LA INVENCIÓN DE EVA EN LA MASONERÍA
Desde la invención de Eva, el símbolo primordial del mal, (porque la serpiente fue realmente una mensajera), pasando por María Tudor, mujer despiadada, cuyo sobrenombre de “la Sanguinaria” evidencia su fama, en este caso merecidamente ganada, quien ocupó el trono de Inglaterra en 1553 y por cuyo legado hoy día tomamos el famoso coctel Bloody Mary, hasta Kate-Ma Baker, una de las malas del pasado no muy conocida, las mujeres hemos transitado por la historia de la humanidad, de una manera un tanto antagónica, para más almas de las que pueda uno imaginar.
Boney M en 1977 compuso una canción a Ma Baker, y estoy segura de que muchos de ustedes, aquí presentes en este salón la bailaron. Ma fue la matriarca de un clan de gánsters que murió a los 62 años, abatida a tiros por el FBI, tras sembrar el terror en el Medio Oeste de Estados Unidos con sus fechorías. “Esta es la historia de Ma Baker, la gata más mala del viejo Chicago”, cantaba Boney M en los 70´s.
Y es que, en el estudio de las sociedades secretas, las comunidades religiosas, las científicas y hasta las de índole empresarial y sus estructuras organizativas, tanto en el ámbito de la historia como en la misma actualidad, el tema de la mujer ha sido, en mi opinión, el mayor de los mitos. Si, es absurdo, las mujeres como mito.
Tradicionalmente, no solo la masonería ha sido una institución predominantemente masculina, con una estructura jerárquica y simbólica que ha dejado fuera a las mujeres en gran medida, relegándolas a un papel secundario o incluso inexistente en su seno. También han hecho lo propio las religiones y muchos otros espacios cotidianos como la empresa, el aula y la misma calle que transitamos diariamente. A la gente le cuesta trabajo decir Obispa y hasta se ríen como niños cuando escuchan la palabra.
El origen de esta condición desfavorecedora hacia la mujer es el machismo, por lo que es necesario entender un poco esto, para revisarnos a nosotros mismos y plantear soluciones que generen cambios. Si no entendemos el origen de las cosas, estaremos condenados a repetirlas.
El machismo tiene sus raíces en estructuras sociales, culturales e históricas que han favorecido y perpetuado la desigualdad entre hombres y mujeres. Su origen es complejo y multifacético, pero puede rastrearse a través de varias fases clave en la evolución de las sociedades humanas, particularmente en el contexto de las civilizaciones.
El machismo como concepto y como fenómeno social se remonta a las primeras civilizaciones humanas, que en su mayoría adoptaron una estructura patriarcal, que son las sociedades en las que el poder y la autoridad se concentran en manos de los hombres. Este tipo de organización social comenzó a consolidarse con la agricultura y el sedentarismo, alrededor del año 10.000 antes de nuestra era aproximadamente, cuando las familias y las tribus comenzaron a formar estructuras sociales más complejas, sin embargo, en la prehistoria humana hubo un momento en donde las mujeres tuvieron iguales responsabilidades como los hombres y su trato era más o menos igualitario.
Las Venus paleolíticas dan cuenta un poco de la adoración primitiva que existía hacia las mujeres. Las venus son estatuillas femeninas de hueso, marfil, piedra, terracota, madera o barro, datadas del Paleolítico Superior. Estas esculturas tienen tamaños modestos, incluso diminutos, que oscilan entre los 4 y los 25 centímetros. El paleolítico superior es el tercero y último de los periodos en que está dividido el paleolítico, es la etapa inicial de la Edad de Piedra y se extiende aproximadamente entre los años 40.000 a 30.000 antes del presente (AP) y el 12.000 y 10.000 antes del presente (AP).
El primer descubrimiento fue la venus de Brassempouy, en 1893. En 1908 fue exhumada la famosísima Venus de Willendorf en un campo del valle del Danubio, en Austria. Esta escultura, que se ha convertido en un icono, anunciaba el descubrimiento de numerosas esculturas femeninas desde los Pirineos franceses hasta las llanuras siberianas del lago Baikal.
Algunos autores sospechan que se trataría de la Madre Tierra de la cultura europea del Paleolítico Superior, debido a que se han encontrado numerosas pruebas y figuritas del mismo tipo, distribuidas indiscriminadamente por distintos territorios en donde se desarrolló el Paleolítico Superior. Se ha sugerido que su corpulencia representaría un elevado estatus social en una sociedad cazadora-recolectora y que, además de la obvia referencia a la fertilidad, la imagen podía ser también un símbolo de seguridad, de éxito o de bienestar.
