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General: La vaca marina de Steller/crónica de una muerte anunciada
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De: coroza2008  (Mensaje original) Enviado: 26/03/2011 12:50
Vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas)

La vaca marina de Steller fue un enorme sirenio de 8 metros de longitud (hasta 10 en algunos casos) y de 4 a 10 toneladas, el mayor sirenio que ha existido jamás. Fue descubierta por una expedición rusa en 1741, y desde ese momento se convirtió en una presa codiciada por los marineros, que la cazaron en gran número hasta su extinción en 1768, apenas 27 años después de su descubrimiento.Este enorme mamífero era un animal estrechamente emparentado con el dugongo que habita actualmente en las costas del Océano Índico y parte del Pacífico desde Taiwán a Nueva Guinea. Al contrario que otros sirenios, la vaca marina de Steller era el único conocido que habitaba en aguas frías, aunque tenía el mismo temperamento excepcionalmente manso (hasta el punto de dejarse matar con facilidad) y se alimentaba también de una amplia variedad de algas. El registro fósil demuestra que durante el Pleistoceno hubo momentos en que su distribución se extendía desde las costas de Japón a las de California.Las causas de su extinción están en la demanda humana de su carne, grasa y piel, de gran calidad. La piel era tan resistente que podía usarse para revestir el casco de los buques, y la grasa y carne, además de gratos alimentos, se demostraron como potentes remedios contra el escorbuto debido a su riqueza en vitamina C. Las islas Komandorskie se convirtieron en un importante centro de cazadores de vacas marinas hasta la extinción del animal.
Corría noviembre de 1741 cuando el bergantín ruso Saint Peter que conducía expedicionarios comandados por Vitus Bering -un navegante danés al servicio de Rusia- naufragó entre la Península de Kamchatka y las islas Aleutianas. Con gran dificultad lograron alcanzar una isla que no figuraba en los mapas de navegación y más tarde denominada isla Bering, perteneciente al archipiélago de las Commander -por el comandante que las descubrió. A poco de alcanzar tierra, los maltrechos sobrevivientes -entre los que se encontraba el naturalista alemán Georg Wilhelm Steller como jefe científico- descubrieron gran cantidad de vida salvaje, entre la que se encontraba un enorme animal de nadar lento, que flotaba fácilmente y se acercaba mucho a la línea costera o llegaba a la playa con la marea alta. Se lo veía en pequeños grupos.
Para mal de estos animales, diversas circunstancias las convirtieron en presa fácil de los hombres: eran abundantes en aguas bajas, se movían lentamente y mostraban el dorso al flotar en superficie cuando descansaban o comían, actividad esta última a la que dedicaban gran parte de su tiempo, sin prestar atención a lo que ocurría alrededor. Así, los sobrevivientes del barco ruso hundido las eligieron como alimento por su carne, a la cual encontraron tan sabrosa como el bife, una indispensable fuente de proteínas. Aún su grasa, decían, olía y gustaba como el aceite de almendras. También su gruesa piel tuvo uso: sirvió como cuero para cubrir los botes o hacer suelas para zapatos.
Fueron cazadas con ganchos de hierro sujetos a una larga soga para arrastrarlas luego a tierra donde eran descuartizadas. Al año siguiente al hundimiento, la tripulación del Saint Peter consiguió armar con los restos de éste una pequeña embarcación. Bering murió en la isla, pero sus hombres regresaron a Kamchatka -su lugar de origen- donde contaron sobre la abundancia encontrada, incluyendo la de vacas marinas. Fue así como viajes posteriores de exploradores o cazadores fijaban en las islas paradas de abastecimiento o elegían pasar allí el crudo invierno, antes de continuar hacia un destino más lejano.

Al agotarse en las aguas de la isla Copper en 1754, continuaron explotándose en la de Bering hasta 1768, año en que la última vaca marina fue avistada. Lamentablemente, no existen esqueletos completos conservados.

A diferencia de los demás sirenios que se encuentran en aguas tropicales o subtropicales, estos animales se hallaban en las aguas frías costeras, aunque en épocas remotas habrían habitado las frías aguas de Pacífico norte -desde Japón a Baja California- según consignan los restos fósiles allí encontrados. Su gran superficie corporal con relación al volumen, y una gruesa piel y grasa para conservar el calor fueron las adaptaciones favorables a dicho hábitat.

En 1754, un ingeniero en minas enviado a la isla Copper en busca de cobre alertó acerca de la desaparición de las vacas marinas de Steller en esa isla y al año siguiente efectuó una petición formal ante las autoridades para que dejaran de ser cazadas. Sin embargo, fue desoído.

La pequeña población de vacas marinas habría sido de 2.000 individuos, según cálculos del naturalista Stejneger -biógrafo de Steller. Este hecho, junto a un reducido rango de distribución y una baja tasa de reproducción, fueron algunos de los factores que coadyuvaron a su extinción. Pero, sin duda, el proceso se aceleró al interponerse en su camino una especie clave: el Homo sapiens, quien cazándolas intensivamente privó a su descendencia de la posibilidad de conocer y compartir el mundo con tan sorprendente mamífero marino.
Una experiencia para no repetir.


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