Buscar el calor del mundo
Jesús le dijo: «De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces». Mateo 26: 34
Pedro negó a Jesús exactamente como el Señor lo había predicho. A pesar de la advertencia, Pedro no percibió que sus pasos lo llevarían al fracaso. Debemos estudiar cuidadosamente su experiencia, porque resulta muy fácil dar esos mismos pasos si no nos cuidamos.
¿Qué pasos condujeron a Pedro hacia la caída? ¿Qué pasos debemos evitar en nuestra propia carrera espiritual? Pedro tuvo exceso de confianza propia. Afirmó: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré» (Mat. 26: 33). En otras palabras, decía: «Cualquiera de mis compañeros te pueden negar, pero yo jamás lo haré; nunca te traicionaré». ¿Por qué habló de esa manera el apóstol? Porque quería demostrar su amor por Jesús, quien hacía unos instantes había dicho que uno de los doce lo traicionaría. Su exceso de confianza fue el primer paso que lo condujo a negar al Señor Jesús tres veces.
Puede que te sientas orgulloso de tu amor por Jesús, pero es mejor que te sientas orgulloso de lo mucho que él te ama a ti. He oído a muchas personas decir que aman mucho al Señor, y eso es bueno; pero es preferible estar orgulloso de su gran amor hacia nosotros. Nuestro amor por él es frágil, inconstante y, muchas veces, circunstancial. En cambio, el amor del Salvador hacia nosotros es permanente, constante, inexplicable, invariable. Nos amó cuando estábamos muertos en delitos y pecados. En nosotros no hay nada bueno, pero nos ama; pecamos, y sigue llamándonos sus hijos. Su amor no disminuye por mi desobediencia, ni aumenta por mi obediencia. Este es el amor que debemos alabar; este es el amor que debemos publicar.
Es interesante la manera en que el apóstol Juan se describe a sí mismo en su Evangelio: «El discípulo a quien Jesús amaba» (Juan 13: 23). Puede que haya alguien que critique a Juan por decir tal cosa. Eso no significa que Jesús lo amase a él más que a los demás, sino que Juan experimentó su amor de modo especial. En lugar de decir que él amó a Jesús, dice: «Estoy orgulloso de cuánto me ama él a mí».
Eres un discípulo amado de Jesús. No pongas tu confianza en ti mismo. Reconoce tu vulnerabilidad. No pongas su vista en tu persona, ni en lo que haces por tu Maestro. Fija tus ojos en el indescriptible amor de Jesús hacia ti. Él te ama con amor eterno.
Eres como la niña de sus ojos. Cuida tus pasos.
¿A qué distancia caminas de Jesús?
Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
Lucas 22: 54
Pedro empezó mal por seguir a Jesús de lejos. A Jesús siempre debemos seguirlo de cerca. Lejos de Jesús las cosas no marcharán bien. Más bien, irán de mal en peor. Pedro se distanció de Jesús y se acercó a los enemigos de su Maestro. «Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos» (Lúe. 22: 55). Con esta actitud Pedro dio un paso hacia la negación de su Maestro. Más cerca de Jesús, más lejos de los enemigos; más lejos de Jesús, más cerca de los enemigos. Esta es la gran lección que aprendemos de la triste decisión de Pedro.
Alejarse de la comunión y el compañerismo con el Señor es el fundamento de todo retroceso espiritual. Lo seguía, pero de lejos. Su corazón estaba repartido: la mitad con el Maestro, y la otra mitad con el mundo. ¿A qué distancia sigues tú a Jesús? Muchas personas, como Pedro; van a la iglesia. Sí, están allí; pero siguen al Señor a la distancia. Estos son los que casi siempre ocupan el último banco, y suelen ser los primeros en salir. Durante las reuniones los domingos, los miércoles y los sábados, no cantan. Cuando pasa el platillo de las ofrendas, mantienen sus manos dentro de los bolsillos. No desean comprometerse con ninguno de los programas de la iglesia. No comparten su fe; no dan estudios bíblicos. Su corazón está dividido. Solo dan lo mínimo al Señor.
Es triste cuando el cristiano llega a ese punto. Pierde todo lo que la iglesia podría ser para él y lo que él podría ser para la iglesia. Sigue a Jesús; pero lo hace de lejos.
Al igual que mi esposa, quizá tú también disfrutes del fascinante programa televisivo Mundo animal. Si es así, seguramente también habrás observado que, del grupo de cebras, la que perece en las garras de la leona es la que se aleja del grupo. Cuando se aleja es vulnerable. Se vuelve una presa fácil.
Solamente junto a Jesús somos fuertes, vencedores y triunfadores. Que hoy vuelva a ser nuestra la experiencia expresada en el himno:
Ando con Cristo, somos amigos, y mantenemos fiel comunión; ya de su lado nunca me aparto; ¡cuánto me alienta su comprensión!
Ando con Cristo, somos amigos, todas mis cuitas las llevo a él. Ando con Cristo, marcho a su lado, oigo la suave voz de Emanuel.
Bendiciones hermanos