Miró hacia atrás. Miró hacia el pasado que había modelado este presente y ese futuro que ya no tenía fuerzas para soportar.
No podía aguantar estos silencios, esta indiferencia que la rodeaban desde hacía tantos años. Había perdido su alegria , la ilusión de verse protegida, rodeada.
El hombre que amaba, el hombre a quien amó, no supo verla, no supo que ella lo esperaba todo de él.
Ella creyó que la vida era estar siempre juntos, en el amor, en la lucha diaria, en los problemas, en las alegrías.
Pero nunca fue así. Ella había sido un añadido, Un objeto que espera que ocurra algo. Un objeto que espera que la situación cambie. Un objeto que se va haciendo añicos.
Había aceptado el abandono porque se sentía como una intrusa que había entrado en un mundo que no le pertenecía. Había aceptado el abandono pero su corazón y su mente se negaban a ello.
No tenía ningún refugio, ningún consuelo. Le pidió que volviera miles de años atrás, cuando ella aún no se moría de desesperación, cuando él aún no había perdido la memoria, la dulzura ,el cariño.
Le pidió que hiciera un esfuerzo, que recuperase su sonrisa, que no se dejara invadir por lo superficial, por lo ajeno.
Le pidió que la salvara del pozo de soledad en el cual se hundía y se podría. Pero él siguió sin oírla.
Un día él se despertó. No entendió por qué la cama estaba vacía y fría.