Recuérdese que Dios sabe exactamente cuánto usted puede aguantar, y él no permitirá que usted llegue al punto de quebrarse.
Nuestro amado Padre dijo, “No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla” (1 Corintios 10:13).
La peor clase de blasfemia es pensar que Dios nos está hiriendo o haciéndonos doler, pensar que su Padre celestial es el que lo está disciplinando, que Dios piensa que usted necesita uno o dos corazones rotos para que usted esté listo para recibir sus bendiciones. ¡No es así!
Es verdad que el Señor castiga a los que ama, pero ese castigo es sólo por un tiempo y no es para herirnos. Dios no es el autor de confusión en su vida y tampoco lo es usted. El enemigo trata de herirnos a través de otros seres humanos, de la misma manera que él trató de herir a Job a través de una esposa incrédula.
Su Padre celestial lo cuida sin quitar sus ojos de usted. Cada movimiento suyo es monitoreado; cada lágrima es recogida. El siente cada dolor, y él conoce cuando usted ha sido expuesto a bastantes molestias del enemigo. El interviene y dice “¡Suficiente!” Cuando su dolor ya no lo hace acercarse a Dios, sino que comienza a reducir su vida espiritual, Dios interviene. El no permitirá que un hijo suyo que confía en él se hunda debido a mucho dolor y agonía del alma.
Dios lo levantará y lo sacará de la batalla por un tiempo, en el momento justo. El nunca permitirá que su dolor destruya su mente. El promete llegar a tiempo, para enjugar sus lágrimas y darle gozo en lugar de lágrimas. La Palabra de Dios dice, “Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría” (Salmo 30:5)