El 26 de julio en el calendario Gregoriano coincide con la celebración del Año Nuevo Maya, que se extiende hasta el día 24 de julio del siguiente año. Pero, ¿qué sucede con el 25 de julio? Este es el llamado "Día fuera del Tiempo".
Para ellos, el tiempo de la tierra está en sintonía con las frecuencias del universo. Por eso, un año dura lo que para nosotros serían 13 meses de 28 días; exactamente el tiempo que tarda la tierra en dar un giro completo al Sol, de acuerdo a los ciclos lunares (por eso un año en el calendario maya equivale a 13 lunas completas). Pero, si cuentas bien, verás que 13 meses de 28 días dan un resultado de 364, dejando uno como "el día perdido".
Ese día, el Sol se sincroniza con la estrella más brillante del cielo (Sirio) y empieza una revolución solar de la tierra. Sirio representa la intuición, el sol secreto; por eso, ese día todas las energías del año se reúnen. Para los mayas esto era muy especial, y por eso lo consideraban un momento óptimo para preparar el alma, purificar el espíritu, reflexionar y meditar antes de comenzar un nuevo ciclo. Justamente por los rituales de limpieza y sanación con la Madre Tierra, el Día Fuera del Tiempo también se conoce como "día verde".
Tres círculos que representan el arte, la ciencia y la espiritualidad dentro de otro más grande que simboliza a la cultura, conforman el emblema de la fecha, que es la bandera de la paz. En este día, además, se hace la plegaria a las siete direcciones en sentido contrario a las manecillas del reloj.
1. ESTE. Desde la Casa Este de la Luz, que la sabiduría se abra en aurora sobre nosotros para que veamos las cosas con claridad.
2. NORTE. Desde la Casa Norte de la Noche, que la sabiduría madure entre nosotros para que conozcamos todo desde adentro.
3. OESTE. Desde la Casa Oeste de la Transformación, que la sabiduría se transforme en acción correcta para que hagamos lo que haya que hacerse.
4. SUR. Desde la Casa Sur del Sol Eterno, que la acción correcta nos de la cosecha para que disfrutemos los frutos del ser planetario.
5. CIELO. Desde la Casa Superior del Paraíso, donde se reúne la gente de las estrellas y los antepasados, que sus bendiciones lleguen hasta nosotros ahora.
6. TIERRA. Desde la Casa Inferior de la Tierra, que el latido del corazón cristal del planeta, nos bendiga con sus armonías para que acabemos con las guerras.
7. CORAZÓN. Desde la Fuente Central de la Galaxia, que está en todas partes y al mismo tiempo, que todo se reconozca como luz de amor mutuo.
Hay muchos que sostienen que el calendario Gregoriano, que usamos por imposición del Papa Gregorio XIII, no está en sincronía con el tiempo del Universo, ya que contamos que la Tierra da la vuelta al sol por 365 días, y cada cuatro años sumamos un día más. Eso da lugar a un desajuste que incide, según algunos creen, en nuestra percepción del entorno y la realidad en sí. Si tomáramos un calendario como el maya, posiblemente podríamos empezar a percibir las sincronicidades que nos suceden con mayor claridad.
Hoy, ese día es un momento para celebrar la vida, el amor, la paz, el perdón, el arte (de hecho su filosofía es "el tiempo es arte"); para recordar que todo en el Universo está perfectamente conectado, y que aún estamos a tiempo de tomar un rumbo diferente en nuestra forma de vida.
El Arco de Constantino se erigió para conmemorar la victoria de Constantino I sobre Majencio en el Puente Milvio que tuvo lugar el 28 de octubre de 312.
La Batalla tomó su nombre del Puente Milvio , una ruta importante sobre el Tíber . Constantino ganó la batalla y emprendió el camino que lo llevó a terminar con la Tetrarquía y convertirse en el único gobernante del Imperio Romano . Maxentius se ahogó en el Tíber durante la batalla; su cuerpo fue luego sacado del río y decapitado, su cabeza desfiló por las calles de Roma al día siguiente de la batalla.
