EL ESPIRITU Y EL PROPOSITO DE DIOS
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.”
Ezequiel 36:26-27
Dios es Espíritu y como hijos formados a su imagen y semejanza, tenemos un espíritu y Su Espíritu Santo que nos guía, nos limpia y nos transforma; en realidad esta es la obra de Dios, nuestro Padre celestial y la hace a través del Espíritu; toda la obra de Dios conlleva a un mismo propósito: restaurar la vida espiritual en el hombre, devolverle el gobierno de la vida del hombre al espíritu; sujetarle nuestro ser (cuerpo, alma y espíritu). Imaginemos que en la vida del hombre hubo un golpe de estado y que el que gobernaba era el espíritu, el cual estaba en perfecta armonía y comunión con Dios, a través del espíritu. (Recordemos que con nuestro espíritu nos comunicamos con Dios, con el cuerpo con el mundo y el alma se comunica con los dos, tanto con el mundo como con el espíritu.) y que este golpe de estado sucedió allá en el Edén, o El Paraíso en el momento de la caída.
Pero Dios no se olvido ni se quedo quieto viendo como el dictador poco a poco se fue apoderando de su creación y de la mente de sus hijos y fue entonces que envió a Jesucristo a rescatar lo que se había perdido y a revelar la verdad acercan del reino de los cielos, pero esa verdad paso y fue posible gracias a la cruz y es por medio de la cruz que Dios puede restablecer la vida espiritual en el hombre; pero Dios es un caballero y no obligara a nadie a tomar su cruz, porque para ello nos dio libre albedrio, una voluntad propia, que es una facultad del alma y solo si nosotros deseamos y amamos a Dios con todo nuestro corazón y anhelamos su gobierno y ese gobierno solo puede restablecerse bajo las siguientes condiciones.
1.Morir al pecado; renunciar a él, tener la firme convicción de no pecar, pues el pecado es lo que separa al hombre de Dios y para ello Dios ha puesto en nosotros un espíritu nuevo, su Espíritu y un corazón de carne. Solo con su ayuda podemos ser obedientes a su palabra y cumplir o poner por obra, su Palabra.
2.Tomar nuestra propia cruz; sacrificar nuestro yo y comenzar a confiar en Dios, porque pueda que seamos muy activos y tengamos muy buenas intenciones, pero mientras actuemos en nuestra propia fuerza, el espíritu seguirá cautivo; es decir rendirle al Señor todo nuestro ser, (espíritu, alma y cuerpo) con la confianza que El, puede hacer en nosotros su perfecta voluntad para nuestra vida; sin temor y en completa obediencia, reconociendo al Señor en todos nuestros caminos.
3.La vida espiritual, al igual que la vida anímica y física, se fortalecen a través del ejercicio, ejercitándose cada día y para ello, es necesario conocer verdaderamente a Dios, no solo como creador, sino como Padre, como nuestro amoroso Padre y querer tener una relación con El, serle obediente y sujetos y aceptar su voluntad sobre nuestra vida.
Para conocer mas de Dios, es necesario conocer mas acerca de nuestro espíritu y de Su Espíritu; las leyes del Espíritu y como nuestra mente, puede ayudar al espíritu. El espíritu es simplemente espíritu, tiene substancia, personalidad, es invisible y existe independiente ligado a nuestra alma y cuerpo; las funciones del espíritu pueden resumirse en tres, aunque no son las únicas: la intuición, la comunión y la conciencia. Andar según el espíritu, es andar conforme a estas tres funciones del espíritu.
El hombre es comparado con el Templo Santo y nuestro espíritu con el Lugar Santísimo y podemos comparar la intuición, la comunión y la conciencia con el arca que estaba en el Lugar Santísimo. (1) La Ley de Dios estaba en el arca y les indicaba a los israelitas lo que debían de hacer o no hacer. Dios se revelaba a si mismo y Su voluntad por medio de la ley; después de Cristo y de que Dios puso en nosotros un espíritu nuevo y Su Espíritu Santo esta en nuestro corazón; Dios se da a conocer y nos revela su voluntad por medio de la intuición; (2) sobre el arca estaba el propiciatorio, sobre el cual estaba la sangren rociada; ahí Dios manifestaba Su gloria y recibía adoración. De la misma forma, el espíritu de cada persona, redimida por la sangre de Cristo, fue regenerado y adora a Dios en espíritu y en verdad y tiene comunión con El. (3) El “arca del testimonio” y los 10 mandamientos que contenía, presentaban a los Israelitas el testimonio de Dios; si ellos cumplían la ley, las dos tablas que yacían en el arca los aprobaban; sino los 10 mandamientos desde el arca, los acusarían silenciosamente. Ahora, Dios, con su propia mano y puño, escribió en la tabla de nuestro corazón las leyes y nuestra conciencia, como la conocemos, para que de testimonio de nuestra conducta; ella aprueba lo que concuerde con la voluntad de Dios y condena lo que no concuerda con ella.
Así que ya no tenemos excusa ni justificación para el pecado, fuimos rescatados y redimidos por Cristo y estamos siendo restaurados con el poder de Su Espíritu; Dios no nos demandara cuentas por leyes humanas, sino que será nuestra propia conciencia la que nos delatara si hemos pecado y no nos arrepentimos y cambiamos. La conciencia es esa vocecita que todos conocemos y que nos dice cuando algo esta mal, cuando debemos pedir perdón, cuando debemos restaurar una relación o cuando nos muestra nuestra verdadera condición.
El hombre debe aprender a conocer su espíritu, su movimiento, su manifestación, para poder actuar conforme a él; el espíritu tiene momentos de actividad y momentos de inactividad, pero debemos estar atentos; el espíritu debe estar libre, moverse con libertad y no estar sujeto al alma o al cuerpo (a los sentidos) y para ello es necesario que nuestra mente, se aquiete, si, se calme, de su mucha e incesante actividad centrada en el mundo; entonces seremos verdaderamente Cristo céntricos y comenzaremos a percibir la presencia del espíritu y sus movimientos y detectaremos su voluntad, que es la voluntad de Dios, porque actúa según la intuición, la comunión y la conciencia; pero también nuestra mente puede ayudar a activar el espíritu si este se encuentra inactivo y lo puede ayudar a activar por medio de la oración, de la alabanza y de sus pensamientos, cuando estos están centrados en Dios, en Su Palabra, en Sus promesas, así es como percibiremos la libertad que tenemos en el espíritu, en Cristo y los frutos del espíritu. (Amor, paz, paciencia, benignidad, gozo bondad y fe, mansedumbre y confianza) y contra estas cosas no hay ley, porque no están sujetas a la ley, no pertenecen al mundo, ni al cuerpo, pertenecen al espíritu.
Mi deseo, como el deseo de David en este Salmo, es que Dios cree en nosotros un nuevo espíritu y nos sujete a Su Espíritu, para que podamos tener una vida espiritual conforme a su Perfecta voluntad.
“Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio. Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu Santo Espíritu.”
Salmo 51: 10-11
Autora: Hefzi-ba Palomino