Despedida
Me colmas como la sangre en la herida fresca derramándote en su oscura huella, te extiendes como la noche en esa hora en que el prado se tiñe de sombras, floreces como rosas en todos los jardines, tú, soledad de pérdida y vejez, que sobrevives al morir los sueños, después de tanto dolor y demasiado saber.
Ajeno desde joven a la ilusión de la realidad negándose a un mundo fácilmente otorgado, cansado del engaño de los detalles porque ninguno acompaña al Yo profundo; ahora, desde el fondo mismo, inconmovible, ningún vocablo o signo te revela -a quién le ocurrirá, será mejor que olvide y no toque más las horas idas.
Un último día: un fuego postrero, un vasto espacio, un agua te conduce a un lejano fin, un alta luz que baña a los vetustos árboles creando entre las sombras su contrario, un día sin frutos y sin espigas y sin preguntar por la cosecha: él juega su Juego, siente su luz y sin memoria la humilla. Todo se ha consumado.
Versión de Eustaquio Barjau
Gottfried Benn:
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