Gloria venidera Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Romanos 8:18.
¡No es fácil seguir a Jesús! No es fácil, para la naturaleza humana, renunciar a los apetitos del propio corazón. Hasta cuando creemos que estamos siendo sinceros, podemos estar siendo mal intencionados, y no lo percibimos. ¿Te acuerdas de los dos discípulos que sugirieron a su madre que le pidiese a Jesús un lugar importante, para ellos, en el futuro reino? ¿Crees que eran mal intencionados? Yo creo que no. Ellos, simplemente, no habían entendido lo que era el Reino de Dios. Por eso, Jesús tuvo que explicárselo, en detalle, muchas veces. Les dijo que el Hijo del Hombre no tenía dónde reclinar la cabeza, mientras que las zorras tenían cuevas y los pajarillos nidos; les dijo que era necesario dejar al padre y a la madre para seguirlo. Incluso, dijo a una persona que ni siquiera se tomase el trabajo de ir a enterrar a su padre, si quería seguirlo. Todo esto, para que ellos no se confundiesen, y lo siguiesen por motivos equivocados. La vida de un seguidor de Jesús tiene que estar llena de sufrimientos. El discípulo necesita entender que, a pesar de vivir una experiencia de comunión diaria con Jesús, puede haber dificultades a lo largo del camino. Sin embargo, Jesús no solo les mostró el aspecto difícil del discipulado. No les habló únicamente de renuncia y de entrega, sino también les afirmó que, a pesar de eso, habría, también, maravillosas promesas para ellos. Es verdad que, mientras vivamos en este mundo, habrá aflicciones para el pueblo de Dios. ¿Por qué no las habría, si vivimos en un mundo de dolor y en medio de seres humanos que, muchas veces, desprecian todo lo que tiene que ver con Jesús? Pero, el tiempo presente es solo como un segundo comparado con la eternidad, en la que disfrutaremos de las bendiciones del Señor Jesús, que no tendrán fin. Eso es lo que afirma Pablo, en el versículo de hoy. Él no niega la realidad dolorosa del presente: él afirma que, en esta vida, vamos a encontrar aflicciones. Tal vez, en este mismo instante tú estás viviendo unos de esos momentos terribles. Pero el apóstol afirma que todo ese sufrimiento es nada, comparado con la gloria de la presencia de Jesucristo en la eternidad. Con estos pensamientos en mente, sal, recordando que "pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse".
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