Promesas
Un amigo me paso este comentario que me hizo pensar: Dios no ha prometido cielos siempre azules, ni senderos llenos de flores, a lo largo de nuestras vidas. Dios no ha prometido sol sin lluvias, alegrías sin penas, paz sin dolores. Pero Dios si prometió fuerza para el día, descanso para el trabajo, luz para el camino, gracia para la adversidad, ayuda divina, simpatía sin fallas, Amor Eterno. Esto lo escribió A. Johnson Flint.-
A veces preferiríamos vivir siempre en días soleados, sin problemas, sin inconvenientes ni contratiempos. Pero es una utopía. A diario debemos padecer los conflictos de vivir en esta sociedad. Y los hijos de Dios no estamos ajenos a las dificultades, a las tristezas, a la depresión, a la soledad, al olvido, al desprecio, a las enfermedades, a la separación o a la muerte.
El argumento más recurrente que me viene a la cabeza cuando estoy atravesando este momento de dificultad es ¡si Dios es tan bueno, tan generoso y me ama tanto ¿por qué debo padecer este problema?! Y siempre que comienzo a inclinar mi pensamiento hacia este peligroso lado, reflexiono y vuelvo a pensar con cordura, desechando esta mala idea. Se que este pensamiento no es de Dios (y en consecuencia, puedo saber de donde viene), y que lo mejor es desterrarlo de mi cerebro.
En esos momentos, me alienta y sostiene pensar en esto que escribía Flint: Dios nos prometió su fuerza para soportar el día de conflicto, y descanso en sus delicados pastos. Nos prometió su Gracia para surfear la adversidad, y su ayuda divina para cada paso de la vida.
No es agradable sufrir, pero si Dios permite que pasemos por un tiempo de aflicción, es que algo quiere enseñarnos. Su promesa es fiel y es permanente. Cristo es el aval que garantiza su cumplimiento. Por eso es que podemos alabar a Dios, aun en medio de la tormenta; ya que podemos estar seguros que su fidelidad y su amor no se modifican a pesar de las circunstancias.
La eternidad de Dios es inmutable, igual que sus promesas. Él no te garantizó un lecho de rosas, pero te aseguró su compañía en todos los pasos de tu viaje. Podés confiar en Dios.
REFLEXIÓN – Amén.
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