Los pies de la estatua no están esculpidos, de manera que no puede mantenerse en pie por sí misma. Por esa razón, se cree que fuera usada para ser también trasladada, ya que esa sociedad era nómada. Debido a las pocas pertenencias y posesiones de los paleolíticos, se supone que tenía una gran importancia dentro de estas sociedades. Más aún, habría sido diseñada y pensada para su permanente traslado, teniendo en cuenta su mantenimiento y cuidados futuros; un hecho excepcional de los paleolíticos, puesto que en sus desplazamientos debían atenerse a las condiciones del terreno y a cuestiones meteorológicas.
La alta proporción de figuras femeninas en el arte del Paleolítico Superior, es suficiente para admitir el importante papel de la mujer en aquellas sociedades prehistóricas. Se sabe que las Venus paleolíticas eran objetos con una utilidad práctica importante, también sabemos que han aparecido en lugares de habitación y no en lugares de enterramiento. Podría ser que estuviesen a la vista de cualquiera, no siendo, pues, amuletos recónditos o secretos, lo que explicaría su enorme difusión geográfica.
Antes de esta transición, las sociedades eran generalmente más igualitarias, con una distribución menos rígida de roles entre los géneros. Sin embargo, la llegada de la agricultura, la propiedad privada, la propiedad de la tierra y la acumulación de recursos, favoreció a los hombres como responsables de la producción y la defensa. Esto generó una jerarquización de roles en los que los hombres pasaron a ser los líderes de la familia, de las tribus y, con el tiempo, de las sociedades más grandes.
La evolución de las leyes, la religión y las tradiciones contribuyó a reforzar esta distribución desigual de poder, donde los hombres se consideraban los encargados del sustento material, y las mujeres las encargadas de las labores domésticas y la crianza. Este modelo fue fundamentado en una visión del mundo que atribuía a las mujeres un rol subyugado e inferior, consolidando así, las bases del machismo.
En este proceso, la religión y la filosofía desempeñaron un papel crucial en la formación y propagación del machismo, reforzando los roles de género. En muchas religiones monoteístas, como el cristianismo, el judaísmo y el islam, las enseñanzas y escrituras bíblicas y coránicas asignaron un rol subyugado a la mujer. En la tradición judeocristiana, por ejemplo, el relato de Adán y Eva en el Génesis establece una narrativa que coloca a Eva en una posición secundaria, vinculando el pecado original a la mujer y a su tentación de Adán, lo que perpetuó la idea de la mujer como un ser más débil e incapaz de tomar decisiones racionales. Se satanizó tanto a la mujer, que hasta se creó a otra antagonista en la historia del Génesis, Lilith, una mujer libre, y por lo tanto no de buenas costumbres para los señores muggles que no pueden volar y por eso la envidia los envenena.
Y si vamos a las filosofías grecolatinas, la cosa empeora. La mujer era considerada de menor estatus que el hombre en la sociedad. Filósofos como Aristóteles argumentaban que las mujeres eran naturalmente inferiores a los hombres, incapaces de tomar decisiones sabias o de participar activamente en la vida política y filosófica. Dijo Aristóteles que “las mujeres eran seres fríos y húmedos”. Si eso es así, entonces las mujeres somos cronopios, pues es la descripción de Cortázar, y además somos verdes y buenos amigos. En la Política, Aristóteles dijo: “el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; uno gobierna y la otra es gobernada; este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad” Con estas ideas, lo que estaba haciendo era recoger la gran misoginia existente. Él era él y sus circunstancias.
Lo perverso es que esta ideología fue adoptada y adaptada por muchas culturas occidentales a lo largo de los siglos, reforzando la idea de que el rol de la mujer era principalmente el de madre y cuidadora, sin acceso a la toma de decisiones importantes en la vida pública.
Pero avancemos un poco y viajemos a la era de la Revolución Industrial porque seguramente todo será mejor. Bueno en los siglos XVIII y XIX las estructuras de poder se vieron modificadas por los cambios económicos y tecnológicos importantes, pero las normas de género continuaron siendo muy rígidas. A medida que las sociedades pasaron de una economía agrícola a una industrial, los roles de género se definieron con mayor claridad. La economía capitalista impulsó la idea de que el hombre era el principal proveedor de la familia, mientras que la mujer debía quedarse en el hogar, encargada de las labores domésticas y el cuidado de los hijos. Este modelo fue reforzado tanto por la clase media emergente como por las clases más acomodadas. El gran pensador Schopenhauer dijo una vez que “las mujeres eran animales de cabellos largos e ideas cortas”. Con este chistecito, el señor hizo patente un pensamiento mantenido y no expresado por la sociedad.
