Miro la oscura mañana en la ventana. La cortina amarilla no está. Aguda y grave escucho las dos voces el viento y, súbitamente, siento frío. Me froto los tobillos. Las rodillas. Golpeo las manos: “Ninguna mano aplaude sola”. Frente a la pared sacudo los brazos como un espantapájaros; lucho con la rapidez de mi sombra y después recito de un tirón:
“Para entrar en el reino de lo cálido tenemos que aprender a salir de la frialdad”.
(la verdad que no se de quien es el poema)
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Bueno y seguimos con las heladas, cosa normal de este tiempo, asi
que buenos pucheros y quietas en casa. No se me espachurren y
animense ya saben al mal tiempo buena cara, sean felices y disfrute.
Zara
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