El doctor Langdale de Nueva York, nos cuenta el caso de un hombre de negocios cristiano que sufrió un accidente de automóvil y fue llevado al hospital, donde supo que le quedaban muy pocas horas de vida.
Su fe en la providencia de Dios no desfalleció, porque para él la muerte era ta sólo un camino a la vida superior. Avisados con urgencia su esposa y sus cuatro hijos les habló en la forma siguiente.
“Esposa mía, tú has sido mi mayor consuelo en el mundo. En días brillantes y en horas sombrías hemos andado juntos, me has inspirado y ayudado en todas las cosas que he emprendido, especialmente en lo que se refiere a mi vida cristiana. Te amo más que el día que nos casamos; pero tengo que dejarte por un tiempo. !Buenas noches, querida! !Te veré otra vez en la gloriosa mañana! !Buenas noches!”
A su hija mayor le dijo: “María, tú has sido nuestra primogé- nita y el goso de tu padre. Eres tan parecida a tu madre que siempre he visto en ti el retrato de la que dejó su hogar para edificar el mío. Como ella has sido una gran cristiana. María, no olvidarás nunca a tu padre, que te ha amado tanto. !Buenas noches, María! !Buenas noches!”
A su hijo mayor dijo: “Hijo mío, tu venida a nuestro hogar fue una gran bendición, ere nustro primogénito varón, y has sido un hombre ejemplar. Tú amas a Dios y a su iglesia. Recibe el amor y la bendición de tu padre. !Buenas noches, Guillermo!”
Carlos, era el tercer hijo, pero este muchacho había caído bajo malas influencias, siendo la pesadilla de sus padres. El moribundo lo pasó de largo y habló a la hija más pequeña: “Engracia, tu venida fue un rayo de luz en nuestro hogar. Tus sonrisas han llenado de música nuestros corazones. Cuando hace poco te entregaste a Cristo, el corazón de tu padre rebosó de
Despues llamó a Carlos a su lado y le dijo: “Carlos, tú eras un muchacho prometedor. Tanto yo, como tu madre creíamos que serías un hombre importante. Te dimos tan buena educación como a tus hermanos, y si hubo alguna diferencia sabes bien que fue a tu favor. Pero nos has defraudado. has preferido seguir el camino ancho que lleva a la perdición, apartándote de la fe y de la piedad; no has querido guiarte por nustros consejos ni por las advertencias de la Santa Palabra de Dios has endurecido tu corazón a los llamamientos del Salvador. Pero yo siempre te he amado, y te amo todavía. Solamente Dios sabe cuanto te amo. !Adiós para siempre, Carlos! !Adiós!”
Carlos estrechó la mano de su padre y le dijo entre sollozos: “Padre, ¿por qué has dicho buenas noches a los otros y a mí me has dicho adiós?”
“Por la simple razón , Carlos, que yo me juntaré con los otros miembros de la familia en el Cielo. Promesas fieles de la Palabra de Dios nos aseguran una feliz reunión al despertar al otro lado de la muerte; pero no puedo tener esperanza alguna de verte a ti en aquel lugar; por esto nuestra despedida es, !Adiós para siempre!”
Carlos cayó de rodillas al lado del lecho de muerte de su padre y clamó: “Dios mío, perdóname mis pecados por los meritos de tu Hijo, a quien recibo como mi Salvador y Señor. !Perdóname, Dios mío, y hazme un hijo tuyo por la fe en Jesús.!”
“¿Es cierto, Carlos, lo que acabas de expresar?”
“Dios sabe que lo es.” declaró el quebrantado joven.
“Pues si es así,” intervino la madre, “Dios no puede faltar a sus promesas. Si recibes a Cristo como tu Salvador, eres un hijo de Dios tan ciertamente como eres nuestro hijo. Así lo declara la Santa Palabra: “A todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Juan 1:12.”
“En tal caso” añadió el padre, “ya no tengo que decirte adiós, pues nos veremos en la gloriosa mañana, “!Cuan feliz soy,
Las palabras del moribundo eran más débiles de tono, pero más animadas y gozosas. Poco después el accidentado fallecía en la paz del Señor.
Carlos cumplió su desición y es hoy un predicador del evangelio. Cada vez que cuenta esta historia añade: “Estoy esperando ahora el momento cuando oiré de nuevo a mi piadoso padre, quien podrá decirme: “Buenos días, Carlos; la noche ha pasado y ha llegado el día eterno del Señor. ¿Ves como Dios ha cumplido su palabra? Ya la muerte no existe ni habrá más separación. !Buenos días!”
Miembros de hogares cristianos, esposos, esposas, padres, madres, hijos, hermanas y hermanos de seres amados con los cuales estáis unidos por los lazos de la sangre, pero no por los del Espíritu, pues no tenéis el mismo Salvador. La noche llega, la noche de la muerte y habrá de tener lugar una despedida que puede ser definitiva o temporal según haya sido vuestra actitud respecto a Cristo, el único redentor y mediador entre Dios y los hombres.
Aceptadle ahora mismo, pidiéndole el perdón de vuestros pecados; confesad su nombre ante el mundo procurando cumplir sus enseñanzas, y llegaréis tranquilos y confiados al momento inevitable, sabiemdo que la despedida con vuestros amados, podrá ser, no un “adiós para siempre” sino: “Buenas noches hasta la gloriosa mañana ante el Trono de Dios.” ¿No querréis que así sea?
PD. Este es un mensaje evangelistico que podemos imprimirlo para ser distribuidos en trabajo de evangelismo en su iglesia local. Dios los bendiga.