Fragmento del Libro El Hombre Spiritual
EL HOMBRE NATURAL
«Pero el hombre natural no percibe las cosas (las cosas reveladas o profundas) del Espíritu de Dios;
porque le son insensatez; ni las puede conocer, porcuanto se disciernen espiritualmente.» En este pasaje
no se culpa al hombre natural por su incapacidad.Es sencillamente una declaración acertada que
manifiesta las limitaciones que él tiene. Asimismo, el pasaje revela también la causa por la cual el
hombre natural tiene dichas limitaciones. Los versículos anteriores acaban de decirnos que la revelación
es por el Espíritu. Por consiguiente, resulta que el «hombre natural» es completamente incapaz para
entender las cosas reveladas, porque no ha recibido al «Espíritu que es de Dios». Ha recibido solamente
el «espíritu del hombre que está en él». Aunque puede leer las palabras con la «sabiduría humana»,
no puede recibir el significado espiritual de ellas, porque la revelación le es «insensatez». No puede
recibirla ni conocerla. Dos versículos del primer capítulo (18 Y 23) han
señalado una parte de la revelación divina que se presenta al «hombre natura!» como «locura»: «Porque
la doctrina de la cruz es insensatez a los que pereccn; pero a nosotros que somos salvos, es el
poder de Dios.» «Mas nosotros predicamos un Mesías crucificado, tropezadero para las judíos, y para
Jos gentiles insensatez.» En las palabras «predicamos un Mesías crucificado», se incluye mucho más
que el solo hecho histórico de la muerte de Cristo. Es la manifestación divina de la redención por medio
de la gracia y encierra todas las relaciones eternas que son realizadas por ella.
Los principios morales y muchas de las enseñanzas religiosas de la Santa Biblia están al alcance
de la capacidad del «hombre natura!». De estas fuentes puede predicar con elocuencia; pero dcsgraciadamente
ni aun sabe que existen «las cosas profundas de Dios». Se declara que aun Satanás tiene, en sus sistemas
que simulan la verdad, «cosas profundas» que revelar (Apoc. 2:24) y «enseñanzas de demonios» (l.
Tim. 4:1,2), las cuales por otra parte no las reciben ciertamente los verdaderos hijos de Dios, porque
está escrito: «Pero al extraño no seguirán, sino antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños
» (Juan 10:5). Empero «las cosas profundas» de Satanás se adaptan de una manera extraordinaria al
cegado «hombre natura!» y por lo tanto las recibe. Cada secta falsa es una evidencia que establece la
veracidad de esta observación. El hombre no salvo, por religioso y por instruido
que sea en -toda la «sabiduría humana», es ciego en cuanto al evangelio (2 COI'. 4: 3, 4), y si tiene que
formular un credo doctrinal, naturalmente formulará una «teología nueva» desarrollada de tal manera
que el verdadero significado de la cruz y su correspondiente revelación de «las cosas profundas
de Dios» serán pasados por alto. La muerte de Cristo
como sacrificio expiatorio por el pecado, le es «locura». Sus mismas limitaciones como «hombre
natura!» exigen que así sea. La sabiduría humana no puede ayudarle, porque «el mundo por medio de
su sabiduría no conocía a Dios». En cambio, las ilimitadas «cosas profundas de Dios» se otorgan
«gratuitamente» a la persona que ha recibido «el Espíritu que es de Dios».
El verdadero hijo de Dios puede, por lo tanto, ser enseñado en la revelación divina, puesto que ha
recibido al Espíritu. Se puede añadir que la mente que ha sido educada le ayudará en una forma positiva
para la obtención de los conocimientos divinos. Pero sin la presencia del Maestro residente en nosotros,
de nada sirve la educación para conocer el significado espiritual de las cosas reveladas de Dios.
La suposición errónea de que las opiniones de un hombre instruido sobre cosas espirituales son de
mucho mérito a causa de su «sabiduría humana»ha causado mucho mal. El «hombre natural» con
toda su erudición y su sinceridad no hallará más que «locura» en las cosas que son reveladas por
el Espíritu. El conocimiento de la ciencia no puede sustituirse por la presencia y la ayuda del Espíritu
de Dios. Sin el Espíritu no puede haber regeneración del alma, sin la cual «las cosas profundas de Dios»
son incomprensibles. Cuando un maestro no regenerado rechaza abiertamente las doctrinas fundamentales
respecto a la salvación, dichas doctrinas serán despreciadas y rechazadas por sus alumnos. Esta
es la gran equivocación que cometen muchos de los que, en nuestros días, studian en los colegios y
Universidades bajo la dirección de profesores incrédulos. Con demasiada frecuencia se cree que el profesor
o pastor que es erudito en algún ramo o algunos de los ramos del conocimiento humano es igualmente
capacitado para discernir las cosas espirituales en virtud de los conocimientos científicos que posee.
Pero no es así. Una persona no regenerada (y ¿quién da más pruebas de que no ha sido regenerado que
aquél que niega el fundamento y la realidad del nuevo fundamento'?) siempre st'rá incapaz para recibir
y conocer las verdades más st'ncillas de la revelación. Dios no es una realidad parn PI hombre natural.
«No hay Dios en todos sus pensamientos.» Por lo tanto el hombre no salvo está afligido y agobiado
por librarse de lo sobrenatural. La infundada teoría de la evolución es su mejor respuesta al problema
del origen del universo. En cambio, para el hombre regenerado Dios es real y encuentra satisfacción y
descanso en la confianza de que Dios t'S el Creador y Señor de todo.
La capacidad para recibir y conocer las cosas de Dios no se adquiere en las escuelas, porque hay
muchos sin letras que la tienen, mientras que hay muchos bien instruidos que no la tienen. Es una capacidad
engendrada por el Espíritu Santo que reside en el corazón. Por tanto, el Espíritu ha sido dado a
los salvos para que ellos puedan conocer las cosas de Dios que les son dadas gratuitamente. Sin embargo,
hay algunos cristianos que su desarrollo es limitado a causa de su carnalidad. Ellos son incapaces
de recibir el «manjar sólido» debido a su carnalidad más bien que a su ignorancia.
La Palabra divina no clasifica a los no salvos, porque todos son llamados hombres naturales. Pero
entre los salvos hay dos clases, y según el pasaje bajo nuestra consideración, el «hombre espiritual» se
menciona antes que el hombre «carnal»; de ese modo se contrasta con el hombre no salvo. Tal contraste
conviene hacerlo porque el «hombre espiritual» es el ideal divino. «EL HOMBRE ESPIRITUAL» es el cristiano
normal, por no decir habitual. Pero hay cristianos carnales, y es menester considerarlos.