Es difícil recolectar granadas sin destrozarte las manos con las descomunales espinas que protegen las ramas. Lo mismo ocurre con los recuerdos. La vida, como una granada que siempre intentamos desgranar, separando las dulces golosinas rojas de la áspera cascara amarilla que las envuelve, aferrando con firmeza sus joyas. Queremos tomar solo la dulce simiente escarlata, pero es imposible. Para saborear el fruto, como la existencia, hay que aceptar el contraste y el fastidio de masticar sus molestas semillas agridulces. Fragmento de Amantea
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