¿Conocéis el misterioso Libro de Enoc? ¿Por qué decidieron no incluirlo en la Biblia? ¿Y qué relación hay entre Enoc y el poderoso ángel Metatrón? Cuando Dios creó el mundo, ya existía el Mesías, los ángeles que vigilaban a la humanidad bajaron a la Tierra para engendrar con las mujeres humanas a unos seres gigantescos y, en el futuro, cuando llegue el Apocalipsis, a todos los justos les darán armas para que castiguen a los opresores. Un momento... ¿Qué es todo esto que os estamos contando? Ángeles, gigantes, Apocalipsis... Parece algo bíblico. Desde luego, suena a bíblico. Pero no, no es bíblico. Es lo que se cuenta en el Libro de Enoc, un antiguo texto religioso que se quedó fuera del canon bíblico –es decir, un texto apócrifo– y que no es aceptado por la mayoría de las vertientes cristianas ni judías. Solo forma parte de la Biblia en la Iglesia ortodoxa de Etiopía y en la de Eritrea. El Libro de Enoc contiene, entre otras cosas, descripciones sobre los orígenes de los intrigantes nefilim, así como los motivos por los que algunos ángeles cayeron del cielo, una explicación de por qué el diluvio del Génesis fue moralmente necesario y una exposición profética del reinado del Mesías. Muchos nos habéis pedido desde hace tiempo que dediquemos un vídeo al Libro de Enoc, porque en internet se oye mucho hablar de él y queréis conocer mejor de qué se trata. Y lo cierto es que, al margen de las creencias religiosas de cada cual, desde un punto de vista puramente cultural, creemos que puede resultar interesante. Pero antes de relatar su contenido con mayor detalle, conozcamos un poco más acerca de esta obra y su contexto. El Libro de Enoc se compone de diversos fragmentos recopilados y reescritos en distintos momentos y lugares, probablemente entre los siglos II y I a. C., aunque algunos estudiosos ensanchan el marco temporal hasta los siglos III a. C. y I d. C. ¿Y quién redactó las partes que lo componen? No fue el bíblico Enoc, desde luego: simplemente se le atribuye a él el papel de narrador. Se cree que fueron escritas en hebreo y arameo por judíos de las escuelas ortodoxas farisea o jasídica. Aunque existen varias versiones del Libro de Enoc, la más completa, de la cual se conserva una traducción en el Antiguo Testamento de la Biblia ortodoxa etíope, es la conocida como 'Libro de los Secretos de Enoc' o '1 Enoc'. Esa versión está escrita en ge'ez, la lengua litúrgica de la Iglesia etíope, pero a lo largo de la historia se han encontrado fragmentos en griego, en latín y en copto. Además, se identificaron múltiples fragmentos del Libro de Enoc en arameo y uno en hebreo entre los famosos rollos del mar Muerto –ya sabéis, ese millar de manuscritos hallados en cuevas cercanas a la localidad de Qumrán, en Cisjordania, a orillas del mar Muerto–. Los manuscritos del mar Muerto, por cierto, fueron descubiertos en 1947 de una forma bastante curiosa. Unos pastores beduinos que habían perdido a una de sus cabras se dedicaron a lanzar piedras al interior de las cuevas para ver si el animal se escondía en alguna de ellas y reaccionaba al sonido. Pero una de aquellas piedras no hizo el ruido que esperaban, sino el sonido propio de haber chocado contra algún objeto de cerámica. Así dieron con unas vasijas que contenían siete manuscritos en rollos de papiro. A lo largo de la década siguiente, los arqueólogos hallaron en las cuevas de la zona otros 965 manuscritos. Aparte de los mencionados fragmentos del Libro de Enoc, entre los rollos del mar Muerto se encontraron otros libros apócrifos del Antiguo Testamento, como los Testamentos de los Patriarcas o el Libro de los Jubileos, del que hablaremos más adelante, porque también menciona a Enoc. El Libro de Enoc abarca temas como la caída de unos ángeles rebeldes conocidos como los Vigilantes, profecías apocalípticas o descripciones del Juicio Final. Y hoy en día, algunos movimientos religiosos o