A partir de su primera visión a los 17 años, el ministerio profético de Ellen White se extendió durante 70 años.
Brasilia, DF… [ASN] Fue hace exactamente 100 años, en el día 16 de julio de 1915, que llegaba al fin el ministerio profético de Ellen White, escritora y cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que dedicó su vida integralmente a transmitir los mensajes que recibiera de Dios. La muerte, no obstante, no sepultó su ejemplo de vida y los consejos inspirados que fueron impresos desde la segunda mitad del siglo XIX, los cuales atravesaron generaciones y rompieron barreras geográficas para alcanzar el propósito para el cual fueron designados.
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Por el contrario. Su trabajo sigue repercutiendo por medio de sus 49 libros y de otras obras producidas a partir de sus cartas y compilaciones, que en idioma inglés totalizan casi 130 títulos[1] (de los cuales más de 80 libros están traducidos al español)[2]. Sus textos respecto del estilo de vida cristiano, la salud, la familia, la educación, entre otros asuntos, se encuentran disponibles en diversos idiomas, y su obra maestra, El camino a Cristo, puede ser leída en aproximadamente 150 idiomas.
Pero, ¿quién fue Ellen White y cuál es su relevancia para los adventistas del séptimo día?
Antes de mudarse a Portland, la familia de Ellen Harmon vivía en una granja en Gorham, en el Estado de Maine. Haga clic para ampliar (Imagen: Google Maps).
Hija de Robert y Eunice Harmon, un hacendado y sombrerero, y una ama de casa, Ellen Gould Harmon y la hermana gemela, Elizabeth, fueron las últimas de un total de ocho hijos en nacer. Ellas vinieron al mundo el día 6 de noviembre de 1827. En esa ocasión, la familia moraba en Gorham, en el Estado de Maine, nordeste de los Estados Unidos, pero un tiempo después se mudó a Portland, ciudad costera no muy distante de allí.
En el libro Mensajera del Senhor: el ministerio profético de Elena G. de White, escrito por el profesor Herbert Douglass, el autor evalúa que tres acontecimientos fueron distintivos en la vida del sujeto de su biografía: el accidente que sufrió a los nueve años; el contacto con las predicaciones de Guillermo Miller, y su profunda experiencia religiosa.
Chasco
En el año 1836, cuando volvía de la escuela, una niña mayor que ella le golpeó con una piedra en el rosto, que la dejó inconsciente durante tres semanas y la llevó a cargar secuelas por el resto de la vida. El episodio hizo que ella quedase con las manos temblorosas y tuviese poco progreso en la escritura. “Le resultó imposible seguir los estudios. Las letras del alfabeto en sus libros se juntaban, sus ojos no podían enfocar debidamente, le corría la transpiración, y se sentía mareada y a punto de desmayarse”, describe Douglass en las páginas 48 y 49 de su obra.
En 1840 y 1842, Ellen y la familia oyeron los mensajes de Guillermo Miller sobre el retorno de Cristo, basado en sus estudios sobre la profecía de Daniel 8:14 respecto de las 2.300 tardes y mañanas, los cuales ella aceptó plenamente. Pero así como millares de personas que se prepararon para el encuentro con Jesús en el día 22 de octubre de 1844, aquella adolescente de 17 años también vivió el episodio que fue conocido como el gran chasco.
Hiram Edson, que experimentó la situación, registró: “Nuestras esperanzas y expectativas más apreciadas fueron aplastadas y nos sobrevino un espíritu de llanto como nunca antes lo había experimentado. Parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no podría ser comparable. Lloramos y lloramos hasta el amanecer”.
El educador, historiador y teólogo adventista George R. Knight explica en el libro A menos que olvidemos, que tiene las meditaciones diarias para el año 2015, que la mayoría de los milleritas decepcionados probablemente abandonó la esperanza en el regreso de Jesús, habiendo retornado a sus antiguas congregaciones o “se habían dejado arrastrar por la incredulidad”.
No obstante, una parte de los que aun creían lo hacían de forma errada, como los espiritualizadores, que decían que Cristo había vuelto, pero no físicamente y sí espiritualmente en sus corazones. Otros, clasificados como fanáticos, argumentaban estar viviendo en el propio reino, o sea, en la Tierra, y ya no tenían más pecados.
Respuestas divinas
Ellen White y su familia. La vida de ella, del esposo y de los hijos fue dedicada a proclamar el amor de Cristo y su retorno.
“Hubo una tercera posición posible en relación al cumplimiento de la profecía de los 2.300 días en octubre de 1844, a saber, que los milleritas acertaron el tiempo, pero erraron el evento. En otras palabras, la profecía de las 2.300 tardes y mañanas se cumplió, pero la purificación del santuario con certeza no correspondía al segundo advenimiento”, subraya Knight.
A fin de diciembre del mismo año, Ellen estaba en el sur de Portland, en un culto familiar con cuatro mujeres más, y mientras oraban ella vio los viajes del pueblo que aguardaba el advenimiento rumbo al cielo. Al compartir con otros fieles lo que había visto, ellos aceptaron aquello como algo venido de Dios. Y fue a partir de este hecho que su ministerio comenzó.