Territorios ganados mediante guerra
espiritual
Llegado el momento decisivo, los israelitas con Josué a la
cabeza, libraron una batalla pero no en la dimensión física sino espiritual. ¡Y
conquistaron Jericó! Recuerde que tal como lo relata el capítulo 6 del libro de
Josué, era una ciudad bien cerrada para evitar incursiones del enemigo
(versículo 1).
La urbe, ubicada en el valle del Jordan (Cf. Deuteronomio
34.1, 3), a unos 8 kilómetros del mar Muerto, era estratégica porque permitía el
dominio de un amplio territorio. Los historiadores señalan que los muros tenían
una altitud de 9 metros y 2 metros de espesos. Una auténtica mole de piedra.
Sobre las murallas había viviendas. Y sus moradores estaban preparados para dar
la batalla.
Frente a esta realidad tangible, los israelitas
concebían la posibilidad de entrar por la fuerza, aunque por supuesto, muchos
debieron verse asaltados por el temor y el desánimo.
Pero Dios les enseñó una estrategia diferente, que
nosotros en nuestro tiempo definimos como plan de guerra espiritual: "Mas
Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con
sus varones de guerra. Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra,
yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días. Y siete
sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al
séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las
bocinas.
Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de
carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran
voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho
hacia adelante" (Josué 6:2-5).
Sonaba ilógico, pero Josué y los israelitas emprendieron la
batalla con las armas más inverosímiles, tratándose de un reto tan grande como
era conquistar una ciudad fortificada: rodear el terreno tomando posesión de él,
elevar sonidos de guerra—que no es otra cosa que la oración del pueblo en
procura de un hecho que rompa toda explicación--, depender del poder de Dios, y
finalmente: proclamar victoria.
Piense por un instante en el territorio que habita, en su
propio hogar, las finanzas personales… y tantos otros espacios que son suyos,
que le corresponden, y que llegó la hora de retomar en el poder, la autoridad y
la unción de Jesucristo.
Al séptimo día de estar rodeando y posesionándose del
terreno, dieron la última batalla espiritual: "Entonces el pueblo gritó, y
los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído
el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó, El pueblo
subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron" (Josué
6.20).
Por supuesto que Satanás tratará de disuadirlo diciéndole a
su mente que sólo es una exposición de un fanático religioso. Incluso, es
probable que le siembre semillas de dudas. Comprensible porque Él quiere seguir
en control de los territorios, de ciudades, de hogares y de finanzas personales.
¡No le crea! Créale a Dios.
Tres círculos divinos de
protección
La Biblia es clara cuando enseña que Dios ha definido
círculos de poder para proteger nuestra vida, nuestra familia y nuestras
posesiones.
El mismo Satanás debió reconocerlo, hablando del
patriarca Job a quien él no podía atacar. El adversario lo admitió ante el amado
Padre celestial: "Satanás replicó:—¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a
cambio? ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus
posesiones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y
ganados llenan toda la tierra. Pero extiende la mano y quítale todo lo que
posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!" (Job 1:9-11, Nueva Versión
Internacional).
Ah, sin duda estará pensando cuidadosamente en lo que hemos
estudiado y en una realidad para su vida: desde el mundo material impactamos el
mundo espiritual haciendo guerra espiritual (Cf. Efesios 6.12). Por ese motivo,
hoy es el día para que cierre toda puerta que haya abierto a la maldad y
comience a recuperar territorio en su ciudad, en su hogar, en su vida personal y
sus finanzas.
¿Cómo hacerlo? Primero,
evalúe su vida cuidadosamente, identificando dónde hay puertas abiertas al mundo
de la maldad; segundo, sométase a Dios plenamente (Santiago 4:7); tercero,
párese en la brecha y ordénele –en la autoridad que le dio Jesucristo—que se
vaya de su vida, familia, posesiones y territorio. ¡Recobre el terreno! Jamás
olvide que lo hacemos en oración y clamor, una poderosa arma que están dejando
de utilizar los cristianos, mientras que el diablo está feliz porque puede
seguir su estratagema de engaño y mentira.
Adelante. No se detenga. ¡Usted nació para tomar la
victoria en Cristo! Jamás lo olvide: Satanás está derrotado. Usted, como hijo de
Dios, es el vencedor.
Pr. Fernando Alexis Jiménez