La “Gira del Arco Iris” de Evita por Europa y Sudamérica se realizó con el objetivo de fortalecer relaciones en el exterior, en un contexto de post Segunda Guerra Mundial. La primera dama fue enviada por Juan Domingo Perón para representar al gobierno peronista y al país. En primer lugar, llegó a España, donde se entrevistó con el general Francisco Franco y miles de españoles se rindieron a sus pies. Después se instaló en Italia, Portugal, Francia, Suiza, Mónaco, el Vaticano, Brasil y Uruguay.
El 22 de julio de 1947, la “abanderada de los humildes” llegó a Paris. Fue recibida por Georges Bidault, ministro de Exteriores francés. Además, la esperaba un grupo de mujeres y de niños que se mezclaban con las banderas de Argentina y de Francia. Las autoridades de la capital del país galo pusieron a disposición de Eva el automóvil del general Charles De Gaulle, un honor que hasta el momento sólo se había reservado para el primer ministro británico Winston Churchill. Con ese rodado, la oriunda de Los Toldos conoció la catedral de Notre Dame.
Evita ingresó a Notre Dame y se entrevistó con el monseñor Roncalli, quien en 1958 se convertiría en Papa y recibiría la denominación de Juan XXIII. Fuentes cercanas a la primera dama, sostienen que durante la entrevista que tuvieron, la joven argentina de 27 años le explicó la idea de realizar una fundación de ayuda social (la cual crearía al regresar al país) y recibió como respuesta: “Le recomiendo dos cosas: que prescinda por completo de todo papelerío burocrático, y que se consagre sin límites a su tarea”. Ambas las cumplió con excelencia.
Durante el tiempo en Francia, Evita estuvo hospedada en el Hotel Ritz. Tuvo una agenda bastante cargada de reuniones para firmar acuerdos internacionales. Uno de ellos fue con el presidente Vincent Auriol, con quien firmó un tratado que incluía el intercambio en particular de cuero, carne, cereales, aceites, y quebracho a cambio de acero, automóviles, diversos productos mecánicos, y en particular máquinas textiles, productos químicos.
“En su entrevista con el ministro de Relaciones Exteriores, Georges Bidault, uno de los principales dirigentes de la resistencia interior a la ocupación alemana, Evita le planteó que era muy desagradable que Francia, país amigo de la Argentina, tuviera una calle en París y una estación del Métropolitain que se llamara Obligado, por la batalla de la Vuelta de Obligado. Le recordó que la Escuadra naval anglofrancesa había logrado ganar la batalla, pero había pedido la guerra. Y le pidió que le cambiaran el nombre.
Dos días después, cuando se firmaban los acuerdos comerciales por los cuales la Argentina otorgaba a Francia un crédito para compras de cereales de 200 millones de dólares, el presidente Vincent Auriol le comunicó que en aras de la renovada amistad franco argentina serían cambiados los nombres de la estación del Métropolitain y de la calle”. De esta manera, la calle Vuelta de Obligado pasó a denominarse “d’Argentine”. Evita, una luz en la historia argentina que dejó su rastro en París.