PORQUE HAY UN GRAN RELOJ
Hay un reloj ignoto
que no marca los años,
los días,
ni las horas siquiera.
Es un reloj enorme.
Un reloj sin memoria.
No fue inventado
para determinar
cuestiones
de
minutos,
de segundos,
ni de fraccionamientos relativos
que armonicen
con las actividades cotidianas.
Que partan
las vueltas de la tierra
en veinticuatro gajos.
Que cuenten
los cristales fluyentes
en el ardor de los cansancios.
Que midan
el esfuerzo menguante de los músculos
en el peso
que curva el espinazo.
Que se encaramen
en las angustias del jornal mezquino.
Que repiquen
sus lapsos sentenciosos:
en los labios resecos y sedientos,
en los ojos
desorbitados y sonámbulos,
en la tripa vacía, insuficiente.
No fue inventado
para dimensionar
las noches de querella,
las oscuras
traiciones,
la fatiga agobiante de los seres,
los años de terror,
de esclavitud;
los días de tortura,
las horas de matanza
de los pueblos.
Yo
quiero deshacerme de esos otros relojes.
Goger y destrozar
su malvado semblante.
Y quiero
detener su corazón metálico,
que deje de alocarnos
con su tic-tac
perenne
permanente,
machacando el
control de nuestras vidas
a través del oído.
quiero
estrujar sus entrañas malignas.
Despedazar
esa ruleta muda
de su esfera.
Y hacer añicos,
con mis manos frenéticas,
su estoica indiferencia,
su helada
insensatez.
Quiero...;
quiero romper
sus manecillas crueles
que espantan el color de nuestros sueños
y que victiman
nuestyras esperanzas,
y llaman angustias...
Que roban con sus gestos nustras
vidas.
Porque
hay un gran reloj
que no marca las eras, los tiempos,
las estaciones de los hombres....
Aún no lo conozco.
No sé donde se encuentra.
Pero yo sé que existe.
Yo sé que hay un reloj
enorme y poderoso,
para marcar
los rumbos convenientes,
los derroteros claros y seguros
en la salida del sol,
en los granos de lluvia
con su risa fluvial,
en el frescor temprano de la brisa.
Por igual
reparte
las porciones del cielo,
la gleba,
su verdor florecido,
el canto oceánico del trigo
en las espigas,
del benigno rumor
del mar
apaciguado,
los trémolos alados de las aves,
la migración iridiscente
de sus alegres plumas, mariposas,
arco iris,
el reclamo ritual de las especies,
al deslizarse
ingrávido
de las múltiplicadas apariencias
de los peces....
Y
sobre todo:
la sonrisa ecuménica del pan.
Autor: ISAAC GARRIDO GALLO
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