Según cronistas como Eusebio de Cesarea y Lactancio , la batalla marcó el comienzo de la conversión de Constantino al cristianismo . Eusebio de Cesarea cuenta que Constantino y sus soldados tuvieron una visión enviada por el Dios cristiano . Esto se interpretó como una promesa de victoria si el signo de Chi-Rho , las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego , se pintaba en los escudos de los soldados. El Arco de Constantino, erigido en celebración de la victoria, ciertamente atribuye el éxito de Constantino a la intervención divina ; Sin embargo, el monumento no muestra ningún simbolismo abiertamente cristiano .
Aunque está dedicado a Constantino, gran parte del material decorativo incorporó trabajos anteriores de la época de los emperadores Trajano , Adriano y Marco Aurelio , y por lo tanto es un collage . El último de los arcos triunfales existentes en Roma, también es el único que hace un uso extensivo de la espolia , reutilizando varios relieves importantes de los monumentos imperiales del siglo II , que dan un llamativo y famoso contraste estilístico con la escultura recién creada para el arco .
Cualesquiera que sean las fallas de Maxentius, su reputación en Roma estuvo influenciada por sus contribuciones a la construcción pública . En el momento de su acceso al trono en 306, Roma se estaba volviendo cada vez más irrelevante para el gobierno del imperio, la mayoría de los emperadores eligieron vivir en otros lugares y se centraron en defender los frágiles límites , donde con frecuencia fundaron nuevas ciudades. Este factor contribuyó a su capacidad para tomar el poder. Por el contrario, Maxentius se concentró en restaurar la capital , siendo su epíteto conservator urbis suae (preservador de su ciudad). Así, Constantino fue percibido, entre otras cosas, como el deponente de uno de los mayores benefactores de la ciudad y necesitaba adquirir legitimidad. Mucha controversia ha rodeado el mecenazgo de las obras públicas de este período. El filósofo alemán Walter Benjamin observó que la historia se ve a través de los ojos del vencedor , y Constantino y sus biógrafos no fueron una excepción. Emitiendo una damnatio memoriae , se dispuso a borrar sistemáticamente la memoria de Majencio. En consecuencia, sigue existiendo una incertidumbre considerable con respecto al patrocinio de los edificios públicos de principios del siglo IV, incluido el Arco de Constantino, que originalmente pudo haber sido un Arco de Majencio .
Las perseidas, popularmente conocidas como las lágrimas de San Lorenzo,1 son una prolífica lluvia de meteoros anual durante los meses de julio y agosto.
Las perseidas son también conocidas en los países de tradición católica con el nombre de lágrimas de San Lorenzo2 porque el 10 de agosto se celebra su santoral. Durante la Edad Media y el Renacimiento, las perseidas tenían lugar la noche en que se le recordaba, de tal manera que se asociaron con las lágrimas que vertió san Lorenzo al ser quemado en una parrilla.
El registro más antiguo que se tiene de la actividad de las perseidas es del año 36 d. C., de los anales históricos chinos donde se cita un pico de meteoros en esas fechas.3 Pero no fue hasta 1835 cuando el astrónomo belga Adolphe Quetelet muestra que se produce una lluvia de meteoros, de forma cíclica en agosto, con su radiante en Perseo.4
Meteorito de 10 mm de tamaño de las Perseidas en tiempo real, tomado el 14 de agosto de 2019 en Berlín.
Si bien las percibimos como estrellas fugaces, se trata de partículas de polvo del tamaño aproximado de un grano de arena que deja el cometa Swift-Tuttle en su órbita alrededor del sol.5 El efecto luminoso se produce cuando estos granitos atraviesan la atmósfera terrestre, atraídas por nuestro planeta, y se volatilizan. Lo hacen a unos 210.000 kilómetros por hora.
Su período de actividad es largo y se extiende entre el 16 de julio y el 24 de agosto. Su máximo es entre el 11 y el 13 de agosto con tasa horaria zenital (THZ) 100, lo que le convierte en la tercera lluvia más intensa del año (después de las cuadrántidas y las gemínidas), aunque las perséidas son las más populares por ser visibles desde el hemisferio norte durante el verano.