espirituales lo valoran mucho y lo ensalzan como una fuente de enseñanzas y revelaciones que los fundadores de las diferentes Iglesias cristianas trataron de ocultar a sus fieles al excluirlo de las diferentes Biblias. La primera pregunta que suele venir a la cabeza cuando nos hablan del Libro de Enoc es, por supuesto, ¿quién era ese tal Enoc? En el Génesis bíblico se menciona a varios personajes llamados Enoc. Uno de ellos es el primogénito de Caín; otro, un nieto de Abraham. Pero al que se relaciona con el Libro de Enoc es al padre de Matusalén, abuelo de Lamec y, por tanto, bisabuelo de Noé, ya sabéis, el del Arca y el Diluvio. En la Biblia, lo encontramos en el capítulo 5 del Génesis, concretamente en los versículos 18 a 24. En los últimos dos podemos leer: “El total de los días de Enoc fue de 365 años. Y Enoc anduvo con Dios, y desapareció, porque Dios se lo llevó”. Estas palabras son interpretadas por muchos entusiastas del Libro de Enoc como una prueba de que Enoc era especial, ya que de él no se dice que murió, sino que Dios lo llevó consigo, lo que podría guardar relación con sus testimonios acerca de hechos celestiales que escapaban al conocimiento de los demás miembros de su linaje o de cualquier otro hombre. También encontramos una mención a Enoc en el Nuevo Testamento, en la Epístola de Judas. En ella, en los versículos 14 y 15, refiriéndose a los hombres que optan por seguir el camino del mal, leemos las siguientes palabras: “De estos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: 'El Señor vino con muchos millares de Sus santos para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos dijeron contra Él”. Esta mención en el Nuevo Testamento, por supuesto, también da pie a otro debate entre eruditos. ¿Estaba Judas haciendo referencia al Libro de Enoc o simplemente había tenido acceso a la misma fuente antigua de la que bebieran el autor o los autores del Libro de Enoc? No se sabe. Ni siquiera hay consenso acerca de quién era exactamente ese Judas: ¿Tadeo, a quien se le ha atribuido tradicionalmente? ¿O algún otro? En cualquier caso, su mención a la profecía de Enoc se aceptó como canónica mientras que el Libro de Enoc se quedó fuera. A esa mención a Enoc en la Epístola de Judas, se une la cita que encontramos en un conocido tratado cristiano, la Epístola de Bernabé, que en su capítulo 4 versículo 3 dice lo siguiente: “El escándalo consumado está cerca, aquel del que está escrito, como dice Enoc, pues el Dueño abrevió los tiempos y los días a fin de que se apresure su amado y venga a su heredad”. Si nos vamos al Libro de Enoc, en su capítulo 80, el versículo 2 comienza con estas palabras: “Y en los días de los pecadores los años serán acortados”. Parece bastante claro, por tanto, que la Epístola de Bernabé está citando, efectivamente, el Libro de Enoc. Si bien la Epístola de Bernabé no se considera canónica, por citas como esta y otras muchas menciones en las obras de pensadores cristianos destacados, como Taciano, Atenágoras, Tertuliano, Lactancio, Ireneo o Justino Mártir, se cree que el Libro de Enoc fue apreciado por los primeros cristianos. Muchos se hacen la pregunta de por qué el Libro de Enoc fue eliminado del Antiguo Testamento, y hay quien cuenta que quien lo dejó fuera fue san Jerónimo, padre de la Iglesia, por orden del papa Dámaso I, cuando el sumo pontífice le encargó traducir la Biblia del hebreo y del griego –san Jerónimo empleó casi toda la Septuaginta, la Biblia griega– a un latín corriente y no clásico para que fuera más fácil de entender por el pueblo y una traducción más exacta que su predecesora, la Vetus Latina. Pero es que no podemos decir que san Jerónimo sacara el Libro de Enoc del Antiguo Testamento porque... este texto nunca formó parte del Antiguo Testamento; y, por tanto, tampoco estaba incluido en la Septuaginta. Porque nunca fue aceptado por el canon judío; y la situación