Si le ves, María, dile que ahora que
estoy muriendo, ¡ya nada importa!
Con la vida se marcha la
vergüenza y el final del camino ¡se hace eterno! Dile que le amé
como no había amado a nadie en este mundo, soñé con caminos de rosas,
creí que era el ejemplo de los caballeros.
Dile si le ve, que aun le
quiero, pero moriré sin perdonarle, María, es el mayor de los
truhanes, con más salidas que un torero, no necesita excusa, las tiene
todas, sueña que será eterno, que el mundo se inclina cuando pasa, ¡pobre
caballero!
Todos somos mortales y lo peor, María,
que aun le quiero.
Piensa que es el dueño del sol,
la luna y las estrellas, nunca cumple sus prosas, cree haberlas cumplido
todas, alardea ante las mujeres, de capitán, de poeta y amigo de
sus amigos, estaba ciega, María, y ahora que estoy muriendo, ¡ya
nada importa!
Mis sueños mueren como mueren
las rosas y el caballero pronto será viejo, creyéndose dueño de las
rosas. María, aun le quiero, ¿tú crees que estoy loca?
Yo, no lo creo, sólo sé que esta vida
es un puzzle mermado, María, tiene los ojos como luceros y yo sin querer, sueño
con ellos, sus labios de algodón, su piel morena como el carbón, de un sol
andaluz, la raza mora, como moro es el caballero, ¡que me trastoca!.
Maldigo mi suerte, maldigo la
injusta vida, los sueños y la muerte, todo es tan grande y a la vez tan
pequeño, ¡he despertado de repente! María, me siento una partícula pegada
en los cristales, esa línea que separa el día de la noche, o sea, ¡nada!
Eso es María, nada, no somos nada,
algo que llaman hombres en las tierra, algo que llaman Ángeles y yo,
mientras, muero amándole. María, ¿estaré loca?
Yo no lo creo, mejor creo que nací
para amarle, ahora me voy María y si le ves, no te acerques, tal vez
cayeras en sus redes, sus ojos son las olas y tal vez vayas a la deriva,
como este viejo barco ¡Qué ahora muere! María, dile que aun le quiero y lo
querré, ¡hasta después de la muerte!
El viento con cariño minina