La ley nos lleva a Cristo
Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? (Mateo 5: 17).
HEMOS ESTUDIADO LOS DIEZ MANDAMIENTOS en el contexto más amplio de la justificación por la fe. El apóstol Pablo nos dice que para recibir la justicia que Dios demanda para llevamos al cielo a vivir con él, se requiere fe; es necesario creer. Todo el que crea recibirá la justicia de Dios.
Pero la creencia a la que Pablo se refiere no es un mero asentimiento intelectual; no es un ejercicio de la mente sin contenido objetivo. Es la fe que tiene como objeto a una persona.
Es creer en un individuo, porque es el que nos salva realmente. Por eso debemos creer en Cristo como nuestro salvador personal. Si no vamos a él en busca de salvación, no podremos ser salvos. Nadie más nos puede salvar.
Es absolutamente imperioso ir y aferramos a él por fe, es decir, con la seguridad y confianza que nos puede salvar.
Sin embargo, no podemos ir a Cristo siguiendo un impulso humano, porque los seres humanos no sentimos naturalmente deseos de ir a él. La razón es que no sentimos la necesidad.
Alguien tiene que despertarnos a la realidad de nuestra condición humana. El Espíritu Santo nos llama y nos despierta de nuestro letargo espiritual. Lo hace señalando el pecado en nuestra vida. Nos dice que estamos transgrediendo la ley de Dios, y que somos pecadores. Nos dice que el pecado lleva a la muerte, y que a menos que recibamos el perdón, vamos a perecer.
Así, la ley nos conduce a Cristo. La ley fue dada con la finalidad de señalar el pecado y hacer que las personas, con la ayuda del Espíritu, reconozcan su pecado. Cuando lo hemos reconocido, entonces se nos señala al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. La finalidad de la ley es llevarnos a Cristo. La ley no nos salva. Obedecerla no nos hace ganar el cielo. Pero nos conduce a quien sí puede salvamos.
Que Dios te bendiga,