A pesar de que deben su nombre a la constelación de Perseo, lo cierto es que poco tienen que ver con ella. Sí, porque el cuerpo progenitor de las Perseidas es el cometa 109P/Swift-Tuttle.5 Fue descubierto por Lewis Swift y Horace Parnell Tuttle el 19 de julio de 1862, posee un diámetro de 26 kilómetros y su órbita alrededor del Sol tiene un período de 135 años.6
Su última aparición tuvo lugar en 1992, produciéndose en 1993 un pico de actividad con THZ 300. Desde entonces la actividad ha descendido progresivamente hasta el nivel normal de la actualidad.7
En 2009 hubo un paso hacia una corriente de detritos de mayor densidad poblacional, por lo que la THZ fue de 173.
In the lead-up to the launch of the James Webb telescope, we look at the scientific objectives of the most powerful space observatory ever sent into orbit.
Are we alone in the universe? What did the first galaxies formed after the Big Bang look like? How did the planets in our solar system emerge? The James Webb telescope hopes to find answers to these existential questions.
Set to launch on December 22, the James Webb is the product of the combined scientific prowess of NASA, the European Space Agency (ESA) and the Canadian Space Agency (CSA) – and by extension, Université de Montréal (UdeM). The CSA contributed a scientific instrument and a guidance sensor to the massive observatory and René Doyon, Director of UdeM’s Institute for Research on Exoplanets (iREx) and a professor in the Physics Department, is the principal investigator on the Canadian scientific team.
Together, the components supplied by the CSA, NASA and the ESA form the most complex, accurate and powerful space observatory ever built, one that promises revolutionary discoveries in astronomy.
The unparalleled power of the observatory will help scientists throughout the world scrutinize the distant reaches of the universe to learn more about the composition and inhabitability of exoplanets and study the life cycle of stars.
Exploring new worlds in search of life
The James Webb Telescope is the successor to the Hubble space telescope but is more precise and efficient because of the size of its mirror, the range of light it can detect and its location.
These attributes will enable the Webb to study the planets in our solar system and other planetary systems in unprecedented detail. Moreover, the scientific instrument developed by Doyon’s team is designed to analyze many types of celestial bodies, including the atmospheric composition of distant exoplanets.
“What we’re looking for, our holy grail, are ‘biosignatures,’ that is, signs of extraterrestrial life,” explained iREx coordinator Nathalie Ouellette, an astrophysicist who does communications for the James Webb.
She hastened to add that we shouldn’t imagine these signs of life the way they are depicted in science fiction films: “We’re talking about finding signs of biological activity or the signature of certain molecules that we have identified as essential to life, such as oxygen, water vapour, carbon dioxide, methane and ozone. Based on the presence of such molecules, particularly in certain combinations, we may be able to determine that conditions are conducive to the development of life when we explore an exoplanet using the telescope.”
Casting light on the dawn of the universe
Telescopes are also time machines of a sort. “Looking into space is like looking into the past,” said Ouellette. “Light waves travel so fast that, to the naked eye, they seem to flash instantly from one point to another. In space, however, the distances are so vast that the time it takes light to travel is perceptible.”
That makes the Webb a marvellous time machine. It will be able to see back in time to 200 million years after the Big Bang, something that has never been done before. “With the Hubble, we could go to 500 million years after the Big Bang, so now we’re going 300 million years further,” noted Ouellette. “That’s remarkable, considering that the beginning of the universe was a tumultuous period. Galaxies were colliding and stars were forming at a rapid pace.”
“Tell me where you come from and I’ll tell you who you are”
The Webb will thus improve our understanding of the development of the first luminous objects (galaxies) over time. Ouellette believes the telescope will also provide insight into the creation of our own solar system.
“We still have many questions about the origins of life in our solar system. We don’t know exactly how we came to be on Earth and how the planets were formed,” Ouellette pointed out. “By studying other systems, stars and planets at various stages of development, we hope to be able to trace our own history and understand ourselves better.”
That is the ultimate goal of the James Webb: to revolutionize our understanding of the universe and, above all, to place the Earth, in all its fragility and uniqueness, in a broader context.