fue similar en el cristianismo, aunque los cristianos lo valoraran lo suficiente como para encontrar referencias a él en textos del Nuevo Testamento como el de Judas. De hecho, no se tiene constancia de que en ningún momento se considerara en serio su inclusión en el canon del Antiguo Testamento, ya que no creían que estuviera inspirado por Dios. Los creyentes creen que las Sagradas Escrituras enseñan la verdad porque el propio Dios es su autor: los hombres que escribieron los textos bíblicos lo hicieron por inspiración divina, para que el mensaje del Señor les fuera revelado a los hombres. El Libro de Enoc estaba entre los libros que circulaban entre los cristianos pero habían quedado descartados como escritura sagrada, es decir como texto inspirado por Dios; y si un texto no estaba inspirado por Dios era falible, es decir, que podía estar equivocado. Un requisito para aceptar un libro en el canon era que la fecha de redacción coincidiera con la vida del autor a quien se le atribuye, y eso no sucede con el de Enoc, como hemos visto; quienes lo redactaron se lo atribuyeron al personaje bíblico reconocido para, con su nombre, dar prestigio y respaldar su escrito, y sustentaron esa leyenda con la afirmación bíblica que hemos mencionado antes: “Y Enoc anduvo con Dios, y desapareció, porque Dios se lo llevó”, de manera que habría tenido oportunidad de escribir más tarde su libro. Otra de las razones que pudieron dejarlo fuera del canon es que contiene informaciones que chocan con las que ofrece la Biblia. Así, en el capítulo 2, versículo 3, Enoc dice que llueve –“Ved el verano y el invierno, como la tierra entera está llena de agua, y las nubes y el rocío y la lluvia reposan en ella–, pero este personaje bíblico pertenece a la época anterior al diluvio, y antes del diluvio, según el Antiguo Testamento, no llovía nunca en la Tierra. Y en el capítulo 13, versículos 4 a 5, los demonios, entre ellos Azazel, le piden a Enoc que interceda a su favor ante Dios, ya que ellos no pueden hablar directamente con él –“Y ellos me pidieron que les escribiera una fórmula de oración a fin de que les fuera acordada una remisión y que hiciera subir la fórmula de su oración ante el Señor del cielo. Porque desde entonces ellos no pueden hablar (a Dios), y levantar los ojos hacia el cielo, de vergüenza del crimen por el cual han sido condenados–; sin embargo, en el libro de Job, que sí está en el canon bíblico, se dice que los demonios podían hablar directamente con el Señor: el propio Satanás lo hace. También podría explicar la decisión de apartar el libro de Enoc el hecho de que, a diferencia de la Biblia, donde hay muchos consejos de tipo moral acerca de cómo ser mejor en la vida diaria, de cómo ser mejor persona, en el libro de Enoc se habla de ángeles, de los cielos, del destino y casi nada acerca de cómo corregir el mundo día a día mediante nuestros actos. Tal vez opinaran que, si a los creyentes les hablas mucho de lo que sucede en los cielos, dejan de prestar atención a lo que sucede en la Tierra, que es de lo que realmente se pueden y deben ocupar. Para un texto paleocristiano, quedar fuera de la Biblia era prácticamente una condena al olvido. Un monje bizantino del siglo VIII llamado Jorge Sincelo fue el último en mencionar pasajes del Libro de Enoc traducido al griego, que en algún momento se perdió para siempre. De no ser por la traducción del Libro de Enoc al ge'ez, posiblemente en el siglo VI, gracias a la iniciativa de la Iglesia ortodoxa etíope, nadie habría podido leerlo nunca. Se cree que ese manuscrito en dialecto etíope es la traducción de una obra en latín traducida del griego que, a su vez, había sido traducida del arameo o el hebreo. ¿Y por qué el manuscrito más antiguo que conservamos está escrito en esa lengua etíope y no conservamos ninguna de las traducciones anteriores? Tal vez se deba a que la Iglesia etíope sí lo consideró