– Jesús Contra la Muerte
¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? (Juan 11:40).
En esta escena hay dos personas: Marta y Jesús.
Las palabras de ella carecen de esperanza. «Si hubieras estado aquí…» (Jn.11:21). Se queda mirando la cara del Maestro con confusión en los ojos. Su hermano Lázaro está muerto, y el único hombre que pudo haber hecho algo al respecto no lo hizo. Hay algo en la muerte que nos hace acusar a Dios de traición. «Si Dios estuviera aquí, no habría muerte», es nuestra queja tácita.
Mejor dicho, si Dios es Dios en cualquier parte y a cualquier hora, tiene que ser Dios a la hora de la muerte. La depresión puede tratarse con psicología popular. El hambre puede contrarrestarse con prosperidad. Pero Dios es el único que puede enfrentar el dilema definitivo: Nuestra muerte. Y el Dios de la Biblia es el único que se ha atrevido a ir hasta el borde del precipicio y ofrecer una respuesta. Él tiene que ser Dios cuando nos enfrentamos a la muerte. De lo contrario, no es Dios en toda circunstancia y en todo lugar.
Tal vez la paciencia de Jesús hizo que el tono de Marta cambiara de frustración a plegaria: «Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas» (v.22).
En ese momento Jesús hace una de esas declaraciones que lo ponen sobre el trono o en el asilo: «Tu hermano resucitará» (v.23).
Las palabras de Jesús resuenan con eco en las paredes del precipicio. «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?» (vs.25-26).
Es un punto decisivo de la historia. Con sus ojos clavados en los de ella, Jesús hace la pregunta más importante en todas las Escrituras: «¿Crees esto?» (v.26)
Ahí está. La pregunta que conduce a cualquier oyente responsable a la obediencia absoluta o a un rechazo total de la fe cristiana.
Extracto del libro “3:16. Los Números de la Esperanza”
Por Max Lucado