A lo largo de este periodo, el machismo se consolidó como una norma social aceptada, promovida por los sistemas educativos, las instituciones religiosas, las leyes y las normas culturales. La mujer fue sistemáticamente relegada al espacio privado del hogar, mientras que el hombre dominaba el ámbito público, el trabajo remunerado y las decisiones políticas.
Es importante aclarar a estas alturas, que el machismo no es simplemente un conjunto de actitudes o creencias individuales, sino una construcción social. La gente en conjunto decidió que lo que Aristóteles dijo era válido, y siglos después que lo que Schopenhauer dijo, también. Las sociedades han construido a lo largo de los siglos una narrativa sobre los roles y las capacidades de los géneros, asignando a los hombres una posición de poder, autoridad y racionalidad, mientras que las mujeres hemos sido asociadas con la emotividad, la sumisión y la debilidad.
Si, es verdad, las mujeres tenemos cambios en nuestros estados de ánimo, debido a las hormonas que actúan de manera intensa en nuestros cuerpos, pero, aunque la cantaleta femenina sea a veces insoportable, una cosa es la perorata verbal y otra la furia destructora que lleva a los hombres a declarar guerras a otros pueblos, o a exterminar millones de personas por su color de piel o religión. Eso sí que es ser hormonal, déjenme decirles señores.
Los roles de género que sustentan el machismo, son enseñados desde la infancia, a través de las expectativas sociales, los medios de comunicación, la familia y la educación. Decía Freud que “la madre tiene la culpa” y algo de cierto hay ahí. Desde pequeños, los niños son socializados para ser "fuertes", "racionales", "proveedores" y "líderes", mientras que las niñas son socializadas para ser "cuidadoras", "tímidas", "subordinadas" y "afectivas". Estas normas sociales continúan alimentando el machismo y la desigualdad actuales.
En Colombia, las preferencias de carreras entre los hombres y las mujeres son similares a los estudios de otros países. Existe una mayor concentración de hombres en ingenierías, arquitectura, urbanismo y afines; y de mujeres en economía, administración, contaduría y afines. Sin embargo, es escasa la discusión sobre la preponderancia de mujeres en profesiones "femeninas", es decir las relacionadas con el cuidado, el servicio y la ayuda a los demás y de los hombres en profesiones "masculinas", relacionadas con la vida pública, el prestigio social, el control y resolución de problemas. Por ejemplo, mi carrera es eminentemente femenina, trabajo en gestión social y la mayoría de mis colegas son mujeres. En uno de mis postgrados, éramos 19 mujeres y un solo hombre.
Las mujeres en Colombia hemos logrado mucho y hay un logro que pasó un poco desapercibido, pero que nos cambió el rumbo y nos abrió muchas puertas, y fue el de tener documento de identidad.
Hace 69 años la Registraduría Nacional del Estado Civil colombiano le otorgó la primera cédula de ciudadanía a una mujer, doña Carola Correa de Rojas quien nació en Medellín el 25 de enero de 1905.
El 25 de mayo de 1956 se expidió la primera cédula femenina, luego de que por acto legislativo No. 3 de 1954 la mujer obtuvo el derecho de elegir y ser elegida. Según el rango femenino de identificación, a doña Carola, le correspondió el número 20´000.001 de Bogotá.
Bajo el gobierno del Presidente de la República de Colombia, el General Gustavo Rojas Pinilla quien presidió la primera magistratura de 1953 a 1957, la Organización Electoral expidió la primera cédula femenina a su esposa Carola Correa de Rojas, quien a los 51 años de edad obtuvo su documento de ciudadanía.
Tuvo que existir un dictador como Rojas Pinilla para darle el voto a las mujeres, porque democráticamente no se había podido en mas 130 años de vida republicana en Colombia.
Con el inicio de la cedulación femenina en Colombia, la mujer podía ingresar en el campo electoral, y fue precisamente esa la intención de tener un documento de identidad para poder sufragar. El 16 de junio de 1853 se expidió la primera norma sobre la expedición de un documento de identidad y en 1935 se hizo obligatoria la presentación de la cédula como documento de identidad en todos los actos civiles y políticos, en ese entonces solo para los hombres.