un texto sagrado y por tanto se preocupó de conservarlo. Como en el judaísmo no se incluyó en el canon, no se preocuparon de proteger las versiones en hebreo. Y en el cristianismo, por el mismo motivo, no cuidaron de las primeras versiones en griego o latín. Una aclaración, por si os habéis quedado con la duda: antes hemos dicho que el Libro de Enoc también se conoce como '1 Enoc'. ¿Por qué “uno”? Para diferenciarlo de otros dos textos apócrifos, conocidos como '2 Enoc' (o Segundo Libro de Enoc) y '3 Enoc' (o Tercer libro de Enoc). Estos fueron escritos posteriormente por diversos autores pero no guardan relación con '1 Enoc'. La numeración fue puesta por los estudiosos para evitar confusiones al hablar de ellos, pero el más antiguo y relevante es con diferencia '1 Enoc'. Los eruditos estiman que '2 Enoc' pudo ser elaborado hacia el año 70 d. C. en Egipto, probablemente en Alejandría, por algún judío helenista que se inspirara en el primer Libro de Enoc. En esta obra, que solo ha sobrevivido en eslavo antiguo, Enoc relata en primera persona su viaje a través de los diez Cielos, el cual concluye con un encuentro entre Enoc y Dios, con quien charla sobre la creación del mundo. Dios envía a Enoc de regreso a la Tierra para que difunda lo que ha aprendido y, un mes más tarde, este regresa al Cielo. Por su parte, el Tercer Libro de Enoc es un libro apócrifo judío en el que se narra el regreso de Enoc al Cielo montado en un carro de fuego y su transformación en el ángel Metatrón. No, nada que ver con el villano de los Transformers; ese es Megatron. Metatrón es un ángel mencionado en el judaísmo rabínico, donde se le identifica como el ángel más poderoso del reino celestial, solo superado en jerarquía por el propio Yahvé. Metatrón aparece en el Talmud – libro que contiene la tradición oral, doctrinas, ceremonias y preceptos de la religión judía–, pero no en la Torá, ni en la Biblia ni en el Corán. Aunque supuestamente el Tercer Libro de Enoc es narrado por el rabino Ismael, una figura destacada de la literatura cabalística judía que vivió entre los siglos I y II de nuestra era, se estima que en realidad fue escrito en el siglo V o VI en Babilonia o sus alrededores. Pero centrémonos ya en el Libro de Enoc, el primero, el que estuvo cerca de incluirse en la Biblia. Consta de cinco partes principales: el Libro de los Vigilantes, el Libro de las Parábolas, el Libro Astronómico, el Libro de las Visiones Oníricas y, por último, la Epístola de Enoc. Por lo general, los expertos opinan que estas cinco partes fueron redactadas de manera independiente en fechas distintas y que fueron reunidas con posterioridad. La primera parte, el Libro de los Vigilantes, arranca con una parábola de Enoc acerca del destino que aguarda a los malvados y a los justos. En ella se menciona la venida de Dios a la Tierra en el monte Sinaí con sus huestes para juzgar a la humanidad. Luego describe la caída de un grupo de 200 ángeles, con estas palabras: “Y sucedió que cuando los hijos de los hombres se multiplicaron, en aquellos días les nacieron hijas hermosas. Y los ángeles, los hijos del cielo, las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: 'Venid, escojámonos esposas de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos'. Y Semjz, que era su líder, les dijo: 'Me temo que en verdad no aceptaréis hacer este acto, y yo solo tendré que pagar la pena de un gran pecado'. Y todos le respondieron y dijeron: 'Hagamos todos un juramento, y comprometámonos todos por imprecaciones mutuas a no abandonar este plan, sino a hacer esta cosa'. Entonces juraron todos juntos y se obligaron sobre ello. Y fueron en total doscientos quienes descendieron en los días de Jared –el padre de Enoc– en la cumbre del monte Hermón”. Por cierto, Jared vivió, según el Génesis, 962 años, de manera que fue el segundo hombre más longevo, solo detrás de su nieto Matusalén, de