿23/25?
Quizás…
[1] Fisher, I. [1930]. The Theory of Interest.