) Toxoplasmosis ocular
La coriorretinitis toxoplásmica habitualmente es el resultado
de una infección congénita. A menudo los niños infectados
in-útero cursan asintomáticos hasta la segunda o tercera
década de la vida en que consultan por trastornos visuales.
Raramente las reactivaciones clínicamente aparentes ocurren después
de los 40 años. La lesión característica es la de una coriorretinitis
necrotizante focal bilateral, que aparece inicialmente como una mancha
algodonosa sobreelevada. Al cicatrizar las lesiones se vuelven pálidas, se
atrofian y se pigmentan de negro.
Cuando la coriorretinitis es adquirida se caracteriza por ser unilateral
Se admiten distintos mecanismos patogénicos de la coriorretinitis: a) rotura
de quistes con liberación de antígenos que desencadenan fenómenos
reactivos inmunes. Sería responsable de la forma de instalación rápida
con inflamación intensa que desaparece en 1 o 2 meses; b) necrosis de células individuales por la multiplicación de los taquizoitos. Estaría determinada por
una deficiente inmunidad de la retina cuya causa puede ser: inaparente, medicación inmunodepresora o el sida. Daría lugar a la forma de retinitis crónica activa de lenta evolución.
El diagnóstico de corioretinitis lo hace el oftalmólogo observando el fondo de ojo. Se confirma por la cicatrización obtenida después del tratamiento específico. Los examenes complementarios no son indispensables para su diagnóstico. Si hay dudas puede ser útil realizar una angiografía retiniana con fluorescencia. El estudio serológico de anticuerpos anti-toxoplasma ayudan poco al diagnóstico, salvo que lo aleja si es negativo.
Patogenia
Durante la infección aguda o primaria se produce la parasitemia responsable de la diseminación de los gérmenes en los distintos tejidos. Si la persona tiene un aparato inmunitario indemne, en forma paralela va desarrollando la inmunidad celular específica que termina controlando la infección y evitando la enfermedad. Para defenderse los gérmenes se refugian en los quistes hísticos donde persisten de por vida, especialmente localizados en cerebro, retina, corazón y músculos. A partir de entonces se entra en la etapa de infección crónica latente. |