quien se cuenta, en el mismo libro de la Biblia, que estuvo sobre la faz de la Tierra 969 años, siete más que su abuelo. Regresemos a esa primera parte del Libro de Enoc, la de los vigilantes. En ella se menciona también una larga lista de nombres de los cabecillas de ese grupo de ángeles: Araquiel, Kokabiel, Tamiel, Chazaquiel, Baraquiel, Batariel, Ananiel, Zaquiel, Turiel... ¿Quiénes eran todos esos ángeles? En el Libro de los Jubileos, otro texto apócrifo que ya hemos mencionado y que fue escrito hacia el siglo II a. C. por un judío fariseo, se afirma: “Durante trescientos años, Enoc aprendió todos los secretos –del Cielo y de la Tierra– de los 'bene Elohim”. Elohim es una palabra hebrea que sirve para referirse a una deidad, generalmente al Dios de Israel. Como en el Tanaj –el conjunto de los 24 libros canónicos del judaísmo– se emplea el término Elohim para referirse a Yahvé, suele traducirse como 'Dios', aunque hay debates acerca de su uso correcto porque se trata de un plural. Unos opinan que hace referencia a una sola entidad empleando un plural mayestático, como cuando antiguamente un monarca o un papa decían cosas del tipo: “Nos alegran estos presentes que traéis a nuestra presencia”, como si su sola persona representase a un grupo mayor. Por contra, también hay quienes defienden que los antiguos semitas creían que había innumerables seres espirituales por todas partes y que la palabra Elohim hacía referencia por tanto a un conjunto de dioses. Entonces... ¿se referían a un único Dios? ¿A la Santísima Trinidad, tal vez? ¿A un grupo de ángeles? No hay consenso en ese punto. El caso es que los bene Elohim, los hijos de Elohim que, según el Libro de los Jubileos, enseñaron sus secretos a Enoc, eran “los hijos de Dios” o “los hijos de los dioses”, según como queramos traducirlo. En el Libro de Enoc, se les llama Vigilantes. Total, que dos centenares de aquellos ángeles, de aquellos Vigilantes, llevan a cabo su plan de bajar a la Tierra para procrear con las mujeres humanas y, como resultado, engendran a unos seres gigantes, los Anakim, quienes también aparecen en el Génesis bíblico, pero con un nombre más popular: Nefilim, que habitualmente es traducido en la Biblia simplemente como 'gigantes'. El Libro de Enoc lo cuenta así: “Tomaron para sí esposas, y cada uno escogió para sí una, y comenzaron a entrar con ellas y a contaminarse con ellas, y les enseñaron encantos. Y quedaron embarazadas, y dieron a luz grandes gigantes, cuya altura era de trescientos codos –unos 137 metros– y que consumieron todas las adquisiciones de los hombres. Y cuando los hombres ya no pudieron sostenerlos, los gigantes se volvieron contra ellos y devoraron a la humanidad. Y comenzaron a pecar contra las aves, y las bestias, y los reptiles, y los peces, y a devorar la carne de los demás, y a beber la sangre”. En el Génesis bíblico, capítulo 6 versículos 1 a 4, se cuenta algo parecido: “Aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la superficie de la Tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban. Entonces el Señor dijo: 'Mi espíritu no luchará para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne. Serán, pues, sus días 120 años'. Había gigantes en la Tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Estos son los héroes de la antigüedad, hombres de renombre”. En el Libro de los Vigilantes también se habla de que los ángeles caídos, especialmente Azazel, enseñaron muchas cosas a los humanos. Sobre ese tema, indica lo siguiente: “Y Azazel enseñó a los hombres a hacer espadas, cuchillos, escudos y petos, y les hizo conocer los metales de la tierra y el arte de trabajarlos, y brazaletes y adornos, y el uso del antimonio, y el embellecimientos de los párpados, y toda clase de piedras costosas, y todos los tintes colorantes. Y surgió mucha impiedad, y cometieron fornicación, y se extraviaron, y se corrompieron en todos