A pesar de su origen profundo y su consolidación a lo largo de la historia, el machismo ha sido cuestionado y desafiado de manera creciente desde el siglo XX, especialmente, con la lucha de las mujeres por sus derechos civiles, políticos y laborales. Si Schopenhauer viviera no la tendría tan fácil y a Aristóteles ya lo abrían cancelado por decir barbaridades sobre las mujeres. Movimientos feministas han cuestionado las estructuras patriarcales y han buscado transformar la sociedad para lograr una mayor equidad entre los géneros.
Las luchas por el derecho al voto, el acceso a la educación, la participación en el trabajo remunerado, y el derecho al control sobre los propios cuerpos, han sido esenciales para visibilizar las desigualdades de género. A medida que las mujeres han ganado más derechos y visibilidad en muchos países, el machismo ha comenzado a ser cada vez más cuestionado, aunque sigue siendo una estructura profundamente arraigada en muchas sociedades.
La mujer en la masonería y los orígenes de su exclusión
El rol de la mujer en la masonería ha cambiado a lo largo de los siglos, especialmente en el contexto moderno, donde las mujeres se han integrado de manera más activa y significativa en las logias, y su participación ha redefinido muchos los valores y principios que la organización masónica representa. La mujer ha pasado de ser un ente excluido de las logias a convertirse en un miembro fundamental y en una fuerza de cambio dentro de la masonería contemporánea.
La masonería tiene sus raíces en los gremios de constructores medievales, quienes, en su mayoría, eran hombres. Estos gremios operaban en un contexto social profundamente patriarcal, y las mujeres eran consideradas inapropiadas para participar en las actividades profesionales y rituales de los artesanos. La masonería moderna surgió en el siglo XVII con una estructura más formalizada, y aunque en algunos casos las mujeres fueron admitidas en logias informales y clandestinas, la mayoría de las sociedades masónicas oficiales continuaron siendo estrictamente masculinas.
El sistema de grados y el secretismo inherente a la masonería también contribuyeron a la exclusión femenina. Las ceremonias y rituales masónicos, que se basan en el simbolismo de la construcción y el conocimiento secreto, fueron inicialmente desarrollados por y para los hombres. En este sentido, la mujer fue vista no solo como un miembro irrelevante, sino como una figura ajena a los principios masónicos de hermandad y fraternidad. Las mujeres fueron consideradas, en su mayoría, en un rol secundario: como madres, esposas o hijas de masones, pero no como participantes activas en la organización. Pero todo ha cambiado, por eso yo no estoy aquí esta tarde ante ustedes como esposa, madre o hija de un masón, porque no lo soy en mi vida personal, yo estoy aquí como masona, como la gran mayoría de los hombres masones: porque, simple y llanamente, un día quise ser masona.
A pesar de la exclusión de las mujeres en la masonería tradicional, hubo momentos en los que las mujeres se hicieron presentes en este ámbito. En el siglo XVIII, algunas mujeres comenzaron a participar en las logias de forma clandestina, influidas por las ideas ilustradas de igualdad y libertad.
Pero regresemos al mito femenino en la masonería, porque si a los masones nos gusta algo es el mito, y para ello es preciso mencionar a Elizabeth Aldworth y uno de los relatos más conocidos y fascinantes de la historia de la masonería femenina, motivo de debate y especulación. Elizabeth Aldworth fue una mujer irlandesa que, según las fuentes históricas, se convirtió en una de las primeras mujeres en entrar en una logia masónica masculina y participar en un ritual masónico, algo muy inusual en su época.
El hecho ocurrió en 1712, en Irlanda. La familia Aldworth era propietaria de una finca en la que se realizaban reuniones de la logia masónica local. Según la historia, Elizabeth, que era curiosa y probablemente interesada en la naturaleza de las reuniones que se realizaban en su hogar, se coló en una de ellas sin ser vista por los hombres.
En esa época, las mujeres no eran admitidas oficialmente en la masonería, y las logias eran exclusivamente masculinas. Sin embargo, Elizabeth Aldworth, como joven curiosa y observadora, presenció uno de los rituales masónicos secretos que se llevaban a cabo en la casa familiar.
Cuando los miembros de la logia se dieron cuenta de que Elizabeth los había visto, se enfrentaron a una situación incómoda. En lugar de expulsarla o castigarla, los masones decidieron tomarla como miembro. Algunos relatos dicen que los miembros de la logia quedaron tan impresionados con su presencia