RESUCITÓ
Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu.
Pero él les dijo:
«¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo.
Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies.
Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo:
«¿Tenéis aquí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo:
«Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí»
Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
«Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Vosotros sois testigos de estas cosas.
Se cuenta que, durante la revolución francesa –época amante de las novedades y de los cambios arbitrarios, como la mayoría de las revoluciones– un filósofo llamado Reveillère trazó las pautas para fundar una nueva religión, pues él consideraba que esto beneficiaría grandemente a la humanidad.
Acudió a Barras, entonces miembro del Gobierno, y le pidió un consejo sobre la mejor manera de extender esta
Mi consejo es que te dejes asesinar un viernes y resucites de la muerte al domingo siguiente”.
¡Le dio en toda la torre con su respuesta!
Pablo, en la primera carta a los Corintios, dedica un capítulo entero a disertar sobre la resurrección de Jesús para convencer a aquellos cristianos helenistas sobre la importancia capital de esta verdad del cristianismo.
“Si Cristo no ha resucitado –llega a decir con gran energía– vana es nuestra predicación, vana es nuestra fe.
Y somos falsos testigos de Dios porque testificamos contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó” (I Cor 15,14s). La resurrección de Jesucristo es la piedra fundamental sobre la que se asienta todo el edificio de nuestra fe y del cristianismo.
El que no acepta la resurrección no puede llamarse cristiano.
GLORIA A DIOS!!
SORBIDA FUÉ LA MUERTE
EN VICTORIA!!
1 Cor 15.54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.