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Mujer y Familia: Promesas para tu Matrimonio
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De: Marinn  (Mensaje original) Enviado: 12/02/2011 22:15
  

Promesas para tu matrimonio:

 

Por Ruby Zapata de Villarreal

 
 

Gn 2:18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo;
 le haré ayuda idónea para él.

Gen 2:24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre,
 y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Sal 101:2 Entenderé el camino de la perfección cuando vengas a mí.
 En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.

Pr 3:5-6 Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.

Pr 10:12 El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas.

Ro 13:10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

1 Co 13:4-8 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia,
el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo,
 no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser;
pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.

Ef 4:31-32 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Ef 5:21-33 Someteos unos a otros en el temor de Dios.
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia,
la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo
 así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres,
 así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres
como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida,
como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y los dos serán una sola carne.

1 P 3:1-11 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos,
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra
por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa.
 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible,
que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo
 aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;
 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas,
 si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
 dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida,
 para que vuestras oraciones no tengan estorbo. Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
 compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal,
ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
 para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos,
refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala.


1 Jn 4:15-21 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él,
 y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.
Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio;
 pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor,
sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo.
 De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano,
es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quién ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

 



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