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General: UN ROCIO EL CIELO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ♥★⁂pequitas⁂★♥  (Mensaje original) Enviado: 27/02/2010 01:24

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Estas pequeñas meditaciones de San Agustín, son como un rocío del cielo que refresca nuestro diario vivir.

Aprovechemos bien estas gotas que nos ha dejado para deleite de todos aquellos que aman a Dios,
y se gozan aprendiendo más cada día como debe ser
nuestra meditación, para alabarle, adorarle, obedecerle,
e ir por los caminos que en su gran amor nuestro
Padre Celestial nos enseñó, para que anduviésemos en el.
 

 

1.-Amor admirable de Dios

 

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"El Señor Jesús conoce todo acerca de nosotros,
y sin embargo nos ama".

A pesar de ser malas las obras de los hombres,
la misericordia de Dios no abandono a los seres humanos.

Y Dios envio a su Hijo para que nos rescatara,
no con oro o plata, sino con a precio de su sangre,
la sangre preciosa de aquel cordero sin mancha.

Tal ha sido, pues, la gracia que hemos recibido.

Vivamos, por tanto, dignamente, ayudados por la gracia
que hemos recibido y no despreciemos la grandeza del
don que nos ha sido dado.

 

Mucho es lo que Dios nos promete;
pero en mucho mas lo que recordamos
que ha hecho ya por nosotros.

¿Donde estabamos, o que eramos cuando Cristo murio
por nosotros, pecadores?

¿Quien dudara que el Senor haya de dar vida a sus santos, siendo asi que les dio su misma muerte?

¿Porque vacila la fragilidad humana en creer que los hombres viviran con Dios en el futuro?

Mucho mas increible es lo que ha realizado:
que Dios ha muerto por nosotros.

 

Un medico extraordinario ha venido hasta nosotros
y todos nuestros pecados ha sido perdonados.

Si volvemos a enfermar no solo nos danaremos
a nosotros mismos, sino seremos ademas ingratos
para con nuestro medico.

Sigamos pues, la senda que el nos indica e imitemos,
en particular, su humildad, aquella humildad por la cual
el se rebajo asi mismo en provecho nuestro.

Esta senda de humildad nos la ha ensenado el con sus palabras, y para darnos ejemplo, el mismo anduvo en ella, muriendo por nosotros.

Para poder morir por nosotros siendo como era inmortal,
la Palabra se hizo carne y habito entre nosotros.

Asi el que era inmortal, se vistio de mortalidad para poder morir por nosotros, y destruir nuestra muerte con su muerte.

 

Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigenito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envio Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por el.
~San Juan 3: 16-17~

 

2.-  Amor al projimo

 

Todos los miembros del pueblo de Dios tenemos entre si una mutua solicitud:
si sufre uno de los miembros, todos los demás sufrimos con el, y, si es honrado
uno de los miembros, nos alegramos con el todos los demás.

Es porque escuchamos y guardamos estas palabras:
“Les doy un mandamiento nuevo; que os améis los unos con
los otros”.

No con un amor que degrada, ni con el amor con que se aman los seres humanos
por ser seres humanos, sino con el amor con que se aman por ser hijos del Altísimo, de manera que somos hermanos de su Hijo único y nos amamos entre si con el mismo amor con que Cristo nos ha amado, para que encontremos
su plenitud y la saciedad de todos los bienes que deseemos.

Entonces, en efecto, todo deseo se verá colmado,
cuando Dios lo sea todo en todas las cosas.

A pesar de ser malas las obras de los hombres, la misericordia de Dios no abandonó a los humanos.
Y Dios envió a su Hijo para que nos rescatara, no con oro o plata, sino a precio de su sangre, la sangre preciosa de aquel Cordero sin mancha.
Tal ha sido, pues, la gracia que hemos recibido.

Vivamos, por tanto, dignamente, ayudados por la gracia que hemos recibido y no despreciemos la grandeza del don que nos ha sido dado.

Si quieres alcanzar misericordia, sé tú misericordioso antes de que venga;
perdona los agravios recibidos, da de lo que tienes.

Lo que das ¿de quien es sino de El?
Si das de lo tuyo, es generosidad, pero porque das de lo Suyo Es devolución.

¿Qué tienes que no hayas recibido?
Estos son los sacrificios agradables a Dios:

La misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad.

Nosotros no éramos ni somos buenos; Y con todo, Dios se compadeció de nosotros y nos envió a su Hijo a fin de que muriera, no por los buenos, sino por los malos; no por los justos, sino por los impíos.

Dice en efecto las Escrituras:

“Cristo murió por los pecadores”.

Es posible encontrar quizá alguno que se atreva a morir por un bienhechor;
pero, por un inicuo, por un malhechor, por un pecador, ¿Quién querrá entregar su vida, a no ser Cristo, que fue justo hasta tal punto
que justificó incluso a los que eran injustos?

El que ama a su hermano, permanece en la luz,
y en él no hay tropiezo.
~1° Juan 2:10~

Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos.
El que no ama a su hermano, permanece en muerte.

Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

Pero el que tiene bienes de este mundo
y ve a su hermano tener necesidad,
y cierra contra él su corazón,
¿cómo mora el amor de Dios en él?

Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.
~1° Juan 3: 14-18~

 

 

 

3.- A casa del Padre

 

No le bastó a Dios indicarnos el camino por medio de su Hijo: quiso que él mismo fuera el camino, para que, de su mano, tú camines con él.

¿Quien puede conocer los tesoros de sabiduría y ciencia ocultos en Cristo y escondidos en la pobreza de su carne?

Él, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos.

Al asumir nuestra condición mortal, destruyendo así la muerte, se mostró en pobreza; pero con ello nos garantizó las riquezas futuras, sin perder las que había dejado.

Nosotros los cristianos, en comparación con los infieles, somos luz.



No obstante, porque el día en que vivimos es todavía noche en comparación con aquella luz a la que esperamos llegar, el Apóstol Pedro nos dice, que vino sobre Cristo aquello que decía:
"Este es mi hijo amado en quien me complazco".



Y nosotros mismos oímos esta voz venida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

Pero, como nosotros no estábamos allí y no oímos esta voz del cielo; cuando venga nuestro Señor Jesucristo ya no tendremos necesidad de lámparas, no será necesario que se nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol, ya no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario.

Ya no tendrán razón de ser todas las Escrituras que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámpara,para que no quedáramos en tinieblas.


 

Más adelante, cuando este cuerpo sea hecho inmortal e incorruptible, cesará toda tentación.



¡Feliz el Aleluya que allí entonaremos!

Será un Aleluya seguro y sin temor, porque allí no habrá ningún enemigo, no se perderá ningún hermano Allí, como ahora aquí, resonarán las alabanzas divinas;

Pero las de aquí proceden de los que están aún en dificultades, las de allá, de los que ya están en seguridad;

Aquí de los que han de morir, allá de los que han de vivir para siempre;

Aquí de los que esperan, allí de los que ya poseen;

Aquí de los que están todavía en el camino, allá de los que ya han llegado a la patria.

 

Meditad en que hay un hogar, en la margen del río de luz;
Donde van para siempre a gozar
Los creyentes en Cristo Jesús.

Meditad en que amigos tenéis,
de los cuales marchamos en pos;
Y pensar en que al fin los veréis en el río de Dios mas allá.

En que mora Jesús meditad, donde seres que amamos están;
Y a la patria bendita mirad Sin angustia temores ni afán.

Reunido a los míos seré, mi carrera a su fin toca ya;
En mi hogar celestial entraré donde mi alma reposo tendrá.

******************

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Alabanzas del corazón

“Alegraos, oh justos en el Señor; en los íntegros es hermosa la alabanza.

Aclamad a Dios con arpa; cantadle con salterio y decacordio.

Cantadle cántico nuevo,
Hacedlo bien, tañendo con júbilo”.
(Salmos 33: 1-3)

Despójense de lo antiguo, ya que se los invita al cántico nuevo.

Nueva criatura, nuevo Testamento, nuevo cántico, el nuevo cántico
no responde al hombre viejo.
Solo pueden aprenderlo los hombres nuevos, renovados de su antigua condición de pecadores, por obra de la gracia y pertenecientes al nuevo Testamento, que es el reino de los cielos.

Por él suspira todo nuestro amor y nuestro corazón canta el cántico nuevo.

Pero es nuestra vida, más que nuestra voz, la que debe cantar el cántico nuevo.

Ahora hermanos, los exortamos a la alabanza de Dios;
y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos:

“Aleluya , Alaben al Señor”, nos decimos unos a otros.

Pero procuremos alabarlo con todo nuestro ser, es decir no solo
de lengua y voz se puede alabar a Dios, sino también con nuestro
interior, nuestra vida, y nuestras acciones.

“Canten al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles”.

Con estas palabras se nos exhorta a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo sabe lo que significa ese cántico nuevo.

Un cántico es expresión de alegría y gozo del corazón.

¿Quieren alabar a Dios? Vivan de acuerdo con lo que pronuncian
sus labios.

Ustedes mismos serán la mejor alabanza que puedan tributarle,
si es buena su conducta.

Alabamos al Señor cuando nos reunimos en la iglesia; y cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo.

Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios.

Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia,
y de lo que a él le place.

Si nunca te devías del buen camino, aunque calle tu lengua,
habla tu comportamiento; y los oídos de Dios atienden a tu corazón.

Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz,
así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos y las intenciones de nuestro corazón.

 

Bueno es alabarte, oh Jehová,
Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo;

Anunciar por la mañana tu misericordia,
Y tu fidelidad cada noche,

En el decacordio y en el salterio,
En tono suave con el arpa.

Por cuanto me has alegrado, oh Jehová, con tus obras;
En las obras de tus manos me gozo.

¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehová!
Muy profundos son tus pensamientos.
~Salmos 92: 1-5~

 



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