No hay ni uno solo de los astros que contemplas, que, en sus evoluciones, no cante como un ángel del cielo y que no una su voz al coro de los querubines de cándidos ojos.
Esta misma armonía se encuentra en las almas inmortales. Pero en tanto que llevemos puestas las groseras vestiduras de fango y corrupción con que nos cubrimos, no podremos oírla. Shakespear
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