sus caminos, Semjz enseñó encantamientos, Armaros, la resolución de encantamientos, Baraquiel enseñó astrología, Kokabiel, las constelaciones, Ezequiel, el conocimiento de las nubes, Araquiel, los signos de la Tierra, Shamsiel, los signos del Sol y Sariel, el curso de la Luna. Al contemplar la progresiva corrupción de los hombres y los ángeles caídos, los arcángeles Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel apelan a Dios para que juzgue a todos ellos por su impiedad. Dios los escucha y encomienda una misión concreta a cada uno de ellos. Primero envía a Uriel para que avise a Noé sobre el cataclismo que se avecina y lo que debe hacer. El Libro de Enoc lo cuenta con las siguientes palabras: “Entonces el Altísimo, el Santo y el Grande habló, y envió a Uriel al hijo de Lamec, y le dijo: 'Ve a Noé y dile en mi nombre: '¡Escóndete!' y revélale el fin que se acerca: que toda la tierra será destruida, y un diluvio está a punto de caer sobre toda la Tierra, y destruirá todo lo que hay en ella. Y ahora instrúyelo para que pueda escapar y su descendencia pueda ser preservada para todas las generaciones del mundo”. Al arcángel Rafael, Dios le encarga castigar a Azazel. Se cuenta así: “El Señor le dijo a Rafael: 'Ata a Azazel de pies y manos y arrójalo a las tinieblas. Haz una abertura en el desierto que está en Dudael y arrójalo allí. Coloca sobre él rocas ásperas y dentadas y cúbrelo con tinieblas, y que permanezca allí para siempre, y cúbrele el rostro para que no vea la luz. Y en el día del gran juicio será arrojado al fuego. Sana la tierra que los ángeles han corrompido y proclama la sanación de la tierra, para que puedan curar la plaga, y para que todos los hijos de los hombres no perezcan por todas las cosas secretas que los Vigilantes han revelado y han enseñado a sus hijos. Y toda la tierra ha sido corrompida por las obras que fueron enseñadas por Azazel: atribuidle todo pecado”. Al tercero de los arcángeles, Gabriel, Dios le encomienda ocuparse de los hijos de los Vigilantes, los Nefilim: “Y a Gabriel dijo el Señor: 'Procede contra los mordedores y los réprobos, y contra los hijos de fornicación; y destrúyelos: envíalos uno contra el otro para que se destruyan unos a otros en la batalla. Porque largura de días no tendrán”. Por último, al arcángel Miguel le ordena atar a los ángeles caídos. En el Libro de Enoc se puede leer: “Y cuando sus hijos se hayan matado entre sí, y hayan visto la destrucción de sus amados, átalos fuertemente durante sesenta generaciones en los valles de la Tierra, hasta el día de su juicio y de su consumación, hasta que el juicio que es por los siglos de los siglos sea consumado. En esos días serán llevados al abismo de fuego: al tormento y a la prisión en la que estarán confinados para siempre. Y quien sea condenado y destruido, desde entonces será atado junto con ellos hasta el fin de todas las generaciones”. La segunda parte del Libro de Enoc, conocida como el Libro de las Parábolas, es la que mayor debate provoca entre los estudiosos, ya que en ella se emplea la expresión Hijo del Hombre para referirse a quien se sentará en el trono de gloria en el juicio final, un personaje al que también se menciona con los nombres de Justo, Elegido y Mesías. ¿Es posible que estuviera anticipando la llegada de Jesucristo? De ser así, según el Libro de Enoc era preexistente, es decir, que ya existía antes de que Dios creara todas las cosas. Unos eruditos defienden que esa parte del Libro de Enoc fue escrita a principios del siglo I antes de Cristo; otros, que en realidad fue redactada e incorporada al Libro de Enoc en el siglo III después de Cristo, a fin de reforzar las creencias cristianas del Nuevo Testamento aprovechando la autoridad y antigüedad del nombre de Enoc. No obstante, también hay quienes opinan que, en realidad, ese Hijo del Hombre no es otro que el propio Enoc, quien nunca murió y fue