Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.” Mateo 11:29.
Las palabras discípulo, discipulado, disciplina tienen la misma raíz. Los que son discípulos de Jesucristo deben vivir una vida disciplinada, sometiéndose a la disciplina de su Señor. Un discípulo es un aprendiz, un pupilo, un alumno. Jesús es el Maestro quien informa y enseña a sus discípulos para que sean portavoces fieles de Él y de sus enseñanzas. La palabra “disciplina” suena como algo fuerte que sugiere castigo y sufrimiento, pero en realidad la palabra tiene que ver con un conjunto de enseñanzas que prepara al alumno a fin de que pueda actuar en alguna especialidad. Aplicada a la vida espiritual la palabra significa aprender del Señor Jesús para poder representarle ante nuestros semejantes. Conlleva la idea de estar equipado para cumplir los cometidos que Jesús entrega a los suyos. Jesús usó el símbolo de dos bueyes trabajando juntos: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” Mateo 11:29.
En el caso de un cristiano, una vida disciplinada es una vida controlada por la voluntad de su Señor. Significa estar ocupado en el esfuerzo de dar a conocer como es el Señor. Quizás el mejor comentario sobre el nivel alcanzado por los discípulos del Señor Jesús fue hecho cuando recién Jesús se había ido al cielo, “entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que HABÍAN ESTADO CON JESÚS” Hechos 4:13. ¿Acaso los familiares o compañeros suyos podrían decir lo mismo en cuanto a su comportamiento? La disciplina a la cual se sometieron los discípulos tuvo su efecto en su hablar y en su forma de actuar.
El apóstol Pablo era discípulo del Señor Jesús. Escribiendo a los corintios, hizo referencia a su forma de vivir como “yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos,” y luego agregó, “sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” 1 Corintios 10:33; 11:1. Seguramente pocos se atreverían a presentarse como ejemplos dignos de imitar. De todos modos, es una meta que debemos tener por delante: Ser como Cristo, un discípulo verdad.
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