elevado a los Cielos y entronizado, una línea de pensamiento que conectaría con su supuesta transformación en el ángel Metatrón, ¿recordáis? Sí, ese del que se habla en '3 Enoc'. En la parte del Libro de Enoc conocida como el Libro Astronómico se describe el movimiento de los cuerpos celestes y del firmamento tal como se lo revela el arcángel Uriel a Enoc durante uno de los viajes de este al Cielo. También describe un calendario solar que aparece asimismo en el Libro de los Jubileos y, según el cual, los años se dividían en cuatro estaciones de exactamente 13 semanas cada una, lo que daba un total de 364 días por año. No parece un sistema muy eficaz, ya que con ese número de días, se desincronizaría rápidamente con las estaciones reales: en tan solo 25 años, cada estación llegaría un mes antes. La cuarta parte del Libro de Enoc, el denominado Libro de las Visiones Oníricas, está datado por la mayoría de los expertos en la época de los macabeos, es decir, a mediados del siglo II a. C. En esta sección se describe principalmente, a modo de sueños o visiones, escenas de la historia del pueblo israelita, pero también hay muchos vínculos con el Libro de los Vigilantes, por ejemplo en la primera visión, la referente al Diluvio, cuando dice: “Y ahora los ángeles de Tus Cielos son culpables de transgresión, y sobre la carne de los hombres permanece Tu ira hasta el gran día del juicio”. El Libro de las Visiones Oníricas concluye con lo que muchos interpretan como el nacimiento terrenal de un Mesías en el seno de un pueblo poderoso y temido. Dice así: “Y vi que nació un toro blanco, con grandes cuernos, y todas las bestias del campo y todas las aves del cielo le temían y le hacían súplicas todo el tiempo. Y vi hasta que todas sus generaciones se transformaron, y todos se convirtieron en toros blancos; y el primero de ellos se convirtió en un cordero, y ese cordero se convirtió en un gran animal y tenía grandes cuernos negros en su cabeza; y el Señor de las ovejas se regocijó por él y por todos los bueyes”. La última parte del Libro de Enoc es la Epístola de Enoc, en la que se habla, entre otras cosas, del juicio final. En la subsección conocida como el Apocalipsis de las Semanas, datada en la primera mitad del siglo II a. C., Enoc narra la historia del mundo, desde el pasado hasta el día del juicio, dividiéndola en diez periodos a los que llama 'semanas'. Las siete primeras semanas se refieren al pasado, y las tres últimas al futuro –es decir, a los acontecimientos posteriores al siglo II a. C.–. Sobre esas tres últimas semanas, dice lo siguiente: “Después de esto vendrá la octava semana, la de la justicia, en la cual se entregará una espada a todos los justos para que juzguen justamente a los opresores, que serán entregados en sus manos. Y al final de esta semana los justos adquirirán honestamente riquezas y será construido el templo de la realeza de El Grande, en su esplendor eterno, para todas las generaciones”. “Tras esto, en la novena semana se revelarán la justicia y el juicio justo a la totalidad de los hijos de la tierra entera y todos los opresores desaparecerán totalmente de la tierra y serán arrojados al pozo eterno y todos los hombres verán el camino justo y eterno. Después de esto, en la décima semana, en su séptima parte, tendrá lugar el Juicio Eterno. Será el tiempo del Gran Juicio y Él ejecutará la venganza en medio de los santos. Entonces el primer cielo pasará y aparecerá un nuevo cielo y todos los poderes de los cielos se levantarán brillando eternamente siete veces más. Y luego de esta, habrá muchas semanas, cuyo número nunca tendrá fin, en las cuales se obrarán el bien y la justicia. El pecado ya no será mencionado jamás”. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis de lo que narra el Libro de Enoc? ¿Creéis que deberían haberlo incluido en la Biblia?
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